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By David Magallanes • Guest contributor
Earlier this month, Florida’s Gov. Ron DeSantis signed into law a bill that bans the manufacture and distribution of lab-grown meat. He righteously declared that he was protecting cattle farmers in his state but then characteristically proceeded to blame the “global elite.” This murky, amorphous force is, according to the governor, surreptitiously foisting its “authoritarian goals” on those of us who would dare to suggest that the meat industry is contributing significantly to climate change. He disparaged the mysterious entities that want to force us to eat “fake meat.”
Credible research suggests that animal agriculture is responsible for somewhere between approximately 11% and 20% of the emissions that are warming our planet. Hence the meat industry’s impact on our climate is not by any means trivial. News about the deleterious effects on our environment caused by our demand for meat is deliberately smothered. Powerful forces and misinformation have deliberately silenced the alarms that would otherwise move us to urgently take action on this matter.
The reasons for the suppression of this news are obvious. There are weighty business interests that are anxious to “catch and kill” any news that dents their profits. If we harbor any doubts about this, we need only look at the colossal efforts unleashed by the tobacco and oil industries to quash any news that threatened the bottom line of their income statements.
Although Mr. DeSantis is to be credited for striving to protect one of his state’s major industries, he is known for continually waging politically motivated wars. His battles have taken on sundry perceived enemies, such as “woke,” science, education, Disneyland, the LGBTQ community, Bud Light beer, and immigrants. But his war on lab-grown meat is misguided and particularly detrimental to human health and climate change.
The science of “growing meat” in the lab is in its infancy. This “cultivated meat” is derived from stem cells of live animals. These cells are nurtured, causing them to proliferate and provide muscle cells, fat cells, and ultimately—meat.
Lab-grown meat will not be threatening the traditional meat industry for a while. It does not yet offer the same flavors, textures, and nutrients as conventional meat.
Nonetheless, research that might provide a solution to some of the world’s most intractable problems deserves to be supported and encouraged—as opposed to “outlawed.” The attenuation of our dependence on animal agriculture for our sustenance could lead to reductions in planetary scourges such as environmental destruction and climate change. On the health front, we might even begin to see the curtailment of rampant and ultimately preventable diseases such as cardiovascular disease and cancer.
As members of Western society, we may not be quite ready to abandon our hamburgers, steaks, and dairy foods. But as our environmental systems begin to collapse under the weight of animal agriculture and climate change, we might be more willing to contemplate a future with a more open mind and less resistance to alternative, plant- and lab-based sources of protein and general nutrition.
— David Magallanes is a retired professor of mathematics.
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El Impacto de la Industria Cárnica en el Cambio Climático
Por David Magallanes • Columnista invitado”
A principios de este mes, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, promulgó un proyecto de ley que prohíbe la fabricación y distribución de carne cultivada en laboratorio. Declaró rectamente que estaba protegiendo a los ganaderos de su estado, pero luego, como es característico, procedió a culpar a la “élite global”. Esta fuerza turbia y amorfa, según el gobernador, está imponiendo subrepticiamente sus “objetivos autoritarios” a aquellos de nosotros que nos atreveríamos a sugerir que la industria cárnica está contribuyendo significativamente al cambio climático. Menospreció a las misteriosas entidades que quieren obligarnos a comer “carne falsa”.
Investigaciones creíbles sugieren que la agricultura animal es responsable de aproximadamente entre el 11% y el 20% de las emisiones que están calentando nuestro planeta. Por lo tanto, el impacto de la industria cárnica en nuestro clima no es en absoluto trivial. Se silencian deliberadamente las noticias sobre los efectos nocivos sobre nuestro medio ambiente causados por nuestra demanda de carne. Fuerzas poderosas y desinformación han silenciado deliberadamente las alarmas que, de otro modo, nos impulsarían a tomar medidas urgentes sobre este asunto.
Los motivos de la supresión de esta noticia son obvios. Hay importantes intereses empresariales que están ansiosos por “detectar y matar” cualquier noticia que afecte sus ganancias. Si albergamos alguna duda al respecto, basta con mirar los colosales esfuerzos desplegados por las industrias tabacalera y petrolera para acallar cualquier noticia que amenazara los resultados de sus cuentas de resultados.
Aunque a DeSantis se le atribuye el mérito de esforzarse por proteger una de las principales industrias de su estado, es conocido por librar continuamente guerras por motivos políticos. Sus batallas se han enfrentado a diversos enemigos percibidos, como los “despertados”, la ciencia, la educación, Disneylandia, la comunidad LGBTQ, la cerveza Bud Light y los inmigrantes. Pero su guerra contra la carne cultivada en laboratorio es equivocada y particularmente perjudicial para la salud humana y el cambio climático.
La ciencia del “cultivo de carne” en el laboratorio está en su infancia. Esta “carne cultivada” se deriva de células madre de animales vivos. Estas células se nutren, lo que hace que proliferen y proporcionen células musculares, células grasas y, en última instancia, carne.
La carne cultivada en laboratorio no amenazará a la industria cárnica tradicional por un tiempo. Aún no ofrece los mismos sabores, texturas y nutrientes que la carne convencional.
No obstante, la investigación que podría ofrecer una solución a algunos de los problemas más difíciles del mundo merece ser apoyada y fomentada, en lugar de “prohibida”. La atenuación de nuestra dependencia de la ganadería para nuestro sustento podría conducir a reducciones de flagelos planetarios como la destrucción ambiental y el cambio climático. En cuanto a la salud, incluso podríamos comenzar a ver la reducción de enfermedades rampantes y, en última instancia, prevenibles, tales como las enfermedades cardiovasculares y el cáncer.
Como miembros de la sociedad occidental, es posible que no estemos del todo preparados para abandonar nuestras hamburguesas, filetes y productos lácteos. Pero a medida que nuestros sistemas ambientales comienzan a colapsar bajo el peso de la ganadería y el cambio climático, tal vez podríamos estar más dispuestos a contemplar un futuro con una mente más abierta y con menos resistencia a fuentes alternativas de proteínas y nutrición general basadas en plantas y laboratorios.
– – David Magallanes es un profesor jubilado de matemáticas.
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