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By David Magallanes • Guest contributor
We are summoned to “fly with the eagles” or “watch like a hawk,” but few of us have ever heard of a “towhee” (pronounced “toe-hee”), although the California variety is prevalent throughout the west coast, from the very northern part of California to the southern tip of Baja California, Mexico. We’ll never hear anyone urge us to “be a towhee,” nor to act like one.
Towhees may be lovable, but they are not majestic, swift, wise-looking, nor are they Grammy-winning singers. In fact, they’re rather inconspicuous, which is why we don’t have any posters of them plastered on our walls. They seem to prefer anonymity, shuffling about close to the ground, singly or, at most, in pairs. They have a rust-colored bottom, so maybe they’re embarrassed. They resemble a large sparrow and are quite plain-Jane, low-Joe.
Perhaps the message we should be giving ourselves and our students or children is this: “Don’t be a towhee,” which is not at all meant to insult anyone. It’s simply an admonition and a reminder that we were born to fly. Towhees simply prefer not to fly. Even in the coronavirus era, amidst all the lockdowns and restrictions, our ability to fly is limited only by our self-imposed limits, restrictions and lack of imagination.
With the plethora of gloom and uncertainly in our lives at the moment, maybe now is the time to re-dedicate our lives to growth and flight, despite any dreams that may have evaporated, exploded or imploded over the past couple of months. Indeed, our heritage is that of flight, originating in the realm of our creative intelligence, waiting to express as our unique contributions in the physical world. This could, for example, take the form of learning something new and soaring in new directions.
So don’t be a towhee. Fly!
— David Magallanes is a retired college math educator.
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¡No Seas un Rascador!
Por David Magallanes • Columnista invitado
Todo el mundo sabe que las águilas son majestuosas, los halcones son rápidos y sigilosos, los búhos son “los sabios” que ululan en la noche. Los periquitos y los canarios llenan nuestras casas de canciones, y los colibríes son criaturas misteriosas que flotan como helicópteros y se mueven rápidamente de las flores, a los comederos de pájaros, y a los árboles.
Todo el mundo nos llama a “volar con las águilas” o “fijarnos como un halcón”, pero pocos hemos oído hablar de un pájaro que se llama “rascador” (“towhee” en inglés), aunque la variedad Californiana prevalece en toda la costa oeste, desde el extremo norte de California hasta el extremo sur de Baja California, México. Nunca escucharemos a nadie instarnos a “ser un rascador”, ni a actuar como tal.
Los rascadores pueden ser adorables, pero no son majestuosos, rápidos, sabios, ni cantantes ganadores del premio Grammy. De hecho, son bastante discretos, por lo que no tenemos pósteres de ellos pegados en nuestras paredes. Parecen preferir el anonimato, arrastrarse cerca del suelo, solos o, a lo sumo, en parejas. Tienen un trasero de color óxido, así que tal vez les da vergüenza. Se parecen a un gorrión grande y son bastante simples: chicas y chicos poco agraciados.
Quizás el mensaje que deberíamos darnos a nosotros mismos y a nuestros estudiantes o hijos es el siguiente: “No seas un rascador”, lo cual no pretende insultar a nadie. Es simplemente una advertencia y un recordatorio de que nacimos para volar. Los rascadores simplemente prefieren no volar. Incluso en la era del coronavirus, en medio de todos las imposiciones y restricciones, nuestra capacidad de volar está limitada solo por nuestros límites, restricciones y falta de imaginación autoimpuestos.
Con la abundancia de tristeza e incertidumbre en nuestras vidas en este momento, tal vez ahora es el momento de volver a dedicar nuestras vidas al crecimiento y al vuelo, a pesar de cualquier sueño que se haya evaporado, explotado o implosionado en los últimos meses. De hecho, nuestra herencia es la del vuelo, que se origina en el ámbito de nuestra inteligencia creativa, esperando expresarse en forma de nuestras contribuciones únicas en el mundo físico. Esto podría, por ejemplo, tomar la forma de aprender algo nuevo y elevarse en nuevas direcciones.
Así que no seas un rascador. ¡A ahuecar el ala y a volar!
– – David Magallanes es un profesor de matemáticas jubilado.
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