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By David Magallanes • Guest contributor
Every four years, we get to experience a phenomenon known as “leap year.” This occurs when February has 29 days rather than its usual 28. The “leap” refers to the reoccurrence of days from one year to the next. Normally, a given date that occurs during a given year will occur one day later in the subsequent year. For example, January 1, 2023, occurred on a Sunday whereas January 1, 2024, occurred on a Monday of the following year.
In a leap year, the given date “leaps over” its expected day of the week in the following year. For instance, whereas January 1, 2024, occurs on Monday, January 1, 2025, will occur on Wednesday—not Tuesday as it normally would during a non-leap cycle.
Before leap years were instituted, the ancient Roman calendar created a “time mess.” This calendar was based on the phases of the moon, rather than the orbit of the earth, as it is now. The authorities, trying to keep things straight, found themselves forced to add or subtract days whenever they felt it was necessary (which was often).
The seasons and the 355-day calendar quickly drifted out of sync. This created more chaos than the U.S. Congress creates every day in Washington, D.C. Without these frequent “tweaks,” the seasons would have been shifting dramatically such that the winter months would eventually become summer months, and then, over time, back to winter months. The authorities knew that this would not have been a winning strategy with the farmers in the ancient world.
In 46 BCE, Julius Caesar, as “Pontifex Maximus” (that’s a looooong story), decided to stop this madness. After consulting with an astronomer who understood the heavens and its motions, Julius instituted what came to be known as the Julian calendar.
His calendar was not perfect, but it was incomparably superior to the calendar du jour in place at the time. Julius learned that the earth’s journey around the sun took very close to 365 ¼ days. Hence, the Julian calendar, taking this into account, produced a calendar of 365 days plus an extra day in February, the 29th, every four years to account for this extra fractional part of a day. For example, we just had a 29-day February last month.
But even with this substantial improvement, seasons and calendar still drifted apart, though much more slowly, since every year slipped by 11 minutes. As it turns out, earth’s journey around the sun is not exactly 365 ¼ = 365.25 days in length. It’s more like 365.242189 days, for all of us math nerds out there.
In the 16th century, the relatively unknown Italian astronomer Luigi Lilio would not have had access to that kind of precision. But he had the wisdom to suggest a correction to the calendar yet again, generating a “modified” leap-year scheme.
Pope Gregory XIII appears to have taken credit for this feat. After Luigi’s death in 1576, the “Gregorian calendar” was embraced and is still used today. The details of the latest adjustment to our calendar are best left to the physics and math majors at a college campus frat party.
Notice that this successful time-tweak was attributed to Pope Gregory. Since he was a Roman Catholic pope, the Protestants at the time were, shall we say, “skeptical.” It’s how many of us would react if Donald Trump were to say that he plans on truly uniting Americans, or how others would react if Joe Biden were to say that he was a great orator who never says the wrong thing and never, ever forgets anything.
The Protestants subscribed to conspiracy theories (sounds familiar?) suggesting that the Catholics, who they felt could not be trusted, were trying to interfere with their rights (which indeed sounds hauntingly familiar in today’s discourse). So as not to be “bullied” by Catholics, the English, and even our own American colonists, did not adopt the “papist” calendar until 1752.
The Gregorian calendar is not, however, “perfect,” though it comes very close to perfection. It slips a day every 3,236 years, which is nothing for us to lose sleep over.
— David Magallanes offers information about healthy lifestyles on his website, Magallanes Wellness Information Center. He is also a retired college math educator.
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Año Bisiesto: Una Historia de Ciencia y Teorías de Conspiración
Por David Magallanes • Columnista invitado”
Cada cuatro años, experimentamos un fenómeno conocido como “año bisiesto”. Esto ocurre cuando febrero tiene 29 días en lugar de los 28 habituales. El “salto” se refiere a la recurrencia de días de un año al siguiente. Normalmente, una fecha determinada que ocurre durante un año determinado ocurrirá un día después en el año siguiente. Por ejemplo, el 1 de enero de 2023 ocurrió en domingo, mientras que el 1 de enero de 2024 ocurrió un lunes del año siguiente.
