Bilingual commentary — Changing the Clocks in the Land of the Midnight Sun

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By David Magallanes • Guest contributor

The U.S. Senate recently approved a bill, enthusiastically and innocently named the “Sunshine Protection Act,” which would end the annual ritual of “falling back,” i.e., setting our clocks back one hour each fall. If it passes, we will permanently conduct our lives in Daylight Saving Time.

As can be expected, there is both enormous support for, and strong resistance to, the idea. 

Advocates for the bill claim that it is absurd for us to be switching our clocks “back and forth” twice a year. Other supporters exclaim with a shrill cry that there is a slight uptick in accidents and heart attacks when clocks are abruptly changed. They also exult that our sleep patterns will have fewer jolting disruptions and that having more daylight to pursue our activities in the winter months is a welcome change.

The opposition has convincing arguments against the proposed move to end the time changes. In the more northern latitudes of the U.S., where the sun rises quite late on winter mornings, children will be going to school in the dark, when street safety will be particularly compromised. And having them get up in the dark to go to school in the dark is only “inviting trouble,” say the opposers. 

I remember how, during the Richard Nixon administration, the U.S. went briefly to “permanent” Daylight Saving Time in the early 1970s in response to an oil embargo. That directive lasted only two years before we realized what we had done to our hours of sunlight and reverted to the March and November clock changes.

As with every controversial issue that arises, there are conspiracy theories. One of those is that if we were to “follow the money,” we would discover that the golfing industry is behind the currently proposed legislation since it would benefit from more golfing activity in the extended daylight hours throughout the winter. However, as it turns out, golf is merely supportive of the proposal but is not in the business of paying lobbyists to bribe members of Congress to advance its interests. Convenience stores and gasoline stations would also benefit from more daylight, but they, too, are simply hoping that Daylight Saving Time is made permanent, allowing them to realize higher profits. 

Throughout this controversy, I couldn’t help but ask myself, “So how do the Swedes and Norwegians, who live in the northernmost regions of the world, handle changes in daylight hours?” After all, being so far north, Norway and Sweden experience exaggerated, over-the-top variations in hours of sunlight—nothing like the few hours of variation that we see in the States. In the summer, they experience the “midnight sun.” At this time of year, the sun never sets, or, in more southern parts of these countries, it dips below the horizon only briefly in a 24-hour day. On the other hand, in the winter, they endure the “polar night,” when the sun either never rises, or rises for a brief period before slipping back below the horizon for the following 23 hours. A fascinating YouTube video shares the perspective of a Swedish woman who cherishes the changes in natural light throughout the year despite all the challenges that this aspect of nature brings.

Some Scandinavians take full advantage of the eternal daylight in the summer and think nothing of starting a party after midnight. But many of the more prudent denizens of the land of permanent days and eternal nights try to maintain a consistent sleep cycle—just as we are always encouraged to do—regardless of the season. Scandinavians recognize the immense importance of eating well and exercising to give the body a chance to maintain a very natural cadence even as the sun seems to want to trick them into losing all track of time by attempting to short-circuit their circadian rhythms.

Ironically, both Sweden and Norway change their clocks twice yearly just as the rest of Europe does. It hardly seems worth the effort for these northern countries, but they do this to remain synchronized with the rest of the European continent.

The Norwegians and Swedes have learned to embrace the extremes of light throughout their lives because, living there, they do not have much choice other than to gripe about it for a lifetime, which they know is pointless. We can learn from them. Why not embrace the natural variations of sunlight and adjust to them as necessary, just as they do, instead of fighting with the clock—and with ourselves—twice a year?

— Writing services are offered at my website, David Magallanes Writing ServicesDavid Magallanes is a retired college math educator.

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Cambiando la Hora

Por David Magallanes • Columnista invitado

El Senado de los EE. UU. aprobó recientemente un proyecto de ley, inocentemente y con entusiasmo llamado “Ley de Protección de la Luz Solar”, lo cual pondría fin al ritual anual de “retroceder”, es decir, retrasar nuestros relojes una hora cada otoño. Si pasa, conduciremos nuestras vidas permanentemente en el horario de verano.

Como es de esperar, existe tanto un enorme apoyo como una fuerte resistencia a la idea.

