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By David Magallanes • Guest contributor
Have you ever found yourself wondering why a place is called something intriguing, such as “Whynot?” There are communities with that name in Mississippi and North Carolina.
Or how about “China” in Texas?
Hinting at scandal, we have the town of “Hooker” in the panhandle of Oklahoma. The locals are quick to assure us that “it’s a location, not a vocation.” I’m glad they clarified that.
There are always equally intriguing reasons how places like these got their names. In the case of Whynot, North Carolina, there was frustration at a meeting when the original inhabitants could not agree on a name for the new town at a meeting held for that purpose. One exasperated community member who wanted to get up and go home sarcastically suggested, “Why not call the town ‘Whynot’”? Apparently, no one wanted to argue with the proposal, so they christened the town with that name and promptly went home.
In the case of the Texas town, “China” refers to their chinaberry trees and not to the ethnicity of the local population.
And there’s no scandal to be had in the Oklahoma panhandle. “Hooker” was the name of a ranch foreman in the early 1900s as the state of Oklahoma was forming. The local folks wished to honor him by bestowing his name on the new town.
It’s as if Americans like to sprinkle a pinch of whimsy into their country’s geography. Curiosity about place names like these can lead us to enchanting labyrinths filled with history, legends, and a delightful dash of absurdity and humor.
I found myself intrigued by the name of a parcel of Southern California parkland next to Malibu Creek State Park. When I heard on the radio the name of the place, King Gillette Ranch, I wondered if royalty had left its mark on our region. I also wondered if the name had any relationship whatsoever with the razor blades I’ve used to shave with all my life.
I did what I often do when I’m curious about something: I researched it. The answers to my questions were no and yes, respectively.
There’s nothing “royal” about “King Gillette.” That was the man’s name, first and last. He was born in Wisconsin and, to massively summarize his great success, he invented the disposable razor blade and became one of the wealthiest men in the world. In the early 1900s he formed what would become the Gillette Safey Razor Company. His company evolved and thrives to this day, although the stock market crash of 1929 and other factors destroyed Mr. Gillette’s wealth, along with the wealth of many others.
In 1926, just prior to the loss of his fortune, Mr. Gillette purchased acreage in Las Virgenes Canyon between Ventura County and Los Angeles. There, he built a 25-room Spanish-style mansion reminiscent of the enchanting estate known as Hearst Castle on the Central Coast of California.
King Gillette was frustrated by his loss of wealth but was able to keep the ranch until his death in 1932. The property has since passed hands, first to an MGM film director, then to the Claretians, a Catholic religious order. The seminary that they established there leased parts of the ranch to Thomas Aquinas College, based in Santa Paula.
The ranch property subsequently came under control of a New Age religious order. After it was accused of making changes without require permits, the ranch came under the ownership of Soka University, a Japanese school.
Finally, in 2005, the Mountains Recreation and Conservancy Authority bought the property for $35 million. In 2007, this secluded and beautiful site in the Santa Monica Mountains was opened to the public.
So now we know how King Gillette Ranch got its name and became an attractive place for the public’s enjoyment.
— David Magallanes is a retired professor of mathematics.
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¿Era Él un Rey? ¿Y Vendía Hojas de Afeitar?
Por David Magallanes • Columnista invitado”
¿Alguna vez te has preguntado por qué un lugar se llama algo intrigante, como “¿Whynot?” (“¿Por Qué No?”). Hay comunidades con ese nombre en Misisipí y Carolina del Norte.
¿O qué tal “China” en Texas?
Insinuando un escándalo, tenemos la ciudad de “Hooker” (“Prostituta”) en el estado de Oklahoma. Los lugareños se apresuran a asegurarnos que “es un lugar, no una vocación”. Me alegro de que hayan aclarado eso.
Siempre hay razones igualmente intrigantes por las que lugares como estos obtuvieron sus nombres. En el caso de Whynot, Carolina del Norte, hubo frustración en una reunión en la que los habitantes originales no pudieron ponerse de acuerdo sobre un nombre para la nueva ciudad en una reunión celebrada con ese propósito. Un miembro de la comunidad, exasperado porque que quería irse a casa, sugirió sarcásticamente: “¿Por qué no llamar a la ciudad ‘Whynot’”? Al parecer, nadie quiso discutir la propuesta, por lo que bautizaron el pueblo con ese nombre y así como así se fueron a casa.
En el caso de la ciudad de Texas, “China” se refiere a sus árboles de “chinaberry” y no al origen étnico de los residentes locales.
Y no hay ningún escándalo en la región de Oklahoma. “Hooker” era el nombre de un capataz de rancho a principios del siglo XX, cuando se estaba formando el estado de Oklahoma. Los lugareños quisieron honrarlo dando su nombre a la nueva ciudad.
Es como si a los estadounidenses les gustara añadir una pizca de fantasía a la geografía de su país. La curiosidad por topónimos como estos puede llevarnos a encantadores laberintos llenos de historia, leyendas y un delicioso toque de ridiculez y humor.
Me intrigó el nombre de una parcela de un parque del sur de California junto al Parque Estatal Malibu Creek. Cuando escuché en la radio el nombre del lugar, King Gillette Ranch, me pregunté si la realeza había dejado su huella en nuestra región. También me pregunté si el nombre tendría alguna relación con las hojas de afeitar con las que me he afeitado toda la vida.
Hice lo que hago a menudo cuando tengo curiosidad sobre algo: lo investigué. Las respuestas a mis preguntas fueron no y sí, respectivamente.
No hay nada de “realeza” en cuanto a “King Gillette”. Ese era el nombre y apellido del hombre. Nació en Wisconsin y, para resumir masivamente su gran éxito, inventó la hoja de afeitar desechable y se convirtió en uno de los hombres más ricos del mundo. A principios del siglo XX formó lo que se convertiría en Gillette Safey Razor Company. Su empresa evolucionó y prospera hasta el día de hoy, aunque la caída del mercado de valores de 1929 y otros factores destruyeron la riqueza del Sr. Gillette, junto con la riqueza de muchos otros.
En 1926, justo antes de perder su fortuna, el Sr. Gillette compró un terreno en Las Virgenes Canyon entre el condado de Ventura y Los Ángeles. Allí construyó una mansión de estilo español de 25 habitaciones que recuerda a la encantadora finca conocida como “Hearst Castle” en la costa central de California.
King Gillette se sintió frustrado por la pérdida de su riqueza, pero pudo conservar el rancho hasta su muerte en 1932. Desde entonces, la propiedad fue transferida a otros dueños, primero a un director de cine de la MGM y luego a los claretianos, una orden religiosa católica. El seminario que establecieron allí arrendó partes del rancho al Thomas Aquinas College, con sede en Santa Paula.
Posteriormente, la propiedad del rancho quedó bajo el control de una orden religiosa de la “Nueva Era”. Después de que la orden fuera acusada de realizar cambios sin los permisos necesarios, el rancho pasó a ser propiedad de la Universidad Soka, una escuela japonesa.
Finalmente, en 2005, la Mountains Recreation and Conservancy Authority (Autoridad de Conservación y Recreación de las Montañas) compró la propiedad por 35 millones de dólares. En 2007, este hermoso lugar, aislado en las montañas de Santa Mónica, se abrió al público.
Ahora sabemos cómo King Gillette Ranch obtuvo su nombre y se convirtió en un lugar atractivo para el disfrute del público.
– – David Magallanes es un profesor jubilado de matemáticas.
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