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By David Magallanes • Guest contributor
I wrote recently about the rising influence of artificial intelligence (AI). This revolutionary advancement is no longer something far off in the distant future. Nor is it a nascent technology that is just now making an appearance. It has been creeping into our lives for decades.
Closely related to the field of AI is the science of robots, which are likewise invading our lives. For example, we are dependent on ATMs, installed at our banks and scattered around our cities. The check-in kiosks at medical offices and airports have replaced myriad jobs.
We order meals from some of our restaurant tables using digital devices. In more technologically advanced restaurants, robots are beginning to deliver those meals to our tables.
We purchase Roomba robot vacuums to clean the floors of our homes, freeing us to do “productive” work on our computers. Long ago, robots started replacing workers at those assembly plants that had not already set up shop south of the border or overseas, massively replacing workers.
More recently, the pandemic entered and upended the lives of a whole slew of blue-collar and service workers. Employers had to quickly find solutions to the collapsed productivity of their enterprises. Suddenly, robots became the key to continuing operations that had previously depended on human labor. These employers, forced to make changes, stumbled into the realization that they need not rely on humans who become ill, have “family problems,” take vacations, or suddenly quit for greener pastures.
It appears that 2023 will be the year that AI software, and robotic hardware married to that AI, will explode in popularity. They will weave themselves inextricably into our lives, altering them forever. Which brings us to the subject of our children and grandchildren.
Those of us who entered, and possibly retired from, traditional careers over the past decades are among the last to enjoy the long history of traditional benefits that came with those jobs. Perhaps our older children are likewise positioned for a retirement that is at least nominally secure. But generally, the benefits offered to the new generation of workers are considerably reduced, suggesting a less secure future.
The job prospects for the generation of my grandsons concern me greatly. Selecting a college major, more than ever, is like aiming at a swiftly moving target. And that target can suddenly and unexpectedly veer sharply upward, downward, or to the side. Robots and AI loom over all future employment decisions. Careers that were once considered relatively stable, such as engineering, transportation, medicine, computer science, journalism, law and mechanics, are on the verge of transformational changes. These shifts will begin accelerating as AI and robotics evolve right before our eyes.
So how do we counsel our young people who wish to plan for their futures? The traditional advice that we and recent generations received will no longer serve them. We who grew up without the internet or even computers may find it challenging to advise today’s adolescents and young adults.
After much thought, I decided that I would advise adolescents and young adults to consider three very different paths going forward: 1) a highly technical education that would allow them to partake in and contribute directly to the AI/robot revolution; 2) a solid education in business principles; or 3) a curriculum that focuses on the humanities.
Advancements in AI and robotic applications will naturally open the door to unforeseen business opportunities. We can expect business principles to remain as fixed as the North Star while the constellations of AI and robots revolve around it.
The third choice, I believe, is rooted in the essence of our shared humanity. No machine, computer program, algorithm or mechanical robot will ever possess a human soul or exude human compassion. AI, despite all the hype, is incapable of reaching into layers of human intuition, inspiration and goodness that reach into the infinite past and future. AI may indeed have access to the accumulation of human knowledge, but not to human wisdom. We will always have a desperate need for those who can communicate effectively and unequivocally, who can interpret history, and who can, as Abraham Lincoln said, invoke our “better angels.”
— Writing and proofreading services are offered at my website, David Magallanes Writing Services. David Magallanes is a retired college math educator.
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Inteligencia Artificial y Robots: Aconsejando a Nuestros Hijos
Por David Magallanes • Columnista invitado
Hace poco escribí sobre la creciente influencia de la inteligencia artificial (IA). Este avance revolucionario ya no es algo por ahí en un futuro lejano. Tampoco es una tecnología naciente que de repente se nos aparece. Se ha estado infiltrando en nuestras vidas durante décadas.
Estrechamente relacionado con el campo de la IA está la ciencia de los robots, que también están invadiendo nuestras vidas. Por ejemplo, dependemos de los cajeros automáticos, instalados en nuestros bancos y repartidos por nuestras ciudades. Los quioscos de facturación (“check-in”) en consultorios médicos y aeropuertos han reemplazado innumerables trabajos.
Pedimos comidas de algunas de las mesas de nuestros restaurantes usando dispositivos digitales. En restaurantes tecnológicamente más avanzados, los robots están comenzando a entregar esas comidas a nuestras mesas.