En un año bisiesto, una fecha específica “salta” el día de la semana esperado para el año siguiente. Por ejemplo, mientras que el 1 de enero de 2024 ocurre el lunes, el 1 de enero de 2025 ocurrirá el miércoles, no el martes como ocurriría normalmente durante un ciclo sin salto.
Antes de que se instituyeran los años bisiestos, el antiguo calendario romano creaba un “desorden temporal”. Este calendario se basaba en las fases de la luna, en lugar de la órbita de la Tierra, como ocurre ahora. Las autoridades, tratando de mantener las cosas en orden, se vieron obligadas a sumar o restar días cada vez que lo consideraban necesario (lo cual era frecuente).
Las estaciones y el calendario de 355 días rápidamente se desincronizaron. Esto creó más caos del que el Congreso de los Estados Unidos crea todos los días en Washington, D.C. Sin estos frecuentes “ajustes”, las estaciones habrían cambiado dramáticamente de tal manera que los meses de invierno eventualmente se convertirían en meses de verano y luego, con el tiempo, volverían a ser meses de invierno. Las autoridades sabían que esta no habría sido una estrategia ganadora con los agricultores del mundo antiguo.
En el año 46 a. C., Julio César, como “Pontifex Maximus” (esa es una historia muuuuy larga), decidió detener esta locura. Después de consultar con un astrónomo que comprendía los cielos y sus movimientos, Julio instituyó lo que llegó a conocerse como el calendario juliano.
Su calendario no era perfecto, pero era incomparablemente superior al calendario del día vigente en ese momento. Julio aprendió que el viaje de la Tierra alrededor del Sol duraba aproximadamente 365 ¼ días. Por lo tanto, el calendario juliano, teniendo esto en cuenta, produjo un calendario de 365 días más un día extra, el 29 de febrero, cada cuatro años para tomar en cuenta esta fracción extra de un día. Por ejemplo, el mes pasado tuvimos un febrero de 29 días.
Pero incluso con esta mejora sustancial, las estaciones y el calendario todavía se separaron, aunque mucho más lentamente, ya que cada año se atrasó 11 minutos. Resulta que el viaje de la Tierra alrededor del Sol no dura exactamente 365 ¼ = 365.25 días. Son más bien 365.242189 días, para todos los nerds de las matemáticas.
En el siglo XVI, el relativamente desconocido astrónomo italiano Luigi Lilio no habría tenido acceso a ese tipo de precisión. Pero tuvo la sabiduría de sugerir una corrección al calendario una vez más, generando un esquema de año bisiesto “modificado”.
El Papa Gregorio XIII parece haberse atribuido el mérito de esta hazaña. Después de la muerte de Luigi en 1576, se adoptó el “calendario gregoriano” y todavía se utiliza en la actualidad. Es mejor dejar los detalles del último ajuste a nuestro calendario en manos de los estudiantes de física y matemáticas en una fiesta de fraternidad de un campus universitario.
Tenga en cuenta que este exitoso cambio de tiempo se atribuyó al Papa Gregorio. Como era un Papa católico romano, los protestantes de esa época eran, digamos, “escépticos”. Es cómo muchos de nosotros reaccionaríamos si Donald Trump dijera que planea unir verdaderamente a los estadounidenses, o cómo reaccionarían otros si Joe Biden dijera que él es un gran orador que nunca dice algo incorrecto y que nunca jamás olvida nada.
Los protestantes suscribieron a teorías de conspiración (¿nos suena familiar?) que sugerían que los católicos, en quienes sentían que no se podía confiar, estaban tratando de interferir con sus derechos (lo que de hecho suena inquietantemente familiar en el discurso actual). Para no ser “intimidados” por los católicos, los ingleses, e incluso nuestros propios colonos americanos, no adoptaron el calendario “papista” hasta 1752.
Sin embargo, el calendario gregoriano no es “perfecto”, aunque se acerca mucho a la perfección. Se desliza un día cada 3,236 años, lo cual no es nada que nos deba quitar el sueño.
– – David Magallanes ofrece información sobre un estilo de vida saludable en su sitio web, Magallanes Wellness Information Center. También es profesor de matemáticas jubilado.
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