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By David Magallanes • Guest contributor
Like the distant sound of thunder that precedes a turbulent storm, we are hearing disturbing rumblings that warn us of the political chaos that could precede the death of democracy in our country. We would be wise to heed the warnings and take note (better yet, go vote) rather than brush them off as mere “nonsense” with a shrug that says, “It can’t happen here.”
Unfortunately, it can happen here. We can lose our democracy if we transform our anger and frustration with the economy or baby formula or Hunter Biden’s laptop into counterproductive votes. As we sit here and argue, there are over 300 political candidates throughout the country who support Trump’s Big Lie about losing the 2020 election. Some of them are in key positions to influence the outcomes of our elections. Never mind that no one has produced a scintilla of proof (not to be confused with “hearsay” or “conspiracy theories”) that the election was “stolen.”
The political party that once espoused reasonable, truly conservative government policies has tragically morphed into a party that pledges loyalty to one narcissistic, vindictive individual. This warped, reconfigured party has swung so far to the right that a rally crowd once booed Donald Trump himself when he encouraged these supporters to get the COVID vaccine. This is the same sort of crowd that applauded a perverse call for the execution of Dr. Anthony Fauci, an indefatigable champion of COVID vaccines, by firing squad.
By firing squad?! Yes, just like those in Somalia. Similarly, public executions, floggings, and amputations take place in Afghanistan under Taliban rule.
John Gibbs, a current Michigan candidate for the House of Representatives backed by Donald Trump, once espoused thoroughly misogynistic views, just as the Taliban do today in Afghanistan. In the early 2000s, he founded a so-called “think tank” that claimed that women should never have been given the right to vote. He argued that “patriarchy” (once again, the current system in Afghanistan under the Taliban) was the best model for an effective government since men can govern with reason, as opposed to with “emotion,” the way women do.
Milo Yiannopoulos, a virulent antifeminist and intern of the highly controversial U.S. Representative from Georgia, Marjorie Taylor Greene (“MTG”), has declared the need for a ban on blasphemy in the U.S. He warns that we need “meaningful penalties” for irreverent speech about “Our Lord.”
The Taliban ban blasphemy against Islam in Afghanistan, and the punishments for violation of the rule are severe and often fatal.
Meanwhile, MTG has declared herself a “Christian nationalist.” This designation by a high-ranking government official brings the Christian nationalist ideology into the mainstream. There are concerns that Christian nationalism is the foot in the door that ushers in “white nationalism” and the establishment of Christianity as the official religion of the United States.
Despite arguments to the contrary, the Founding Fathers never intended that our country have an “official religion.” In fact, they bent over backwards to erect walls between government and religious faith. But those walls are crumbling with the onslaught of extremist forces that wish to establish an American theocracy that would dominate our institutions.
Where is this heading? Are the various recent bans on abortion a precursor to patriarchy? Are we inexorably trending toward a “Taliban-Lite” sort of strong-arm, authoritarian government that seeks to impose its will on the masses, stripping us of our right to express our religious views, to worship freely and without fear, or to not worship at all?
In short, are we watching in real time the demise of the American ideals that are so foundational to our democracy? Could that happen here?
Yes, it can. Vote accordingly so that this does not happen here—ever.
— Writing services are offered at my website, David Magallanes Writing Services. David Magallanes is a retired college math educator.
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¿Se Dirige Estados Unidos Hacia “Talibán Ligero”?
Por David Magallanes • Columnista invitado
Como el sonido lejano de un trueno que precede a una tormenta turbulenta, estamos escuchando estruendos inquietantes que nos advierten del caos político que podría preceder a la muerte de la democracia en nuestro país. Sería prudente prestar atención a las advertencias y tomar nota (mejor aún, ir a votar) en lugar de descartarlas como meras “tonterías” encogiéndonos de hombros y diciendo: “Esto no puede suceder aquí”.
