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By David Magallanes • Guest contributor
As I read an article this past week about the 75th anniversary of the founding of Israel, I found myself wondering, for a few moments, whether I was actually reading about Israel or the United States.
Israel has been contending with a hyper-religious, ultra-Orthodox contingent in its government that is very influential regarding national policies. Since December of last year, Israel’s government has taken a hard turn to the right, guided by ultraconservative, extremist lawmakers who have strong authoritarian tendencies and who have no intention of negotiating with the Palestinians regarding their statehood. The history of the Palestinian territories has been fraught with dizzying complexity since 1916, around the time of World War I.
The sudden, contentious pull to the right of Israel’s government coincided with the election of Benjamin Netanyahu for his sixth term as prime minister. Since his term began, Mr. Netanyahu has been trying to implement changes in government that would quash the power of the courts and give his allies the ability to choose their own judges.
This turn of events has not amused the masses in Israel. The people are angry to see their government veer into authoritarian territory and have made their point clear with massive demonstrations. Israelis are deeply concerned about their country losing its character as a liberal, secular society. They fear the impact of an ultrareligious influence in its government. Government officials dare to openly mention the possibilities of “civil war,” much as we’ve heard from some of our own high-ranking politicians who align themselves with the bizarre Q-Anon movement.
All this that is happening in Israel sounds eerily similar to the fears of many Americans, who are distrustful of the conservative evangelical Christian influences they see taking shape in the U.S. They fear that court decisions at the state and federal levels reflect the influence of the more extreme branches of the Christian nationalist movement.
Prime Minister Netanyahu is worshipped by his supporters and despised by his critics (sound familiar?). He is also currently under criminal investigation (again, sound familiar?), in this case for corruption in the form of fraud and breach of trust (yet again, does this sound…oh, never mind…).
The modern State of Israel, since its birth in 1948, has always dealt with external enemies. Now, however, one of its biggest threats may well reside within its own borders, just as the destruction of our own democracy is threatened from within by those who crave an authoritarian, isolationist form of government. Just as certain segments of the Jewish state wish to erase the legacy of the Palestinian Arabs, so too do some of our state and national leaders wish to erase the history of certain segments of our own citizenry who in fact helped to build this country and continue contributing to its economic success.
Both the U.S. and Israel are at a crucial crossroads. Depending on who the final pair of candidates is, our 2024 presidential election next year may be one of the most momentous and critical inflexion points in our history, just as Israel is currently determining its own destiny on the world stage.
— Writing and proofreading services are offered at my website, David Magallanes Writing Services. David Magallanes is a retired college math educator.
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Israel y los EE. UU.: Una Historia de Dos Países
Por David Magallanes • Columnista invitado”
Mientras leía un artículo la semana pasada sobre el 75 aniversario de la fundación de Israel, me encontré preguntándome, por unos momentos, si en realidad estaba leyendo sobre Israel o Estados Unidos.
Israel ha estado lidiando con un contingente hiperreligioso y ultraortodoxo en su gobierno que tiene mucha influencia en las políticas nacionales. Desde diciembre del año pasado, el gobierno de Israel ha dado un giro radical a la derecha, guiado por legisladores ultraconservadores y extremistas que tienen fuertes tendencias autoritarias y que no tienen intención de negociar con los palestinos sobre su categoría de estado. La historia de los territorios palestinos ha estado plagada de una vertiginosa complejidad desde 1916, en la época de la Primera Guerra Mundial.
El jalón repentino y polémico hacia la derecha del gobierno de Israel coincidió con la elección de Benjamín Netanyahu para su sexto mandato como primer ministro. Desde que comenzó su mandato, Netanyahu ha estado tratando de implementar cambios en el gobierno que anularían el poder de los tribunales y darían a sus aliados la capacidad de elegir a sus propios jueces.
Estos sucesos no son ningún juego para las masas en Israel. La gente está enfadada al ver que su gobierno se desvía hacia territorio autoritario y ha dejado claro su punto de vista con manifestaciones masivas. Los israelíes están profundamente preocupados de que su país pierda su carácter de sociedad liberal y secular. Temen el impacto de una influencia ultrarreligiosa en su gobierno. Los funcionarios del gobierno se atreven a mencionar abiertamente las posibilidades de una “guerra civil”, como hemos escuchado de algunos de nuestros propios políticos de alto rango que se alinean con el extraño movimiento Q-Anon.
Todo esto que está sucediendo en Israel suena inquietantemente similar a los temores de muchos estadounidenses, que desconfían de las influencias cristianas evangélicas conservadoras que ven tomar forma en los EE. UU. Temen que las decisiones judiciales a nivel estatal y federal reflejen la influencia de las ramas más extremas del movimiento nacionalista cristiano.
El primer ministro Netanyahu es adorado por sus partidarios y despreciado por sus críticos (¿le suena familiar?). Actualmente también está bajo investigación criminal (nuevamente, ¿le suena familiar?), en este caso por corrupción en forma de fraude y abuso de confianza (una vez más, ¿suena esto… bueno, no importa, al fin y al cabo…).
El Estado de Israel moderno, desde su nacimiento en 1948, siempre ha tratado con enemigos externos. Ahora, sin embargo, una de sus mayores amenazas bien puede residir dentro de sus propias fronteras, al igual que la destrucción de nuestra propia democracia está amenazada desde dentro por aquellos que anhelan una forma de gobierno autoritaria y aislacionista. Así como ciertos segmentos del estado judío desean borrar el legado de los árabes palestinos, también algunos de nuestros líderes estatales y nacionales desean borrar la historia de ciertos segmentos de nuestra propia ciudadanía que de hecho ayudaron a construir este país y continúan contribuyendo a su éxito económico.
Tanto Estados Unidos como Israel se encuentran en una encrucijada crucial. Dependiendo de quién sea el último par de candidatos, nuestras elecciones presidenciales de 2024 el próximo año pueden ser uno de los puntos de inflexión más trascendentales y críticos de nuestra historia, justo cuando Israel está determinando actualmente su propio destino en el escenario mundial.
– – Servicios de escritura y revisión de documentos se ofrecen en mi sitio web, David Magallanes Writing Services. David Magallanes es un profesor de matemáticas jubilado.
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