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By David Magallanes • Guest contributor
Artificial intelligence (AI) is the quintessential double-edged sword. It has the ability to rescue humanity from some of its most intractable problems. On the other hand, if we are not careful, it could end up subjecting us to its whims, ravaging societies, and, ultimately, destroying us.
Some scientists and social engineers are giddy with the possibilities of AI. They see it as a means toward achieving things such as advances in medicine, more effective education, better tools for fighting climate change, and stronger and more durable materials. Employers are salivating with the potential of AI to help them trim costs—enormously, in some cases.
In contrast, workers are beginning to be concerned about their futures. Robust advances in AI threaten to upend work as we know it. We immediately fear for the workers without a college degree who tend to fall into jobs that require repetitive motion or little skill. That is a rational fear, given that AI has already replaced many of these jobs. Think about the “robots” that replace auto workers in the factories, take orders at restaurants, do the jobs that tellers at banks once performed, and replace receptionists at medical offices with computer screens.
But it’s not just the lower echelons of employment that stand to feel the threat of machines taking over. White collar workers, too, need to look over their shoulders. For example, AI could easily replace entire teams of lawyers. Until now, they have been paid handsomely to “dot the i’s and cross the t’s” to assure the accuracy of complex documents. But an application of AI to the process might take seconds instead of weeks for a fraction of the cost.
Entire movie scripts and meaningful, intriguing stories can be written by AI in short order. This could mean a reduced dependence on writers.
Even as I type words in my emails or in Microsoft Word, the software “suggests” words and phrases by analyzing the surrounding words and the context in which they are found. I usually accept these suggestions by hitting the “tab” key because they are often excellent recommendations. It’s unsettling—the software almost seems to know what I’m thinking and what I’m about to type.
At this moment in the 21st century, we seem to be on the cusp of an explosion of AI that will—for better or for worse—permeate our lives.
We have reason to be optimistic about the automation, analytical power, and innovation that are within the realm of AI. But there are also powerful and influential voices warning us that we must proceed with extreme caution. Elon Musk, Pope Francis, and the late, renowned physicist Stephen Hawking have warned us of the potentially ominous consequences of unfettered AI. We really don’t know where AI will take us, and some of the possibilities are truly terrifying.
We humans have stood on this precipice before. At the dawn of the nuclear age, Albert Einstein regretted the direction that his discoveries and theories were taking us. And here we are today, half a century later, at the edge of mutual nuclear annihilation.
AI has even greater potential to destroy this planet if it is not tamed and channeled now, at the dawn of this expansion of intelligence. We have many “what ifs” to contend with.
What if AI computer programs learn to program and improve themselves? What if AI algorithms were to infiltrate our weapon systems? What if a rogue leader were to use AI to intimidate and blackmail other countries, much as what is happening right now with regard to nuclear weaponry? What if AI systems, without the proper checks and balances, were to achieve greater intelligence than their creators? What if artificial, destructive superintelligence were to emerge and decide that it does not need us? What if it were to go further and decide that it must get rid of us because we stand in its way?
The hostile, havoc-wreaking, evil genie is not yet out of the bottle. Let’s make sure it stays there forever. We still have time to consider very seriously what we are about to embark upon. The future of humanity rests in our hands.
— Writing services are offered at my website, David Magallanes Writing Services. David Magallanes is a retired college math educator.
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¿Nos Condenará la Inteligencia Artificial?
Por David Magallanes • Columnista invitado
La inteligencia artificial (IA) es el arma de doble filo por excelencia. Tiene la capacidad de rescatar a la humanidad de algunos de sus problemas más difíciles. Por otro lado, si no tenemos cuidado, podría terminar sometiéndonos a sus caprichos, asolando sociedades y, en última instancia, destruyéndonos.
Algunos científicos e ingenieros sociales están entusiasmados con las posibilidades de la IA. Lo ven como un medio para lograr objetivos como avances en medicina, educación más efectiva, mejores herramientas para combatir el cambio climático, y materiales más resistentes y duraderos. Los empleadores están salivando con el potencial de la IA para ayudarlos a recortar costos—enormemente, en algunos casos.
