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By David Magallanes • Guest contributor
This article, in its original form, was first published in Amigos805 on September 1, 2015. It is as relevant today as it was eight years ago.
On those difficult days that we all have, we can feel that “something” in the air as we drive our cars through traffic, walk along the street or the corridors of the office building, read editorial columns or letters to the editor, or as we take a daring plunge into online comments about any news item.
That “something” is unmistakable. It’s that suffocating, toxic, deadly anger that lingers and permeates all levels of our society. From impoverished neighborhoods to elegant offices, from busy highways to quiet campuses, from our homes to boisterous marketplaces and busy factories, the anger simmers. It too often explodes in this most abundant nation on the planet. But that “abundance” is material; our national soul is crying for some semblance of healing, but that healing is elusive.
As a nation, we’re angry, and we have access to guns and other weapons. We make liberal use of the meanest, most incisive words and gestures as we relieve some of the angry pressure inside us. We drive fast as if to seek out an excuse to become angry with someone who doesn’t react as quickly as we think they should. We applaud public figures who “tell it like it is” as they abandon any semblance of décor, diplomacy, and statesmanship, which today are considered weaknesses.
When a celebrity leaves her boyfriend, or returns to him, or when a writer takes a constitutionally protected unpopular stance, or when someone exercises their non-Christian religion in our country founded on the principle of freedom to worship, that’s enough for the crazies to send death threats.
We are taunting, maiming, and killing each other at an alarming and accelerating rate, sometimes just to make a point. Online, we insult, belittle, degrade, and attempt to destroy the spirits of anyone, just to feel better about ourselves.
We yearn for world peace, but we’re at war with each other. Indeed, from all that we witness in the news every day, we can’t even win the battle within ourselves.
But one day we will awaken from our collective nightmare and wonder how our minds could have held the thoughts that prevented us from “getting along” and respecting each other, despite our differences.
Martin Luther King had his dream. This is mine.
— David Magallanes offers information about healthy lifestyles on his website, Magallanes Wellness Information Center. He is also a retired college math educator.
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Un Coraje Palpitante
Por David Magallanes • Columnista invitado”
Este artículo, en su forma original, se publicó por primera vez en Amigos805 el 1 de septiembre de 2015. Es tan relevante hoy como lo fue hace ocho años.
En esos días difíciles que todos tenemos, podemos sentir ese “algo” en el aire mientras manejamos nuestros carros por las autopistas, caminamos a lo largo de la calle o en los pasillos de un edificio de oficinas, leemos las columnas editoriales o la sección de opiniones, o cuando nos clavamos de cabeza a los comentarios en línea sobre cualquier asunto en las noticias.
Ese “algo” es inconfundible. Es esa ira asfixiante, tóxica y mortal que persiste e impregna todos los niveles de nuestra sociedad. Desde barrios empobrecidos hasta oficinas elegantes, desde autopistas transitadas hasta campus tranquilos, desde nuestros hogares hasta mercados bulliciosos y fábricas atareadas, la ira hierve a fuego lento. Con demasiada frecuencia explota en esta nación más abundante del planeta. Pero esa “abundancia” es material; nuestra alma nacional clama por alguna apariencia de curación, pero esa curación es difícil de alcanzar.
Nuestro pueblo está enchilado y tenemos acceso a las armas de fuego, así como a todo tipo de armas. Utilizamos liberalmente los gestos y palabras más incisivas y dañosas mientras disipamos un poco del coraje en nuestros adentros. Conducimos rápido en la carretera como si buscáramos un pretexto para enojarnos con alguien que no reacciona tan pronto como quisiéramos. Celebramos las figuras públicas quienes “hablan en plata” mientras abandonan toda apariencia del decoro, la diplomacia y capacidad de estadista, los cuales hoy en día se consideran debilidades.
Cuando una celebridad deja a su novio, o regresa con él, o cuando un escritor se declara a favor de algo que no sea popular, o cuando alguien de un grupo minoritario ejerce su constitucionalmente protegido derecho de rendir culto a su dios, esos acontecimientos son suficientes para que los trastornados manden sus amenazas de muerte.
Nos estamos matando a un paso alarmante y que se está acelerando, a veces no más para hacer una proclamación. En línea, insultamos, despreciamos y envilecemos. Además, intentamos destruir el espíritu de cualquiera que se nos atraviese, simplemente para sentirnos superiores.
Anhelamos la paz mundial, pero estamos en plan de guerra el uno contra el otro. Efectivamente, dado todo lo que observamos en las noticias todos los días, no somos capaces ni de ganar la batalla dentro de nosotros mismos.
Pero un día de estos nos despertaremos de nuestra pesadilla colectiva y preguntarnos cómo fue posible que nuestras mentes contuvieran esos pensamientos que nos impidieron llevarnos bien y respetar el uno al otro, a pesar de nuestras diferencias.
Martin Luther King tuvo su “sueño”. Este es el mío.
– – David Magallanes ofrece información sobre un estilo de vida saludable en su sitio web, Magallanes Wellness Information Center. También es profesor de matemáticas jubilado.
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