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By David Magallanes • Guest contributor
Many of us consider ourselves to be “healthy eaters,” possibly to the dismay of others around us who chide us for our discipline and call us “fanatical.” We’re conscious of our health and proud of our food choices.
Even so, we might well have one or two little “weaknesses” that food companies like to exploit, not unlike the coronavirus seeking to exploit any weakness it detects in our behavior and circumstances. Our alimentary lapses may occur with others, or in secret. In their extreme form, these deviations from our better judgment might be more accurately classified as eating disorders. But generally, our occasional missteps do us no harm and can be attributed to us “being human.”
I’ll admit right here without any compunctions that my “weakness,” like that of untold millions of others, is chocolate. But there’s a dark side to chocolate, and I’m not referring here to our preference for “light” vs. “dark” chocolate (I have a strong preference for “dark,” in case you might want to send some my way). Many of us consume chocolate without any thought about where it comes from or how it is harvested. We simply remove it from its wrapper and savor its unique delight. There’s a reason why the ancient Toltecs of Mexico called it the “food of the gods.”
But the origins of much of the chocolate we consume are haunting—in the sense of exploitative child labor.
A report in the newsletter ConfectionaryNews.com by Anthony Myers discusses the prevalence of poverty-wage child labor on West African cocoa farms up to less than one year ago.
Ten years ago, major chocolate companies promised to severely reduce the practice of exploiting children in the production of this confection. Quite the contrary actually occurred in some cases. The report highlights the fact that in some regions, rates of child labor have disappointingly increased over the past decade.
So what to do? Shall we give up chocolate (nooooo!)? Alas, there is something we can do to protect the children and at the same time enjoy our chocoholic lifestyles.
The site Slave Free Chocolate discusses the vulnerability of child laborers in Africa to trafficking and slavery. In the Good Trade newsletter, we see a list of ten “fair trade chocolate brands.” Here we can buy our chocolate with a clear conscience, knowing that with our purchase we can at least make a dent in the exploitation of children in poor countries. [Note: I am notpersonally profiting from any purchases.]
— David Magallanes is a retired college math educator.
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Comiendo Chocolate con la Conciencia Tranquila
Por David Magallanes • Columnista invitado
Muchos nos consideramos “comedores saludables”, posiblemente para consternación de quienes nos rodean, quienes se burlan de nuestra disciplina y nos llaman “fanáticos”. Somos conscientes de nuestra salud y estamos orgullosos de nuestras preferencias alimenticias.
Aun así, bien podríamos tener una o dos pequeñas “debilidades” que a las empresas de alimentos les gusta explotar, no muy diferente al coronavirus que busca explotar cualquier debilidad que detecte en nuestro comportamiento y circunstancias. Nuestros lapsos alimenticios pueden ocurrir con otros o en secreto. En su forma extrema, estas desviaciones de nuestro mejor juicio podrían clasificarse con mayor precisión como trastornos alimentarios. Pero, en general, nuestros pasos en falso ocasionales no nos hacen daño y pueden atribuirse a que “somos humanos”.
Admitiré aquí mismo sin ningún remordimiento que mi “debilidad”, como la de incontables millones de personas, es el chocolate. Pero hay un lado oscuro del chocolate, y no me refiero aquí a nuestra preferencia por el chocolate “claro” frente al chocolate “oscuro” (tengo una fuerte preferencia por los chocolates “oscuros”, en caso de que desee enviarme algunos). Muchos consumimos chocolate sin pensar en su procedencia o cómo se cosecha. Simplemente lo sacamos de su envoltorio y saboreamos su delicia única. Hay una razón por la que los antiguos toltecas de México lo llamaron el “alimento de los dioses”.
Pero los orígenes de gran parte del chocolate que consumimos son inquietantes, en el sentido de explotación laboral infantil.
Un informe en el boletín ConfectionaryNews.com de Anthony Myers analiza la prevalencia del trabajo infantil muy mal pagado en las fincas de cacao de África occidental hasta hace menos de un año.
Hace diez años, las principales empresas chocolateras prometieron reducir drásticamente la práctica de explotar a los niños en la producción de este dulce. En algunos casos ocurrió todo lo contrario. El informe destaca el hecho de que en algunas regiones, las tasas de trabajo infantil han aumentado de manera desilusionante durante la última década.
¿Entonces qué deberíamos hacer? ¿Renunciar al chocolate (¡nooooo!)? Por desgracia, hay algo que podemos hacer para proteger a los niños y al mismo tiempo disfrutar de nuestro estilo de vida adicto al chocolate.
El sitio Slave Free Chocolate analiza la vulnerabilidad de los niños trabajadores en África en cuanto al mal tratamiento y la esclavitud. En el boletín Good Trade, vemos una lista de diez “marcas de chocolate de comercio justo”. Aquí podemos comprar nuestro chocolate con la conciencia tranquila, sabiendo que con nuestra compra al menos podemos disminuir la explotación de los niños en los países pobres. [Nótese que una compra de estos productos no me rinde ninguna ganancia.]
– – David Magallanes es un profesor de matemáticas jubilado.
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