Por el contrario, los trabajadores empiezan a preocuparse por su futuro. Los avances en IA amenazan con cambiar el trabajo tal como lo conocemos. Inmediatamente tememos por los trabajadores sin título universitario que tienden a caer en trabajos que requieren movimientos repetitivos o poca habilidad. Ese es un temor racional, dado que la IA ya ha reemplazado muchos de estos trabajos. Piense en los “robots” que reemplazan a los trabajadores automotrices en las fábricas, que toman pedidos en los restaurantes, que hacen los trabajos que antes realizaban los cajeros de los bancos y reemplazan a los recepcionistas en los consultorios médicos con pantallas de computadora.
Pero no son solo los niveles menos avanzados de empleo los que sienten la amenaza de las máquinas que toman el control. Los trabajadores de cuello blanco también deben mirar por encima del hombro. Por ejemplo, AI podría reemplazar fácilmente a equipos completos de abogados. Hasta ahora, se les ha pagado generosamente por ser meticulosos para garantizar la precisión de los documentos complejos. Pero una aplicación de IA al proceso puede tomar segundos en lugar de semanas por una fracción del costo.
La IA puede escribir guiones de películas completos e historias elocuentes e intrigantes en poco tiempo. Esto podría significar una menor dependencia de los escritores.
Incluso mientras escribo palabras en mis correos electrónicos o en Microsoft Word, el software “sugiere” palabras y frases al analizar las palabras que las rodean y el contexto en el que se encuentran. Normalmente acepto estas sugerencias presionando la tecla “tab” porque a menudo son excelentes recomendaciones. Es inquietante: el software casi parece saber lo que estoy pensando y lo que estoy a punto de escribir.
En este momento del siglo XXI, parece que estamos en la cúspide de una explosión de IA que, para bien o para mal, impregnará nuestras vidas.
Tenemos motivos para ser optimistas sobre la automatización, el poder analítico y la innovación que se encuentran dentro del ámbito de la IA. Pero también hay voces poderosas e influyentes que nos advierten que debemos proceder con extrema cautela. Elon Musk, el Papa Francisco y el fallecido y renombrado físico Stephen Hawking nos advirtieron sobre las consecuencias potencialmente ominosas de la IA sin restricciones. Realmente no sabemos a dónde nos llevará la IA, y algunas de las posibilidades son realmente aterradoras.
Los humanos hemos estado en este precipicio antes. En los albores de la era nuclear, Albert Einstein lamentó la dirección que nos estaban tomando sus descubrimientos y teorías. Y aquí estamos hoy, medio siglo después, al borde de la mutua aniquilación nuclear.
La IA tiene un potencial aún mayor para destruir este planeta si no se controla y canaliza ahora, en los albores de esta expansión de la inteligencia. Tenemos muchos “qué pasaría si…” con los que lidiar.
¿Qué pasará mientras los programas informáticos de IA aprenden a programarse y mejorarse a sí mismos? ¿Qué pasaría si los algoritmos de IA se infiltraran en nuestros sistemas de armas? ¿Qué pasaría si un líder corrupto usara la IA para intimidar y chantajear a otros países, como lo que está sucediendo ahora con respecto al armamento nuclear? ¿Qué pasaría si los sistemas de IA, sin los controles y equilibrios adecuados, lograran una inteligencia mayor que la de sus creadores? ¿Qué pasaría si surgiera una superinteligencia artificial y destructiva y decidiera que no nos necesita? ¿Qué pasaría si esta inteligencia fuera más allá y decidiera que debe deshacerse de nosotros porque la estamos estorbando?
El genio malvado, hostil, causante del caos, aún no ha salido de la botella. Asegurémonos de que permanezca allí para siempre. Todavía estamos a tiempo de considerar muy seriamente lo que estamos a punto de emprender. El futuro de la humanidad está en nuestras manos.
– – Servicios de escritura se ofrecen en mi sitio web, David Magallanes Writing Services. David Magallanes es un profesor de matemáticas jubilado.
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