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By David Magallanes • Guest contributor
As young as I was in the latter part of the 1950s, I was acutely aware of the Space Race between the United States and the Soviet Union. I recall that we were hell-bent on “beating those Communists.” Except that we didn’t. Twice.
Both the United States and the Soviet Union were planning to launch the world’s first satellite. Whoever accomplished this would be recognized as the world’s technological leader. The Soviets beat us to the punch in 1957 when they launched into orbit their Sputnik I satellite. In comparison with modern satellites, it was nothing sophisticated. But its impact on the American psyche was profound.
Suddenly, we were in the throes of a crisis. Soon after Sputnik blasted into the night sky, it dawned on us that our schools were deficient. We were not teaching our children enough math and science to compete with the Soviet Union, a country we had considered “backward.” Apparently, they were not as backward as we had thought.
Then, after the Soviets beat us yet again by launching the first man into orbit around the Earth in 1961, we knew that we had arrived at an existential moment in our destiny. To show the world that we were the greatest power on the planet, we had to invest not only in new technology, but also in our schools. The National Science Foundation infused hundreds of millions of dollars into our educational system, determined to plant the seeds for a new crop of young scientists and engineers.
At that time, John Kennedy, the man who successfully challenged us to land a man on the moon ahead of the Soviets, was beginning his presidency. By the time we accomplished this astounding feat and landed two Apollo 11 astronauts on the surface of the moon ahead of the projected timeline, we had created a generation that was proficient in math and science.
Fast-forwarding now some 50 years, the pandemic that we all experienced, and that is now abating, has exposed another flaw in our educational system. This time, it is not specifically a dearth of math and science education, which, by the way, has deteriorated in the decades since those heady times when we learned to slip the surly bonds of earth. Instead of exposing our lack of discipline in the sciences, the pandemic has unearthed another deficiency—the lack of equity in our education system.
It became glaringly obvious this past year that poor and struggling families simply do not have the resources to which the more affluent have access. A simple extrapolation demonstrates the tragic truth: students who were already behind fell even further behind for any of a myriad of reasons during the pandemic. We have to wonder if they will continue their downward slide unless there is a major intervention at the federal level, just as during the Space Race.
The call to action is no less urgent now than it was 50 years ago. Just as the launch of Sputnik illuminated the threat to our national security, so too does the pandemic in our time. If we fail to educate our children adequately, we are setting ourselves up to become targets for those countries salivating for a chance to knock us off our feet.
— Writing services are offered at my website, David Magallanes Writing Services. David Magallanes is a retired college math educator.
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¿Es la Pandemia Nuestro Nuevo “Desafío Sputnik”?
Por David Magallanes • Columnista invitado
Tan joven como yo era en la última parte de la década de 1950, estaba muy consciente de la Carrera Espacial entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. Recuerdo que estábamos empeñados en “vencer a esos comunistas”. Excepto que no lo hicimos. Dos veces.
Tanto Estados Unidos como la Unión Soviética planeaban lanzar el primer satélite del mundo. Quien lo lograra sería reconocido como el líder tecnológico mundial. Los soviéticos se nos adelantaron en 1957 cuando pusieron en órbita su satélite Sputnik I. En comparación con los satélites modernos, no era nada sofisticado. Pero su impacto en la psique estadounidense fue algo profundo.
De repente, estábamos en medio de una crisis. Poco después de que el Sputnik se lanzara en el cielo nocturno, nos dimos cuenta de que nuestras escuelas eran deficientes. No estábamos enseñando a nuestros hijos lo suficiente en matemáticas y ciencias para competir con la Unión Soviética, un país que habíamos considerado “atrasado”. Aparentemente, no estaban tan atrasados ??como pensábamos.
Luego, después de que los soviéticos nos derrotaran una vez más al poner en órbita al primer hombre alrededor de la Tierra en 1961, supimos que habíamos llegado a un momento existencial de nuestro destino. Para mostrarle al mundo que éramos la mayor potencia del planeta, tuvimos que invertir no solo en nueva tecnología, sino también en nuestras escuelas. La National Science Foundation infundió cientos de millones de dólares en nuestro sistema educativo, decidida a plantar las semillas de una nueva cosecha de jóvenes científicos e ingenieros.
En ese momento, John Kennedy, el hombre que nos desafió con éxito a llevar a un hombre a la luna antes que los soviéticos, estaba comenzando su presidencia. Para cuando logramos esta asombrosa hazaña al llegar dos astronautas de Apollo 11 a la superficie de la luna antes del tiempo proyectado, habíamos creado una generación que era competente en matemáticas y ciencias.
Avanzando ahora unos 50 años, la pandemia que todos experimentamos, y que ahora está disminuyendo, ha dejado al descubierto otra falla en nuestro sistema educativo. Esta vez, no se trata específicamente de una escasez de educación en matemáticas y ciencias, que por cierto se ha deteriorado en las décadas transcurridas desde aquellos tiempos embriagadores en los que aprendimos a deslizarnos de las amargas ataduras de la tierra. En lugar de exponer nuestra falta de disciplina en las ciencias, la pandemia ha descubierto otra deficiencia: la falta de equidad en nuestro sistema educativo.
El año pasado se hizo muy obvio que las familias pobres y con dificultades simplemente no tienen los recursos a los que tienen acceso los más ricos. Una simple extrapolación demuestra la trágica verdad: los estudiantes que ya estaban atrasados ??se retrasaron aún más por una gran cantidad de razones durante la pandemia. Tenemos que preguntarnos si continuarán su descenso a menos que haya una intervención importante a nivel federal, al igual que durante la Carrera Espacial.
El llamado a la acción no es menos urgente ahora que lo fue hace 50 años. Así como el lanzamiento del Sputnik iluminó la amenaza a nuestra seguridad nacional, también lo hace la pandemia en nuestro tiempo. Si no educamos a nuestros hijos de manera adecuada, nos estaremos preparando para convertirnos en blanco de esos países que se entusiasman por la oportunidad de derribarnos.
– – Servicios de escritura se ofrecen en mi sitio web, David Magallanes Writing Services. David Magallanes es un profesor de matemáticas jubilado.
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