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By David Magallanes • Guest contributor
How could we have gone through those early stages of losing our baby teeth without the help of the famed tooth fairy?
We all have a preconceived image of this ethereal creature, which has been solidified by Disney’s introduction of fairy creatures into our lives. We in the U.S. got our first glimpse of the tooth fairy in 1908, when the Chicago Daily Tribune published an article about this beloved creature. The myth was rebooted in 1927 when Esther Watkins Arnold published the book, “The Tooth Fairy: Three-Act Playlet for Children.”
At the beginning of the 20th century, then, we indoctrinated…er, that is, taught…American children about the tooth fairy. As in other times and other cultures, parents have felt the need to facilitate the journey throughout their children’s youth as they transition from childhood to adolescence. The dental trauma of the earlier years is soothed by belief in the tooth fairy and its accompanying rituals. We teach our children to bargain: “I’ll graciously give up my teeth, tooth fairy, if you magnanimously give me cash.”
But alas, the tooth fairy is not that generous. In fact, the average tooth fairy “contribution” in the U.S. is $3.70 under the pillow, which is not exactly a windfall.
But like the birds of the air and creatures in our seas and gardens, the tooth fairy has evolved. Certainly not over as long a period as them, but this fairy “goddess” has evolved over millennia.
Early European and Asian cultures venerated a child’s journey through the stages of tooth loss. In some countries, such as China, Japan, Korea, and Vietnam, the loss of teeth takes on an Aladdin-like quality. As the parents hide the fallen tooth, the child is allowed to make one wish. If the child finds the tooth within one year, they are allowed a second wish.
In parts of Europe and Latin America, the tooth “fairy” is replaced by a little mouse who leaves gifts for the children experiencing tooth loss. This provides a measure of comfort for these children who must endure the transition toward an adult mouth.
In France, the legend of the little mouse (“la petite souris”) originated with a 17th-century fairy tale about a queen who entrusted a mouse to hide under the malevolent king’s pillow and take out all his teeth while he slept. Countries such as Scotland and Italy also host the mouse for the children in their households.
Toward the end of the 19th century, the queen Maria Christina of Austria commissioned the Jesuit priest Fr. Luis Coloma to write a story featuring a mouse for her son Alfonso, who was about to lose his first tooth. Fr. Coloma dubbed this mouse “El Ratoncito Pérez.”
The story “went viral.” In Spain, Mexico, and other Latin American countries, this furry little mouse became a staple in homes with children who were beginning the ritual of losing teeth. To this day, children in these countries are taught to believe that the little mouse visits them during the night to take their fallen teeth in exchange for gifts and money.
The “tooth fairy” and the “tooth mouse” are enduring symbols of the importance of healthy teeth. Parents around the world recognize that the acquisition of healthy adult teeth is a necessary transition to a healthy adult life. Good teeth in adulthood allow us to enjoy self-confidence, healthy eating, and general wellness.
Tooth-loss rituals throughout the world are a means to provide a valuable teaching moment. Parents can use the opportunity to teach their children the value of healthy teeth and the supreme importance of good oral hygiene.
— David Magallanes offers information about healthy lifestyles on his website, Magallanes Wellness Information Center. He is also a retired college math educator.
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La Conexión Entre el Hada de los Dientes y el Ratoncito Pérez
Por David Magallanes • Columnista invitado”
¿Cómo podríamos haber pasado por esas primeras etapas de pérdida de los dientes de leche sin la ayuda de la famosa hada de los dientes?
Todos tenemos una imagen preconcebida de esta criatura etérea, que se ha solidificado con la introducción de criaturas mágicas por parte de Disney en nuestras vidas. En los Estados Unidos vimos por primera vez al hada de los dientes en 1908, cuando el Chicago Daily Tribune publicó un artículo sobre esta querida criatura. El mito se reinició en 1927 cuando Esther Watkins Arnold publicó el libro “El Hada de los Dientes: Obra de Teatro en Tres Actos Para Niños”.
Entonces, a principios del siglo XX, adoctrinamos… es decir, enseñamos… a los niños estadounidenses sobre el hada de los dientes. Como en otras épocas y otras culturas, los padres de familia hemos sentido la necesidad de facilitar el recorrido por la juventud de nuestros hijos en su transición de la niñez a la adolescencia. El trauma dental de los primeros años se alivia con la creencia en el hada de los dientes y los rituales que la acompañan. Enseñamos a nuestros hijos a negociar: “Gentilmente, te entregaré mis dientes, hada de los dientes, si magnánimamente me das dinero en efectivo”.
Pero, por desgracia, el hada de los dientes no es tan generosa. De hecho, la “contribución” promedio del hada de los dientes en Estados Unidos es de $3.70 debajo de la almohada, lo cual no es precisamente dinero caído del cielo.
Pero al igual que las aves del aire y las criaturas de nuestros mares y jardines, el hada de los dientes ha evolucionado. Ciertamente no durante un período tan largo como ellos, pero esta “diosa” en forma de hada ha evolucionado a lo largo de milenios.
Las primeras culturas europeas y asiáticas veneraban el viaje del niño a través de las etapas de la pérdida de dientes. En algunos países, como China, Japón, Corea y Vietnam, la pérdida de dientes adquiere una cualidad parecida a la de Aladino. Mientras los padres esconden el diente caído, al niño se le permite pedir un deseo. Si el niño encuentra el diente dentro de un año, se le permite pedir un segundo deseo.
En algunas partes de Europa y América Latina, el “hada de los dientes” es reemplazada por un ratoncito que deja regalos para los niños que pierden dientes. Esta costumbre proporciona un poco de consuelo a estos niños que deben soportar la transición hacia una boca adulta.
En Francia, la leyenda del ratoncito (“la petite souris”) se originó en un cuento de hadas del siglo XVII sobre una reina que encomendó a un ratón que se escondiera debajo de la almohada del malévolo rey y le arrancara todos los dientes mientras dormía. Países como Escocia e Italia también alojan al ratoncito en sus hogares para los niños.
A finales del siglo XIX, la reina María Cristina de Austria encargó al sacerdote jesuita Padre Luis Coloma a escribir un cuento protagonizado por un ratón para su hijo Alfonso, que estaba a punto de perder su primer diente. Padre Coloma apodó a este ratón “El Ratoncito Pérez”.
La historia “se volvió viral”. En España, México y otros países latinoamericanos, este ratoncito peludo se convirtió en un elemento básico en los hogares con niños que iniciaban el ritual de la pérdida de dientes. Hasta el día de hoy, a los niños de estos países se les enseña a creer que el ratoncito los visita durante la noche para llevarse los dientes caídos a cambio de regalos y dinero.
El hada de los dientes y el ratón de los dientes son símbolos perdurables de la importancia de tener dientes sanos. Los padres de todo el mundo reconocen que la adquisición de dientes permanentes sanos es una transición necesaria hacia una vida adulta sana. Una buena dentadura en la edad adulta nos permite disfrutar de confianza en uno mismo, una alimentación saludable y un bienestar general.
Los rituales de pérdida de dientes en todo el mundo son un medio para brindar un valioso momento de enseñanza. Los padres pueden aprovechar la oportunidad para enseñar a sus hijos el valor de unos dientes sanos y la importancia suprema de una buena higiene bucal.
– – David Magallanes ofrece información sobre un estilo de vida saludable en su sitio web, Magallanes Wellness Information Center. También es profesor de matemáticas jubilado.
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