Bilingual commentary — The Acceptance of Death

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By David Magallanes • Guest contributor

We live in a natural world that exposes us, along with all other creatures and plant life, to the natural cycles of birth, life, and death. In nature, we see a form of recycling that transmutes death into renewed birth and life, only to die and begin the cycle again, over and over. As one example, we might consider the leaves of the trees that die, fall to the ground, break down, enrich the soil, which in turn gives new life to the trees and other living forms. 

Whereas animals appear to accept death on its own terms, we humans struggle with this acceptance of the end of life. We are the only creatures on the planet who have the ability to fictionalize and mythologize death so that it becomes something we can grasp and only reluctantly embrace as inevitable. We choose to interpret death rather than fully accept it for what it is. We dare not admit to our lack of certainty about “life after death,” and instead cling to our cultural and religious interpretations. Still, we recognize and accept a certain finality associated with the demise of those we love or whose lives we wish to celebrate or honor. We have constructed elaborate rituals and ceremonies to celebrate the arc of their lives.

We may never know if in fact animals recognize that their lives are about to expire. But there is a plethora of evidence suggesting that they have some sense of “the end.” 

Many of us have experienced, or have heard about, pets that appear to have a full awareness of the approach of the end of their lives. They might become unusually quiet and subdued before slinking off to a remote corner of the house to release their living spirit. Dogs have been known to howl and grieve when a member of their owner’s family dies. Dying pets may seem to seek solace in their owner’s arms before expiring. 

When the husband of one of my sisters died in their home, the pet dog witnessed his lifeless body being taken away by the coroner and his helpers. Soon after, when the husband’s family and I gathered in her home to commiserate with her, this dog began to bark uncharacteristically, frantically, and loudly. It was a “different kind of bark,” desperate and frightful. It was almost as if this dog feared that a group of people in the home (which was a rare occurrence) signified that his protector, my sister, was going to be spirited away, lifeless, just like her male counterpart had been. 

When my daughter was very young, we were on a walk in a wooded area. We saw a group of crows on the ground next to a tree. They appeared to be standing in a circle around a black, inanimate object, which turned out to be one of their own—a dead crow. My daughter and I watched with fascination as the crows almost seemed to be grieving the loss of one of their family members. They were communicating with each other in whatever language crows use to exchange information. We imagined that they were trying to decide what to do. Or maybe they were eulogizing “Ol’ Joe the Crow.” Or, perhaps in some way that we could never understand, they were facilitating the next journey of the dead crow’s soul. 

Other highly intelligent creatures, such as elephants, whales and monkeys, exhibit behavior that seems to convey an awareness, to one degree or another, of the end of physical life. Animals are highly attuned to vibrations that do not resonate with our consciousness, so it would not be surprising if indeed they have a deeper knowledge of, and appreciation for, death than we can ever hope to have.

— Writing and proofreading services are offered at my website, David Magallanes Writing ServicesDavid Magallanes is a retired college math educator.

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La Aceptación de la Muerte

Por David Magallanes • Columnista invitado

Vivimos en un mundo natural que nos expone, junto con todas las demás criaturas y vida vegetal, a los ciclos naturales de nacimiento, vida y muerte. En la naturaleza, vemos una forma de reciclaje que transmuta la muerte en nacimiento y vida renovados, solo para morir y comenzar el ciclo nuevamente, una y otra vez. Como ejemplo, podríamos considerar las hojas de los árboles que mueren, caen al suelo, se descomponen, enriquecen el suelo, lo que a su vez da nueva vida a los árboles y otras formas de vida.

Mientras que los animales parecen aceptar la muerte en sus propios términos, los humanos luchamos con esta aceptación del final de la vida. Somos las únicas criaturas en el planeta que tienen la capacidad de novelar y mitificar la muerte para que se convierta en algo que podamos comprender y aceptar como algo inevitable a regañadientes. Elegimos interpretar la muerte en lugar de aceptarla plenamente por lo que es. No nos atrevemos a admitir nuestra falta de certeza sobre la “vida después de la muerte” y, en cambio, nos aferramos a nuestras interpretaciones culturales y religiosas. Aun así, reconocemos y aceptamos una cierta finalidad asociada con la muerte de aquellos a quienes amamos o cuyas vidas deseamos celebrar u honrar. Hemos construido elaborados rituales y ceremonias para celebrar el arco de sus vidas.

Es posible que nunca sepamos si, de hecho, los animales reconocen que sus vidas están a punto de expirar. Pero hay una plétora de evidencia que sugiere que tienen algún sentido de “el fin”.

Muchos de nosotros hemos experimentado o hemos oído hablar de mascotas que parecen tener plena conciencia de que se acerca el final de sus vidas. Pueden volverse inusualmente silenciosos y apagados antes de escabullirse a un rincón remoto de la casa para liberar su espíritu. Se sabe que los perros aúllan y se afligen cuando muere un miembro de la familia de su dueño. Las mascotas moribundas pueden parecer buscar consuelo en los brazos de sus dueños antes de morir.

Cuando el esposo de una de mis hermanas murió en su casa, el perro fue testigo de cómo el forense y sus ayudantes se llevaban el cuerpo de mi cuñado sin vida. Poco después, cuando la familia del esposo y yo nos reunimos en la casa de esta hermana para compadecernos de ella, el perro comenzó a ladrar de manera frenética, inusual y fuerte. Era “otra clase de ladrido”, desesperado y espantoso. Era casi como si este perro temiera que un grupo de personas en el hogar (lo cual era un hecho inusual) significaba que su protectora, mi hermana, iba a desaparecer, sin vida, al igual que su contraparte masculina.

Cuando mi hija era muy pequeña, estábamos paseando por una zona boscosa. Vimos un grupo de cuervos en el suelo junto a un árbol. Parecían estar parados en un círculo alrededor de un objeto negro e inanimado, que resultó ser uno de los suyos: un cuervo muerto. Mi hija y yo observamos con fascinación cómo los cuervos casi parecían estar de luto por la pérdida de uno de sus familiares. Se comunicaban entre sí en el idioma que usan los cuervos para intercambiar información. Imaginamos que estaban tratando de decidir qué hacer. O tal vez estaban elogiando a “El Buen, Viejo Cuervo José”. O, tal vez de alguna manera que nunca pudimos entender, estaban facilitando el próximo viaje del alma del cuervo fallecido.

Otras criaturas muy inteligentes, como los elefantes, las ballenas y los monos, exhiben un comportamiento que parece transmitir una conciencia, en un grado u otro, del final de la vida física. Los animales están muy sintonizados con las vibraciones que no resuenan con nuestra conciencia, por lo que no sería sorprendente que en realidad tuvieran un conocimiento y un aprecio por la muerte más profundos de lo que podemos esperar tener.

– – Servicios de escritura y revisión de documentos se ofrecen en mi sitio web, David Magallanes Writing ServicesDavid Magallanes es un profesor de matemáticas jubilado.

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