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By David Magallanes • Guest contributor
For some time now, I’ve written here about the difficulties faced by young people today in comparison with those faced by the baby boomers. The boomer generation grew up in relatively prosperous times after the Second World War. In retrospect, we may have had contentious issues to deal with, such as the lack of racial equality (once again a burning issue), but our democracy seemed secure. Transitions of power at the highest level of our government always seemed to take place seamlessly.
We in the boomer contingent grew up at a time when we substantially agreed on the same version of the truth, though with different perspectives. All in all, the presidency of the United States was generally respected, although occasionally there were controversies, and we may not have agreed with a particular president’s policies. We all watched the same few news programs on the few TV channels that were available.
Also, for the most part, we all read the same small number of newspapers that were in circulation. Journalism was a respected profession. Those who worked in it generally strove to publish verifiable, accurate news stories. There was no social media beyond the telephone (we had to be home to receive calls). Handwritten letters took up to several days to reach their destination.
Fast-forwarding several decades, we are at each other’s throats – often because we cannot even agree on what is true despite overwhelming evidence that attests to the veracity of a given event or situation. Too many of us rip into each other ferociously, thinking nothing of instantly ruining someone’s reputation, career, or even their very life.
While some are preoccupied with whipping up rage about inflation, gasoline prices and the scarcity of baby formula, we are on the knife’s edge of World War III, and American democracy is crumbling in plain sight.
When the Supreme Court tipped its hand recently, women began losing their freedoms and are now staring down the barrel of further suppression. In the same week, the nation’s highest court started to chip away at the separation between church and state that has been a bedrock of our democracy for over two centuries. In fact, that vital separation was one of the fundamental motivators for founding this country in the first place.
There are potent and influential entities at work that would be delighted to convert our national government into a theocracy. Recently, in a chilling indication of the direction in which some would take this country, a Georgia Republican candidate, Kandiss Taylor, proclaimed, “We are the church and we run the state.” She lost miserably with only 3.4% of the vote. Still, she claimed, the election was “rigged.” There are too many examples in the world today that show us what a theocracy looks like, and it isn’t pretty.
Women are among the first victims of a theocracy. If we lick an index finger and hold it up in the air, we can sense from which direction the wind is blowing. A wind that foretells the victimization of women in the U.S. is beginning to pick up speed. Without vigilance, that wind could reach hurricane strength, decimating American women’s rights and privileges in the coming months and years.
While women are being subjugated in a theocracy, aim is likewise taken against religious and ethnic minorities, immigrants, and non-binary or otherwise nonconforming individuals. These winds, too, are starting to accelerate.
Although the economy and our finances are serious concerns that affect us all, we need to place things in perspective. Without a democracy, inflation and gas prices will be the least of our worries. The only thing that will save us now is voting for pro-democracy candidates who refuse to support the nefarious lies that swirl in the winds that are blowing throughout the country.
— Writing services are offered at my website, David Magallanes Writing Services. David Magallanes is a retired college math educator.
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El Desgaste de Nuestra Democracia
Por David Magallanes • Columnista invitado
Desde hace un tiempo, escribo aquí sobre las dificultades que enfrentan los jóvenes de hoy en comparación con las que enfrentan los “baby boomers” (nacidos entre 1946 y 1964). La generación boomer creció en tiempos relativamente prósperos después de la Segunda Guerra Mundial. En retrospectiva, es posible que hayamos tenido que lidiar con temas polémicos, como la falta de igualdad racial (una vez más, un tema candente), pero nuestra democracia parecía segura. Las transiciones de poder al más alto nivel de nuestro gobierno siempre parecían tener lugar sin problemas.
Nosotros, en el contingente boomer, crecimos en un momento en el que coincidíamos sustancialmente en la misma versión de la verdad, aunque con diferentes perspectivas. En general, la presidencia de los Estados Unidos fue respetada, aunque ocasionalmente hubo controversias y es posible que no hayamos estado de acuerdo con las políticas de un presidente en particular. Todos veíamos los mismos pocos programas de noticias en los pocos canales de televisión disponibles.
Además, en su mayor parte, todos leíamos la misma pequeña cantidad de periódicos que estaban en circulación. El periodismo era una profesión respetada. Quienes trabajaron en él generalmente se esforzaron por publicar noticias verificables y precisas. No había redes sociales más allá del teléfono (teníamos que estar en casa para recibir llamadas). Las cartas manuscritas tardaban hasta varios días en llegar a su destino.
Avanzando rápidamente varias décadas, estamos horriblemente peleados el uno con el otro, a menudo porque ni siquiera podemos ponernos de acuerdo sobre lo que es verdad a pesar de la abrumadora evidencia que atestigua la veracidad de un evento o situación determinada. Demasiados de nosotros nos enfrentamos ferozmente, sin pensar dos veces en arruinar instantáneamente la reputación, la carrera, o incluso la vida de alguien.
Mientras que algunos están preocupados por avivar la ira por la inflación, los precios de la gasolina, y la escasez de fórmula para bebés, estamos al borde de la Tercera Guerra Mundial y la democracia estadounidense se está desmoronando a simple vista.
Recientemente, cuando la Corte Suprema dictó un fallo importante, las mujeres comenzaron a perder sus libertades y ahora están mirando por el cañón del fusil hacia una mayor represión. En la misma semana, el tribunal supremo de la nación comenzó a socavar la separación entre la iglesia y el estado que ha sido la base de nuestra democracia durante más de dos siglos. De hecho, esa separación vital fue uno de los motivadores fundamentales para la fundación de este país desde el principio.
Hay entidades poderosas e influyentes que estarían encantadas de convertir nuestro gobierno nacional en una teocracia. Recientemente, en una indicación escalofriante de la dirección en la que algunos tomarían este país, una candidata republicana de Georgia, Kandiss Taylor, proclamó: “Somos la iglesia y dirigimos el estado”. Perdió miserablemente con sólo el 3,4% de los votos. Aun así, afirmó, la elección fue “manipulada”. Hay demasiados ejemplos en el mundo de hoy que nos muestran cómo es una teocracia, y no es nada agradable.
Las mujeres están entre las primeras víctimas de una teocracia. Si nos lamemos el dedo índice y lo mantenemos en el aire, podemos sentir de qué dirección sopla el viento. Un viento que presagia la victimización de las mujeres en los EE. UU. comienza a tomar velocidad. Sin vigilancia, ese viento podría alcanzar la fuerza de un huracán, diezmando los derechos y privilegios de las mujeres estadounidenses en los próximos meses y años.
Mientras que las mujeres están siendo subyugadas en una teocracia, también se apunta contra las minorías religiosas y étnicas, los inmigrantes y las personas no binarias o que no se conforman. Estos vientos también están comenzando a acelerarse.
Aunque la economía y nuestras finanzas son preocupaciones serias que nos afectan a todos, necesitamos poner las cosas en perspectiva. Sin la democracia, la inflación y los precios de la gasolina serán la menor de nuestras preocupaciones. Lo único que nos salvará ahora es votar por candidatos que estén a favor de la democracia y que se nieguen a apoyar las nefastas mentiras que se arremolinan en los vientos que soplan por todo el país.
– – Servicios de escritura se ofrecen en mi sitio web, David Magallanes Writing Services. David Magallanes es un profesor de matemáticas jubilado.
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