Bilingual commentary — “Parental Rights” and Public Education

Editor’s note: Amigos805 welcomes local guest columns, letters to the editor and other submissions from our readers. All opinions expressed in submitted material are those of the author and do not necessarily represent the viewpoint of Amigos805.

By David Magallanes • Guest contributor

Beware the impending chaos in our schools.

As conservative politicians make inroads to our local governments, they will be charged with the political duty of acquiescing to parents who demand “control” over school boards and other educational entities. Ostensibly, parents on the far right of the political spectrum want to ensure that their children are taught only what are deemed to be “American” or “Christian” values. Unfortunately, this is often code for the elimination of lessons and discussions that investigate our troubled racial history. Anything that barely grazes age-appropriate matters of sexuality will also be off the table. 

The “parental rights movement” adamantly disregards professional scrutiny and screening of educational materials. Teachers and administrators with years or even decades of experience and highly specialized training know what children need in order to become well-rounded, critically thoughtful, and knowledgeable citizens. Children who are solidly educated without damaging and perverse blinders over their eyes are not likely to grow up and become entangled in swirling conspiracy theories. The Big Lies and wacky ideas that drive the delusional anger of some groups are bound to surround students from every angle as they grow up and navigate the often-confusing social and political landscape that awaits them. 

 Valerie Strauss, a staff writer for the Washington Post, presented an intriguing hypothetical situation in the title of an article published late last year: Imagine a class with 25 kids – and all of their parents insist on telling the teacher what to teach.

Now, we know that not all the parents of those children are going to be banging on the principal’s office door or hurling insults and shouting at board members during their monthly meetings. But it takes only a handful of parents, especially in the deep red parts of our country, to wreak havoc in our public schools. The threat of lawsuits and the constant badgering of schoolteachers and officials is enough to create pandemonium in children’s education programs. 

We who live in the largely liberal state of California are relatively shielded from the turmoil, but other states (think Florida, for example) have established laws that encourage parental intrusion in the educational process. Decisions regarding a school district’s curriculum should, by all rights, be guided by academic professionals and not ideologically driven parents. As Ms. Strauss points out, parents are free to enroll their children in private or home schools if they’re not comfortable with the public school curriculum, so it is not as if they have no choice. 

A teacher pipeline that is rapidly becoming depleted should be of deep concern to all of us. The social and economic health of our country are both heavily dependent on an educated populace. There are numerous factors contributing to this depletion (e.g., stress due to the pandemic, the endless war against common sense health measures, the lack of respect, the low pay). But now there is another reason to dismiss teaching as a possible career choice: the forced imposition of “parents’ rights” on an education system that takes pride in the professionalism of its teachers and administrators, in whom we should entrust the education of our children.

— Writing services are offered at my website, David Magallanes Writing ServicesDavid Magallanes is a retired college math educator.

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Los “Derechos de Padres” y la Educación Pública

Por David Magallanes • Columnista invitado

Manténgase alerta por el caos inminente en nuestras escuelas.

A medida que los políticos conservadores se adentren en nuestros gobiernos locales, se les encomendará el deber político de consentir a los padres que exigen “control” sobre las mesas directivas y otras entidades educativas. Aparentemente, los padres de familia del extremo derecho político quieren asegurarse de que a sus hijos se les enseñe solo lo que consideran ser valores “estadounidenses” o “cristianos”. Desafortunadamente, estas palabras realmente significan la eliminación de las lecciones y discusiones que investigan nuestra problemática historia racial. Cualquier cosa que apenas toque asuntos sobre la sexualidad apropiados para la edad de los niños también está prohibida.

El “movimiento por los derechos de los padres” ignora rotundamente el escrutinio profesional y la selección adiestrada de materiales educativos. Los maestros y administradores con años o incluso décadas de experiencia y capacitación altamente especializada saben lo que los niños necesitan para convertirse en ciudadanos completos, críticamente reflexivos y bien informados. Los niños que tienen una formación sólida sin perversas y dañinas anteojeras a lo mejor no vayan a crecer enredadas en teorías de conspiración arremolinadas. Las Grandes Mentiras y las ideas chifladas que impulsan la ira delirante de algunos grupos seguramente rodearán a los estudiantes mientras crezcan y naveguen por el confuso panorama social y político que les espera.

Valerie Strauss, redactora del Washington Post, presentó una situación hipotética intrigante en el título de un artículo publicado a fines del año pasado: Imagine una clase con 25 niños – y todos sus padres insisten en decirle al maestro qué enseñar.

Ahora, sabemos que no todos los padres de esos niños van a golpear la puerta de la oficina del director o lanzar insultos y gritos a los miembros de la junta directiva durante sus reuniones mensuales. Pero solo se necesitan no más unos cuantos de ellos, especialmente en las partes más “rojas” de nuestro país, para causar estragos en nuestras escuelas públicas. La amenaza de juicios y el acoso constante de los maestros y funcionarios de la escuela es suficiente para crear un caos en los programas de educación primaria y secundaria.

Nosotros que vivimos en el estado mayoritariamente liberal de California estamos relativamente protegidos de esta clase de agitación, pero otros estados (piensen en Florida, por ejemplo) han establecido leyes que fomentan la intrusión de los padres en el proceso educativo. Las decisiones con respecto al plan de estudios de un distrito escolar deben, con todo derecho, ser guiadas por profesionales académicos y no por padres motivados por sus ideologías. Como señala la Valerie Strauss, los padres son libres de inscribir a sus hijos en escuelas privadas o en el hogar si no se sienten cómodos con el plan de estudios de la escuela pública, por lo que no es como si no tuvieran otra opción.

Una fuente de maestros que se está agotando rápidamente debería ser una gran preocupación para todos nosotros. La salud social y económica de nuestro país depende en gran medida de una población educada. Hay numerosos factores que contribuyen a este agotamiento (por ejemplo, el estrés debido a la pandemia, la guerra interminable contra las medidas de salud de sentido común, la falta de respeto, los bajos salarios). Pero ahora hay otra razón para descartar la enseñanza como una posible elección de carrera: la imposición forzada de los “derechos de los padres” en un sistema educativo que se enorgullece del profesionalismo de los maestros y administradores, a quienes debemos confiar la formación de nuestros hijos.

– – Servicios de escritura se ofrecen en mi sitio web, David Magallanes Writing ServicesDavid Magallanes es un profesor de matemáticas jubilado.

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