Los defensores del proyecto de ley afirman que es absurdo que cambiemos nuestros relojes “hacia adelante y hacia atrás” dos veces al año. Otros simpatizantes exclaman con un grito estridente que hay un ligero aumento en los accidentes y ataques al corazón cuando los relojes se cambian bruscamente. También se regocijan de que nuestros patrones de sueño tendrán menos interrupciones y que tener más luz solar para realizar nuestras actividades en los meses de invierno es un cambio bienvenido.

La oposición tiene argumentos convincentes en contra de la medida propuesta para acabar con los cambios de hora. En las latitudes más al norte de los EE. UU., donde el sol sale bastante tarde en las mañanas de invierno, los niños irán a la escuela en la oscuridad, cuando la seguridad en las calles se verá particularmente reducida. Y hacer que se levanten en la oscuridad para ir a la escuela en la oscuridad es solo “invitar a problemas”, según los opositores.

Recuerdo cómo, durante la administración del presidente Richard Nixon, EE. UU. pasó brevemente al horario de verano “permanente” a principios de la década de 1970 en respuesta a un embargo de petróleo. Esa directiva duró solo dos años antes de que nos diéramos cuenta de lo que habíamos hecho con nuestras horas de luz solar y volvimos a los cambios de reloj de marzo y noviembre.

Como con cada tema controvertido que surge, existen teorías de conspiración. Una de ellas es que si fuéramos a “investigar de dónde proviene el dinero”, descubriríamos que la industria del golf está detrás de la legislación propuesta actualmente, ya que se beneficiaría de una mayor actividad de golf en las horas extendidas del día durante el invierno. Sin embargo, resulta que el golf simplemente apoya la propuesta, pero no está en el negocio de pagar a miembros de un grupo de presión para sobornar a miembros del Congreso para promover sus intereses. Las tiendas de conveniencia y las estaciones de gasolina también se beneficiarían de más luz natural, pero también esperan que el horario de verano se haga permanente, lo que les permitirá obtener mayores ganancias.

A lo largo de esta controversia, no pude evitar preguntarme: “Entonces, ¿cómo manejan los cambios en las horas de luz solar los suecos y los noruegos, quienes viven en las regiones más septentrionales del mundo?” Después de todo, al estar tan al norte, Noruega y Suecia experimentan variaciones exageradas en las horas de luz solar, nada como las pocas horas de variación que experimentamos en los Estados Unidos. En el verano, experimentan el “sol de medianoche”. En esta época del año, el sol nunca se pone o, en las partes más sureñas de estos países, se sumerge por debajo del horizonte solo brevemente en un día de 24 horas. Por otro lado, en el invierno, soportan la “noche polar”, cuando el sol nunca sale o sale por un breve período antes de deslizarse por debajo del horizonte durante las siguientes 23 horas. Un fascinante video de YouTube comparte la perspectiva de una mujer sueca que aprecia los cambios en la luz natural a lo largo del año a pesar de todos los desafíos que trae consigo este aspecto de la naturaleza.

Algunos escandinavos aprovechan al máximo la eterna luz del día en el verano y no dudan en comenzar una fiesta después de la medianoche. Pero muchos de los habitantes más prudentes de la tierra de los días permanentes y las noches eternas intentan mantener un ciclo de sueño constante, tal como siempre se nos recomienda, independientemente de la estación del año. Los escandinavos reconocen la inmensa importancia de comer bien y hacer ejercicio para darle al cuerpo la oportunidad de mantener una cadencia muy natural, incluso cuando el sol parece querer engañarlos para que pierdan la noción del tiempo al intentar provocar un cortocircuito en sus ritmos circadianos.

Irónicamente, tanto Suecia como Noruega cambian sus relojes dos veces al año, tal como lo hace el resto de Europa. Se diría que no vale la pena el esfuerzo de estos países del norte, pero lo hacen para mantenerse sincronizados con el resto del continente europeo.

Los noruegos y los suecos han aprendido a abrazar los extremos de la luz a lo largo de sus vidas porque, al vivir allí, no tienen más remedio que quejarse de ello toda la vida, lo cual saben que no tiene sentido. Podemos aprender de ellos. ¿Por qué no abrazar las variaciones naturales de la luz solar y adaptarse a ellas según sea necesario, tal como lo hacen ellos, en lugar de batallar con el reloj, y con nosotros mismos, dos veces al año?

– – Servicios de escritura se ofrecen en mi sitio web, David Magallanes Writing ServicesDavid Magallanes es un profesor de matemáticas jubilado.

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