Compramos aspiradoras robóticas Roomba para limpiar los pisos de nuestras casas, lo cual nos libera para desempeñar trabajo “productivo” en nuestras computadoras. Hace mucho tiempo, los robots comenzaron a reemplazar a los trabajadores en las plantas de ensamblaje que todavía no se habían establecido al sur de la frontera o en el extranjero, reemplazando masivamente a los trabajadores.
Más recientemente, la pandemia entró y cambió la vida de una gran cantidad de trabajadores manuales y de servicios. Los empleadores tuvieron que encontrar rápidamente soluciones a la productividad colapsada de sus empresas. De repente, los robots se convirtieron en la clave para continuar las operaciones que antes dependían del trabajo humano. Estos empleadores, obligados a hacer cambios, se dieron cuenta de que no necesitaban depender de seres humanos que se enferman, tienen “problemas familiares”, toman vacaciones o de repente abandonan sus actividades en busca de pastos más verdes.
Parece que 2023 será el año en que explotará en popularidad el software de IA y el hardware robótico ligado con esa IA. Se meterán inextricablemente en nuestras vidas, alterándolas para siempre. Lo que nos lleva al tema de nuestros hijos y nietos.
Aquellos de nosotros que ingresamos y posiblemente ya nos jubilamos de carreras tradicionales en las últimas décadas estamos entre los últimos en disfrutar de los beneficios tradicionales que históricamente acompañaban esos trabajos. Quizá nuestros hijos mayores también estén posicionados para una jubilación que sea al menos nominalmente segura. Pero, en general, los beneficios ofrecidos a la nueva generación de trabajadores están considerablemente reducidos, lo que sugiere un futuro menos seguro.
Las posibilidades laborales para la generación de mis nietos me preocupan mucho. Seleccionar una carrera universitaria, más que nunca, es como apuntar a un blanco que vuela rápidamente por el aire. Y ese blanco puede desviarse repentina e inesperadamente hacia arriba, hacia abajo o hacia un lado. Los robots y la IA se ciernen sobre todas las futuras decisiones de empleo. Las carreras que alguna vez se consideraron relativamente estables, como ingeniería, transporte, medicina, informática, periodismo, derecho y mecánica están al borde de cambios transformadores. Estos cambios comenzarán a acelerarse a medida que la IA y la robótica evolucionen ante nuestros ojos.
Entonces, ¿cómo asesoramos a nuestros jóvenes que desean planificar su futuro? Los tradicionales consejos que recibimos nosotros y las últimas generaciones ya no les servirán. Puede que nos resulte difícil aconsejar a los adolescentes y adultos jóvenes cuando nosotros habíamos crecido sin Internet y hasta sin computadoras.
Al pensarlo, decidí que aconsejaría a los adolescentes y adultos jóvenes de hoy que consideraran tres caminos muy distintos en el futuro: 1) una educación altamente técnica que les permita participar y contribuir directamente a la revolución de la IA/robótica; 2) una sólida formación en principios empresariales; o 3) un plan de estudios que se centra en las humanidades.
Los avances en la IA y las aplicaciones robóticas abrirán naturalmente la puerta a oportunidades comerciales imprevistas. Podemos esperar que los principios comerciales permanezcan tan fijos como la estrella polar mientras las constelaciones de IA y robots giran a su alrededor.
La tercera opción, creo, está enraizada en la esencia de nuestra humanidad compartida. Ninguna máquina, programa de computadora, algoritmo o robot mecánico poseerá jamás un alma humana ni exudará compasión humana. La IA, a pesar de todo el bombo publicitario, es incapaz de llegar a las capas de la intuición, la inspiración y la bondad humanas que alcanzan el pasado y el futuro infinitos. De hecho, la IA sí puede tener acceso a la acumulación de conocimiento humano, pero no a la sabiduría humana. Siempre tendremos una necesidad desesperada de aquellos que puedan comunicarse de manera efectiva e inequívoca, que puedan interpretar la historia y que puedan, como dijo Abraham Lincoln, invocar a nuestros “mejores ángeles”.
– – Servicios de escritura y revisión de documentos se ofrecen en mi sitio web, David Magallanes Writing Services. David Magallanes es un profesor de matemáticas jubilado.
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