Bilingual commentary — The High Price of Illiteracy

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By David Magallanes • Guest contributor

I was recently listening to a radio program discussing illiteracy and poverty in our country. These two intractable problems in our society are inextricably linked to each other. They also explain a lot of the darker forces that are shaping our future—and that of our children.

As I searched the Internet for some insight into the aforementioned forces, I came across a few uncomfortable propositions. I was reluctant to accept them. But I had to admit to myself that there were good reasons to at least entertain the possibility that these propositions contained some truth. 

We’ve all become aware of the ongoing labor unrest in the U.S. and throughout the world. Whereas blue- and white-collar Americans used to be able to earn a decent living and afford a comfortable roof over their heads, they now struggle to lead a dignified life. The levels of student debt, the vertiginous prices of homes, the suppression of wages, the dwindling benefits—if any—offered to workers are all fusing with the effects of pandemic- and war-induced inflation. 

In short, the general population is drowning in the struggle to save their financial lives. We’re all witnesses to the explosion of homelessness and the stress placed on food banks in their attempts to feed a hungry, flailing populace.

One of the “uncomfortable” observations I came across in my search for insight suggested that a government that wishes to control its citizenry more easily does two things: 1) it keeps them scrambling to earn sufficiently to simply “keep up” (i.e., keep their heads above water), and 2) it regulates the education of children and young adults for its own purposes.

It’s the second item that has me particularly concerned. If we keep our ear to the ground, we can hear the rumblings of an autocratic takeover of our schools. We hear it when presidential candidates call for the obliteration of the Department of Education, which sets national standards of education in our classrooms. 

We hear it when the candidates demand “school choice” and the establishment of “charter schools.” This approach practically guarantees a return to academic racial segregation, a tactic for making America “great” again, according to them. 

We hear it when certain states eradicate lessons on the human slavery that literally built this country.

We hear it when organizations such as “Moms for Liberty” demand that “parental rights” be respected and pursue a takeover of school boards to bring their conservative agenda to fruition at the state and national levels. 

The “Moms” and other right-wing organizations, along with supportive lawmakers, are likewise enforcing unseemly book bans in schools in an attempt to shape the children’s minds around their politically and religiously conservative perspective. The book bans are being enacted in spite of educators’ professional judgment that the banned materials are appropriate and suitable for their students.

Teachers who dedicate their lives to educating our children are given the Sisyphean task of trying to inspire and enlighten their students when their pay and school funding are relatively low. Also, they are often forced to buy supplies out-of-pocket for their students—that is, if they want their students to have supplies to learn with (and of course, they do).

In some states, teachers are making an exit to other careers while the new teacher pipeline is going dry for lack of enrollments in teacher training programs. The result, inevitably, will be a population that grows increasingly illiterate, which is exactly what hard-core conservatives seek in order to better control the citizens they govern. 

After all, an illiterate populace can be fed lies and convinced that the lies are “truth.” 

Then they’ll have us right where they want us. To some extent, we’re already there. As a result, we are beginning to pay a terribly high price. When a large enough sector of the population does not possess the discernment to separate truth from fiction, we will have lost our hard-earned freedoms. 

If we don’t take measures to shore up our children’s education and do what is necessary to produce a literate society, we will find ourselves subject to those who would have us in the palm of their hand.

David Magallanes offers information about healthy lifestyles on his website, Magallanes Wellness Information Center. He is also a retired college math educator.

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El Alto Precio del Analfabetismo

Por David Magallanes • Columnista invitado

Hace poco estuve escuchando un programa de radio sobre el analfabetismo y la pobreza en nuestro país. Estos dos problemas intratables de nuestra sociedad están inextricablemente vinculados entre sí. También explican muchas de las fuerzas más oscuras que están dando forma a nuestro futuro y al de nuestros hijos.

Mientras buscaba en Internet alguna idea sobre las fuerzas antes mencionadas, encontré algunas propuestas incómodas. Me resistía a aceptarlas, pero luego tuve que admitirme a mí mismo que había buenas razones para al menos tomar en cuenta la posibilidad de que esas proposiciones contuvieran algo de verdad.

