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By David Magallanes • Guest contributor
Sometimes we reach for an artifact, a bauble, a seashell, or a book because something—we don’t know what—attracts us to the object. It’s almost as if the object chooses us.
I’ve often randomly reached for books or watched a movie or documentary. For reasons unknown to me, they caught my attention and ended up giving me a new perspective that helped me understand more about the world around me. These sources of information have pulled my life into different orbits, and at times even changed the course of my existence completely and irrevocably. One of my latest book choices certainly had me reconsidering some of the things that I had observed and learned throughout my life.
This particular book was published in 1951, shortly after World War II, when the Cold War with the Soviet Union was beginning to ramp up. Eric Hoffer’s “The True Believer” is a fascinating journey into the minds, souls, and hearts of those who find themselves caught up in mass movements such as the French Revolution, the ascent of Nazism, the rise of Stalinism, and the Communist revolutions.
In our own country, we had the American Revolution that united the hearts and minds of the colonists in a common cause: independence from the British Crown and a new, constitutional democracy.
Astute leaders throughout history have known how to exploit their people’s hopes, dreams, and frustrations in order to harness the energy for a mass movement. According to Mr. Hoffer, one of the ingredients for a nefarious mass movement is hatred*.
Hitler determined that hatred was indispensable for the success of his evil mass movement. European Jews would become the object of the hatred that would unify his supporters. As Hitler stirred this hatred in the cauldron of Nazi ideology, he mesmerized his followers with inspirational rants about the purity of the white “Aryan race.”
We in the U.S. have seen these kinds of sinister maneuvers in our own time and at this moment. Growing mass movements threaten our democracy and demonize a variety of “enemies.” Recently, professional journalists were called out as “the enemy of the people.” African Americans, Asians, Latinos, scientists, educators, the LGBTQ populace—even women—have become the “enemy du jour” on a rotating basis in extremist media. It would be hard to conjure the necessary energy for a malevolent mass movement without an element of hatred—or at least contempt.
So let us be vigilant. We are at a tipping point in the evolution of our country. And yes, a violent coup could happen here. One almost succeeded at the beginning of this year.
*Eric Hoffer (1951), The True Believer, Time Inc., p. 96.
— Writing services are offered at my website, David Magallanes Writing Services. David Magallanes is a retired college math educator.
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Escogiendo el Enemigo
Por David Magallanes • Columnista invitado
A veces buscamos un artefacto, una chuchería, una concha o un libro porque algo—no sabemos qué—nos atrae hacia el objeto. Es casi como si el objeto nos eligiera a nosotros.
A menudo he buscado libros o he visto una película o un documental al azar. Por razones que desconozco, me llamaron la atención y terminaron dándome una nueva perspectiva que me ayudó a entender más sobre el mundo que me rodea. Estas fuentes de información han llevado mi vida a diferentes órbitas y, en ocasiones, incluso han cambiado el curso de mi existencia de forma completa e irrevocable. Una de mis últimas elecciones de libros ciertamente me hizo reconsiderar algunas de las cosas que había observado y aprendido a lo largo de mi vida.
Este libro en particular se publicó en 1951, poco después de la Segunda Guerra Mundial, cuando la Guerra Fría con la Unión Soviética comenzaba a acelerarse. “The True Believer” (“El Verdadero Creyente”) de Eric Hoffer es un viaje fascinante por las mentes, las almas y los corazones de quienes se encuentran atrapados en movilizaciones de masas como la Revolución Francesa, el ascenso del nazismo y estalinismo, y las revoluciones comunistas.
En nuestro propio país, tuvimos la Revolución Americana que unió los corazones y las mentes de los colonos en una causa común: la independencia de la Corona Británica y una nueva democracia constitucional.
A lo largo de la historia, los líderes astutos han sabido explotar las esperanzas, los sueños y las frustraciones de su pueblo para aprovechar la energía de una movilización de masas. Según el Sr. Hoffer, uno de los ingredientes de un nefasto movimiento de masas es el odio*.
Hitler determinó que el odio era indispensable para el éxito de su malvado movimiento de masas. Los judíos europeos se convertirían en objeto del odio que uniría a sus seguidores. Mientras Hitler revolvía este odio en el caldero de la ideología nazi, hipnotizaba a sus seguidores con inspiradas diatribas sobre la pureza de la “raza aria” blanca.
En los Estados Unidos hemos visto este tipo de maniobras siniestras en nuestro propio tiempo y en este momento. Las crecientes movilizaciones de masas amenazan nuestra democracia y demonizan a una variedad de “enemigos”. Recientemente, los periodistas profesionales fueron calificados de “enemigos del pueblo”. Los afroamericanos, asiáticos, latinos, científicos, educadores, la población LGBTQ—incluso las mujeres—se han convertido en el “enemigo del día” de forma rotatoria en los medios extremistas. Sería difícil conjurar la energía necesaria para una movilización de masas malévolo sin un elemento de odio, o al menos desprecio.
Así que estemos atentos. Estamos en un punto de inflexión en la evolución de nuestro país. Y sí, aquí podría ocurrir un golpe de Estado violento. Eso casi sucedió a principios de este año.
*Eric Hoffer (1951), El verdadero creyente, Time Inc., p. 96.
– – Servicios de escritura se ofrecen en mi sitio web, David Magallanes Writing Services. David Magallanes es un profesor de matemáticas jubilado.
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