Bilingual commentary — African Americans and the Reconstruction Era

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David Magallanes

By David Magallanes • Guest contributor

We live in a great country with a history that is both magnificent and, at times, not so magnificent. Until very recently, we were the light of the world, the “shining city upon a hill,” as our country has been called in flights of oratory throughout modern history. Nonetheless, there have been several ugly periods of time in American history that should have us hanging our heads in shame: the massacres of Native Americans in the nineteenth century; the internment of Japanese Americans in the mid-1940s; the persecution and humiliation of Mexican American youth in Los Angeles by military servicemen and white Angelenos during World War II. Few of us are aware of the Reconstruction era, just after the Civil War when the black slaves were given their freedom. In school, many of us were taught that the slaves were freed and we went on to become a great industrial power.  And we lived happily ever after.  But the truth is otherwise.

At first, in the 1860s and 70s, the recently emancipated African Americans progressed very rapidly into the world of freedom. They quickly found their way into corridors of political power. But then it didn’t take long for the forces of hatred to take over and all their rights disappeared practically overnight.  They ended up back on the plantation, not officially as “slaves,” but rather as “sharecroppers.”  They were effectively “owned” by the white “masters” who once again had complete control of their lives and livelihoods.  Freed slaves were lynched and massacred en masse. Many of us are just now learning about something that we should have been taught in school: the race massacre of African Americans in Tulsa in 1921.  In that era, the political cartoons in the newspapers depicted them using despicable stereotypes that brought the already white-hot hatred toward them to a frenzy.

That hatred persists to this day. I recently read the book, “Tears We Cannot Stop: A Sermon to White America,” by Michael Eric Dyson (2017), in which there are examples of black professionals who are treated like they’re criminals out on the roads and city streets of America. Young black men fall under suspicion for no good reason.  On numerous occasions, the police didn’t believe the author when he told them he was a university professor.

Rayshard Brooks, George Floyd, Breonna Taylor and Ahmaud Arbery are just some of the latest examples of black victims who lost their lives in this country’s heated atmosphere of hatred toward African Americans. In the case of Arbery, Georgia law enforcement initially didn’t even want to prosecute the alleged killers.  But then the video surfaced.  How many thousands of times have members of the black community been wrongfully injured or killed when not on video?

Sunday, June 7, was the anniversary of the murder of James Byrd in Texas.  In 1998, some “good ol’ boys” saw Mr. Byrd walking down the road.  They decided to have some “fun” by tying him to the back of a truck, dragging him until he was completely dismembered.

This time around, “reconstruction” should be just that. It shouldn’t actually mean “deconstruction,” as in our past.  We can only hope that this time, change will indeed find its way into our system of laws as well as into the national psyche.  Our society may in fact find itself on the cusp of a tectonic shift in attitudes.  There are many signs that the time has arrived. When a venerable institution like Quaker Oats decides to remove an iconic, long-serving image—Aunt Jemima—from its brand because it is derived from racist imagery…there is hope.

— David Magallanes is a retired college math educator.

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Los Afroamericanos y la Reconstrucción

Por David Magallanes • Columnista invitado

Vivimos en un gran país con una historia magnífica y, a veces, ni tan magnífica. Hasta hace muy poco, éramos la luz del mundo, la “ciudad brillante sobre una colina”, como se ha llamado a nuestro país en momentos de oratoria inspiradora a lo largo de la historia moderna. No obstante, ha habido varios períodos de tiempo desagradables en la historia de los Estados Unidos que deberían hacer que se nos caiga la cara de vergüenza: las masacres de los nativos americanos en el siglo XIX; el internamiento de japoneses estadounidenses a mediados de la década de 1940; la persecución y humillación de la juventud mexicoamericana en Los Ángeles por militares y angelinos blancos durante la Segunda Guerra Mundial. Pocos entre nosotros somos conscientes de la era de la Reconstrucción, justo después de la Guerra Civil, cuando los esclavos negros recibieron su libertad. En la escuela, a muchos de nosotros nos enseñaron que los esclavos fueron liberados y llegamos a ser una gran potencia industrial. Y vivimos felices para siempre. Pero eso no es cierto.

Al principio, en las décadas de 1860 y 70, los afroamericanos recientemente emancipados progresaron muy rápidamente en el mundo de la libertad. Rápidamente encontraron su camino en los corredores del poder político. Pero luego las fuerzas del odio no tardaron en hacerse cargo y todos sus derechos desaparecieron prácticamente de la noche a la mañana. Terminaron de vuelta en la plantación, no oficialmente como “esclavos”, sino más bien como “aparceros”. Eran efectivamente “propiedad” de los “patrones” blancos que una vez más tenían el control completo sobre sus vidas y medios de vida. Los esclavos liberados fueron linchados y masacrados en masa. Muchos de nosotros estamos aprendiendo justamente ahora sobre algo que deberíamos haber aprendido en la escuela: la masacre racial de afroamericanos en Tulsa en 1921.  En esos tiempos, las caricaturas políticas en los periódicos los representaban usando estereotipos despreciables que revolvieron el odio ya candente hacia ellos a un frenesí.

Ese odio persiste hasta nuestros días. Recientemente leí el libro, “Tears We Cannot Stop: A Sermon to White America” (“Las Lágrimas que No Podemos Detener: Un Sermón a América Blanca”), de Michael Eric Dyson (2017), en el que hay ejemplos de profesionales afroamericanos que son tratados como delincuentes en las carreteras y las calles de América. Los jóvenes negros se encuentran bajo sospecha sin ninguna buena razón. En numerosas ocasiones, la policía no le creyó al autor cuando les dijo que era profesor universitario.

Rayshard Brooks, George Floyd, Breonna Taylor y Ahmaud Arbery son solo algunos de los últimos ejemplos de víctimas afroamericanas que perdieron la vida en la ardiente atmósfera de odio hacia los afroamericanos en este país. En el caso de Arbery, la policía de Georgia inicialmente ni siquiera quería enjuiciar a los presuntos asesinos. Pero entonces apareció el video. ¿Cuántas miles de veces los miembros de la comunidad negra han sido heridos o asesinados injustamente cuando no están en video?

El domingo 7 de junio fue el aniversario del asesino de James Byrd en Texas. En 1998, tres “amigazos blancos” vieron al Sr. Byrd caminando por el camino. Decidieron “divertirse” un poco atándolo a la parte trasera de un camión y arrastrándolo hasta que estuvo completamente desmembrado.

Esta vez, la “reconstrucción” debería ser solo eso. Al fin y al cabo, no debería significar “deconstrucción”, como en nuestro pasado. Solo podemos esperar que esta vez, el cambio realmente llegue a nuestro sistema de leyes, así como a la psique nacional. De hecho, nuestra sociedad puede encontrarse en la cúspide de un cambio tectónico de actitudes. Hay muchas señales de que ha llegado el momento. Cuando una institución venerable como Quaker Oats decide eliminar de su marca una imagen icónica y duradera, Aunt Jemima (conocida como “La Negrita” en México), porque se deriva de imágenes racistas … hay esperanza.

– – David Magallanes es un profesor de matemáticas jubilado.

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