Bilingual Commentary — Their Indispensable Role of Libraries in Our Communities

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By David Magallanes • Guest contributor

Last week was National Library Week, “a time to celebrate our nation’s libraries, library workers’ contributions and promote library use and support,” according to the American Library Association website. 

Libraries are not the places we boomers knew as children. In the late 1950s, computers and the Internet were just a twinkle in technology’s eye. We may not all have walked to school uphill in neck-high snow, but we did work to get information. And by that, I mean physical work—not punching a few keys on a keyboard and instantaneously having, quite literally, a world of information presented to us on a screen. We would have to drive (or, as in my case, ride our bicycles) to the library, walk up to the massive index card repository, pull out long drawers corresponding to the first letter of the book title we were seeking, sift through possibly hundreds of paper index cards that had been painstakingly typewritten with the information that directed us to the book we sought, write down the Dewey Decimal System number, walk to the appropriate “stack” (which may have been upstairs) and search for the book (which may have required use of a ladder, and there was no guarantee that it would actually be there). 

Assuming the book was there, if it was not quite what we had sought, it was a matter of retracing our steps back to the index cards and starting the process all over again. Finally, once we had the prized book in hand, it was a matter of leafing through the book and searching for the information that we so desperately pursued. That information was often not quite what we were looking for, so…back to the index cards to start the agonizing process all over again. If we didn’t want to take the book home, we would simply have to write down with pen or pencil the information we wanted on a sheet of paper.

At this time, well into the 21st century, libraries have become far more than orderly stacks of physical books. Libraries have had to evolve along with technology, as well as with social needs. The library is one of the last frontiers into which Americans’ trust is placed, but even that trust is starting to unravel. 

With the deinstitutionalization of mental health facilities in our communities, and as the fabric of family life is pulled taut to the point of shredding, libraries have become, in effect, after-school centers for children, daytime community shelters for the homeless, centers for tutoring, training, basic skills, jobs and careers. They provide meeting rooms, lectures for adults, free wi-fi connections, computers, English classes for immigrants, family entertainment events, movies, and discussions. 

The libraries in our midst are, in short, the epitome of community service, staffed by professional, educated librarians and trainees. Library employees and volunteers receive ongoing training to prepare them for circumstances that were considered rare, if not unthinkable, when I used to visit the libraries as a child and as a teenager.

Librarians today are potential targets for the mentally unstable, the angry parents, and the intimidating extremists who demand book censorship. Librarians have had to confront calls for book removals and even book burnings. Conservative radio hosts fan the flames that trigger disdain and utter contempt for books that they irrationally deem to be racist, obscene, pornographic, or “too woke.” Librarians, however, have pushed back, demanding in turn the freedom to read.

The first free public library in the U.S. was opened in 1833 in Peterborough, New Hampshire. This means that before too long we will be celebrating the 200th anniversary of the birth of American public libraries. Let us be sure to give our local libraries the support they need to remain an effective promoter of literacy and community health. 

— Writing services are offered at my website, David Magallanes Writing ServicesDavid Magallanes is a retired college math educator.

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El Papel Indispensable de las Bibliotecas en Nuestras Comunidades

Por David Magallanes • Columnista invitado

La semana pasada fue la Semana Nacional de la Biblioteca, “un momento para celebrar las bibliotecas de nuestra nación, las contribuciones de los trabajadores bibliotecarios y promover el uso y el apoyo de la biblioteca”, según el sitio web de la American Library Association (Asociación Estadounidense de Bibliotecas).

Las bibliotecas no son los lugares que los “boomers” conocíamos de niños. A fines de la década de 1950, las computadoras e Internet eran solo un destello en el ojo de la tecnología. Es posible que no todos hayamos caminado a la escuela cuesta arriba con nieve hasta el cuello, pero sí trabajamos para obtener información. Y con eso, me refiero al trabajo físico: no presionar algunas teclas en un teclado y tener instantánea y literalmente un mundo de información que se nos presenta en una pantalla. Tendríamos que conducir (o, en mi caso, andar en bicicleta) hasta la biblioteca, caminar hasta el depósito masivo de fichas, abrir cajones largos correspondientes a la primera letra del título del libro que buscábamos, revisar posiblemente cientos de fichas de papel cuidadosamente escritas a máquina con la información que nos dirigiera al libro que buscábamos, anotar el número del Sistema Decimal Dewey, caminar hasta el estante apropiado (lo cual pudo haber estado arriba) y buscar el libro (lo cual pudo haber requerido el uso de una escalera, y no había garantía de que realmente estaría allí). 

Suponiendo que el libro estuviera allí, si no era exactamente lo que habíamos buscado, era cuestión de volver sobre nuestros pasos hasta las fichas y comenzar el proceso de nuevo. Finalmente, una vez que tuviéramos el preciado libro en la mano, era cuestión de hojearlo y buscar la información que tan desesperadamente perseguíamos. Esa información a menudo no era exactamente lo que buscábamos, así que…una vez más a las fichas para comenzar el proceso agonizante de nuevo. Si no queríamos llevarnos el libro a casa, simplemente tendríamos que escribir, con pluma o lápiz, la información que queríamos en una hoja de papel.

En este momento, bien entrado el siglo XXI, las bibliotecas se han convertido en mucho más que estantes ordenados de libros físicos. Las bibliotecas han tenido que evolucionar junto con la tecnología, así como con las necesidades sociales. La biblioteca es una de las últimas fronteras en las que se deposita la confianza de los estadounidenses, pero incluso esa confianza está empezando a desmoronarse.

Con la desinstitucionalización de las instalaciones de salud mental en nuestras comunidades, y a medida que el tejido de la vida familiar se tensa hasta el punto de hacerse trizas, las bibliotecas se han convertido, de hecho, en centros para niños después de la escuela, refugios comunitarios diurnos para los desamparados, centros para tutoría, capacitación, habilidades básicas, trabajos y carreras. Proporcionan salas de reuniones, conferencias para adultos, conexiones wi-fi gratuitas, computadoras, clases de inglés para inmigrantes, eventos de entretenimiento familiar, películas y debates.

Las bibliotecas entre nosotros son, en resumen, el gran ejemplo del servicio comunitario, atendidas por bibliotecarios tanto como aprendices profesionales y educados. Los empleados y voluntarios de la biblioteca reciben capacitación continua para prepararlos para circunstancias que se consideraban raras, si no impensables, cuando yo de niño solía visitar las bibliotecas.

Los bibliotecarios de hoy son blancos potenciales para los mentalmente inestables, los padres enojados y los extremistas intimidantes que exigen la censura de libros. Los bibliotecarios han tenido que hacer frente a pedidos de retirada de libros e incluso de la quema de libros. Los presentadores de radio conservadores avivan las llamas, las cuales desencadenan el desdén y el desprecio total por los libros que irracionalmente consideran racistas, obscenos, pornográficos o demasiado “woke” (un término despectivo en inglés). Los bibliotecarios, sin embargo, han resistido, exigiendo a su vez la libertad de leer.

La primera biblioteca pública gratuita de los Estados Unidos abrió sus puertas en 1833 en Peterborough, New Hampshire. Esto significa que dentro de poco estaremos celebrando el 200 aniversario del nacimiento de las bibliotecas públicas estadounidenses. Asegurémonos de brindar a nuestras bibliotecas locales el apoyo que necesitan para seguir siendo un promotor eficaz de la alfabetización y la salud comunitaria.

– – Servicios de escritura se ofrecen en mi sitio web, David Magallanes Writing ServicesDavid Magallanes es un profesor de matemáticas jubilado.

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