Todos nos hemos dado cuenta del actual malestar laboral en Estados Unidos y en todo el mundo. Mientras que los estadounidenses de cuello blanco y azul solían poder ganarse la vida decentemente y permitirse un techo cómodo sobre sus cabezas, ahora luchan por llevar una vida digna. Los niveles de deuda estudiantil, los vertiginosos precios de las viviendas, la supresión de los salarios, los menguantes beneficios (si los hay) ofrecidos a los trabajadores se combinan con los efectos de la inflación inducida por la pandemia y la guerra.

En resumen, la población en general se está ahogando en la lucha por salvar sus vidas financieras. Todos somos testigos de la explosión del número de personas sin hogar y de la presión ejercida sobre los bancos de alimentos en sus intentos de alimentar a una población hambrienta y agitada.

Una de las observaciones “incómodas” con las que me encontré en mi búsqueda de información sugería que un gobierno que desea controlar más fácilmente a sus ciudadanos hace dos cosas: 1) los mantiene batallando por ganar lo suficiente para simplemente “mantenerse al día” (o sea, mantener sus cabezas en alto, fuera del agua), y 2) regula la educación de niños y jóvenes para sus propios fines.

Es el segundo punto el que me preocupa especialmente. Si mantenemos el oído atento, podemos escuchar los rumores de una toma autocrática de nuestras escuelas. Lo escuchamos cuando los candidatos presidenciales proponen la eliminación del Departamento de Educación, lo cual establece los estándares nacionales de educación en nuestras aulas.

Lo escuchamos cuando los candidatos exigen la “elección de escuela” y el establecimiento de “escuelas autónomas”. Este enfoque garantiza un retorno a la segregación racial académica, una táctica para hacer que Estados Unidos vuelva a ser “grande”, según ellos.

Lo escuchamos cuando ciertos estados erradican las lecciones sobre la esclavitud humana que literalmente ha construido este país.

Lo escuchamos cuando organizaciones, tales como “Mamás por la Libertad”, exigen que se respeten los “derechos de los padres” y buscan tomar el control de las juntas escolares para hacer realidad su agenda conservadora a nivel estatal y nacional.

Las “Mamás” y otras organizaciones de derecha, junto con los legisladores que las apoyan, también están imponiendo prohibiciones indecorosas de libros en las escuelas en un intento de moldear las mentes de los niños en torno a su perspectiva política y religiosamente conservadora. Las prohibiciones de libros se están promulgando a pesar del juicio profesional de los educadores de que los materiales prohibidos son apropiados y adecuados para sus estudiantes.

A los maestros que dedican su vida a educar a nuestros niños se les asigna la tarea de Sísifo de tratar de inspirar e iluminar a sus estudiantes cuando sus salarios y la financiación escolar son relativamente bajas. A menudo, se ven obligados a comprar suministros de su bolsillo para sus estudiantes—o sea, si quieren que sus alumnos tengan útiles para aprender (¡y por supuesto, quieren que los tengan!).

En algunos estados, los docentes están optando por otras carreras, mientras que las fuentes de nuevos docentes se están agotando por falta de inscripciones en programas de formación docente. El resultado, inevitablemente, será una población cada vez más analfabeta, lo cual es exactamente lo que buscan los conservadores acérrimos para controlar mejor a los ciudadanos que gobiernan.

Después de todo, a una población analfabeta se le puede alimentar con mentiras y convencerla de que las mentiras son “la verdad”.

Entonces nos tendrán justo donde nos quieren. Hasta cierto punto, ya estamos allí. Como resultado, estamos empezando a pagar un precio terriblemente alto. Cuando un sector suficientemente grande de la población no posee el discernimiento para separar la verdad de la ficción, habremos perdido las libertades que tanto nos costó ganar.

Si no tomamos medidas para reforzar la educación de nuestros hijos y hacemos lo necesario para producir una sociedad alfabetizada, nos encontraremos sujetos a quienes nos tendrían en la palma de su mano.

– – David Magallanes ofrece información sobre un estilo de vida saludable en su sitio web, Magallanes Wellness Information Center. También es profesor de matemáticas jubilado.

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