Desafortunadamente, sí puede suceder aquí. Podemos perder nuestra democracia si transformamos nuestra ira y frustración con la economía o la fórmula para bebés o la computadora portátil de Hunter Biden en votos contraproducentes. Mientras nos sentamos aquí y discutimos, hay más de 300 candidatos políticos en todo el país que apoyan la Gran Mentira de Trump referente a su pérdida en las elecciones de 2020. Algunos de ellos buscan puestos claves para influir en los resultados de nuestras elecciones. No importa que nadie haya producido ni una pizca de prueba (que no debe confundirse con “rumores” o “teorías de conspiración”) de que la elección fuera “robada”.
El partido político que una vez adoptó políticas gubernamentales razonables y verdaderamente conservadoras se ha transformado trágicamente en un partido que promete lealtad a un individuo narcisista y vengativo. Este partido distorsionado y reconfigurado se ha inclinado tanto hacia la derecha que una vez una multitud abucheó al propio Donald Trump cuando él alentó a sus seguidores a vacunarse contra el COVID. Este es el mismo tipo de multitud que aplaudió un llamado perverso para la ejecución del Dr. Anthony Fauci, un campeón infatigable de las vacunas contra el COVID, por un pelotón de fusilamiento.
¿Por fusilamiento? Sí, como lo hacen en Somalia. Del mismo modo, las ejecuciones públicas, los azotes y las amputaciones se llevan a cabo en Afganistán bajo el régimen talibán.
John, Gibbs, un candidato actual de Michigan para la Cámara de Representantes respaldado por Donald Trump, una vez adoptó puntos de vista completamente misóginos, tal como lo hacen los talibanes hoy día en Afganistán. A principios de la década de 2000, fundó un llamado “grupo de expertos” que afirmaba que las mujeres nunca deberían haber tenido el derecho al voto. Argumentó que el “patriarcado” (una vez más, el sistema actual en Afganistán bajo los talibanes) era el mejor modelo para un gobierno efectivo ya que los hombres pueden gobernar con la razón, a diferencia de con la “emoción”, como lo hacen las mujeres.
Milo Yiannopoulos, un virulento antifeminista y pasante de la muy controvertida representante de Estados Unidos de Georgia, Marjorie Taylor Greene (“MTG”), ha declarado la necesidad de prohibir la blasfemia en EE. UU. Advierte que necesitamos “sanciones significativas” para el discurso irreverente sobre “Nuestro Señor”.
Los talibanes prohíben la blasfemia contra el islam en Afganistán y los castigos por violar la regla son severos y, a menudo, fatales.
Mientras tanto, MTG se ha declarado una “nacionalista cristiana”. Esta designación por parte de un funcionario gubernamental de alto rango hace que la ideología nacionalista cristiana se vuelva aceptada. Existe la preocupación de que el nacionalismo cristiano abra paso al “nacionalismo blanco” y al establecimiento del cristianismo como la religión oficial de los Estados Unidos.
A pesar de los argumentos al contrario, los Padres Fundadores nunca tuvieron la intención de que nuestro país tuviera una “religión oficial”. De hecho, hicieron todo lo posible para erigir muros entre el gobierno y la fe religiosa. Pero esos muros se están derrumbando debido al ataque de las fuerzas extremistas que desean establecer una teocracia estadounidense que domine nuestras instituciones.
¿Hacia dónde va todo esto? ¿Son las diversas prohibiciones recientes del aborto un precursor del patriarcado? ¿Estamos inexorablemente tendiendo hacia una especie de gobierno autoritario de mano dura “Talibán-Lite” que busca imponer su voluntad sobre las masas, despojándonos de nuestro derecho a expresar nuestros puntos de vista religiosos, a adorar libremente y sin miedo, o a no adorar en absoluto?
En resumen, ¿estamos viendo en tiempo real la desaparición de los ideales estadounidenses que son tan fundamentales para nuestra democracia? ¿Podría pasar eso aquí?
Sí, puede. Así que voten para que esto no pase aquí nunca jamás.
– – Servicios de escritura se ofrecen en mi sitio web, David Magallanes Writing Services. David Magallanes es un profesor de matemáticas jubilado.
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