Bilingual commentary — The Tragic Loss of Native American Wisdom and Knowledge

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By David Magallanes • Guest contributor

I still remember my fourth-grade teacher, Mrs. Knoll. It was her duty to follow the state tradition that had us studying the California missions. Our homework assignment was to craft a model of a mission of our choice. Mine, as I recall, was Mission San Gabriel Arcángel (Archangel), which was located not too far from my home. In class, we were taught that the “Indians” who worked at the missions were fortunate to have the opportunity to learn from the Catholic priests who taught them Spanish and converted them to Catholicism. The padres looked upon them as “children” and treated them “kindly.”

But I’m older and more educated now. With decades of experience behind me and greater knowledge of history, I now view the Native American mission experience with a more critical eye. What I had learned about the missions was equivalent to the embellished “slaves were treated like family” stories that are recounted to visitors on Southern plantation tours. These sanitized versions of history regarding our country’s minority populations are precisely what many present-day conservatives are determined to maintain in our schools. 

However, some historians are not mincing words: Native Americans, they claim, were effectively enslaved and forced into prostitution by their European conquerors at the missions. Outside mission walls, throughout this land of amber waves of grain, untold numbers of Native Americans were tortured, raped, and massacred. Their lands were outright stolen from them, and their language, customs, and civilizations were wiped off the face of the United States. 

Since then, and up to the present day, we are suffering the consequences of this genocide perpetrated by the ideology of white supremacy. Vestiges of this annihilation are taking place under our noses as conservative states ban the history lessons that educate children about our racist past in all its ugliness. 

Rather than learning ways to live with nature, the colonizers brought European visions of “extractivism,” referring to the process of extracting from the environment while contributing little or nothing to it in return. In the long run, extractive economies are doomed to failure when they ignore the need to replenish or balance the losses that are incurred.

When Native Americans were murdered in great numbers, we not only slaughtered their warriors and women and children; we also shot ourselves in the foot as we gleefully rid the landscape of the “primitive, uncivilized natives.”

But the Native Americans they encountered were neither primitive nor uncivilized. Over millennia, Indigenous people had acquired great wisdom by learning to live in harmony and reciprocity with nature. They refused to simply take from the earth and recklessly exploit its generous gifts. The modern world, in contrast, has been trying to capitalize on nature for hundreds of years. This is the reason we are in the current climate mess that has us scrambling to save our planet. The Native American civilizations that evolved over eons in North America never worried about “saving the planet”—until the Europeans arrived. Indigenous Americans knew better than to bring the world to this precipice in the first place. They respected and honored Mother Earth.

To our great misfortune, we chose to eliminate the very knowledge that could have saved the world from near-certain misery in the decades ahead. Native Americans knew how to develop a spiritual connection with water and fire—two elements that are destroying the paradise we thought we had constructed in the Southwest. Unfortunately, developing a “spiritual connection” with nature—or with anything else, for that matter—seemed too “idolatrous” to the conquering Europeans and was summarily rejected.

Western philosophy and civilization splits nature and humanity into two distinct entities. Native Americans know better. From their perspective, nature and humanity cannot be separated, and to do so is to beg for woeful planetary difficulties—as we are just beginning to experience.

— Writing services are offered at my website, David Magallanes Writing ServicesDavid Magallanes is a retired college math educator.

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La Pérdida de Sabiduría Indígena

Por David Magallanes • Columnista invitado

Todavía recuerdo a mi maestra de cuarto grado, la Sra. Knoll. Era su deber seguir la tradición estatal que nos tenía estudiando las misiones de California. Nuestra tarea asignada era elaborar una maqueta de una misión de nuestra elección. La mía, según recuerdo, era la Misión San Gabriel Arcángel, que se ubicada no muy lejos de mi casa. En clase nos enseñaron que los “indios” que trabajaban en las misiones eran afortunados de tener la oportunidad de aprender al pie de los sacerdotes católicos que les enseñaron español y los convirtieron al catolicismo. Los padres los consideraban como “niños” y los trataban “amablemente”.

Pero ahora soy mayor y más educado. Con décadas de experiencia y un mayor conocimiento de la historia, ahora veo la experiencia de los nativos americanos en las misiones con un ojo más crítico. Lo que había aprendido sobre las misiones era equivalente a las historias embellecidas de “los esclavos eran tratados como familia” que se cuentan a los visitantes en los recorridos por las plantaciones sureñas de Estados Unidos. Estas versiones depuradas de la historia sobre las poblaciones minoritarias de nuestro país son precisamente lo que muchos conservadores actuales están decididos a mantener en nuestras escuelas.

Sin embargo, algunos historiadores no se andan con rodeos: afirman que los nativos americanos fueron esclavizados y forzados a prostituirse por sus conquistadores europeos en las misiones. Fuera de los muros de la misión, a lo largo de esta tierra de llanuras frutales, un número incalculable de nativos americanos fueron torturados, violados y masacrados. Sus tierras les fueron descaradamente robadas y su idioma, costumbres y civilizaciones fueron borradas de la faz de los Estados Unidos.

Desde entonces y hasta el día de hoy, estamos sufriendo las consecuencias de este genocidio perpetrado por la ideología de la supremacía blanca. Los vestigios de esta aniquilación están teniendo lugar ante nuestras narices a medida que los estados conservadores prohíben las lecciones de historia que enseñan a los niños lo feo de nuestro pasado racista.

En lugar de aprender formas de vivir con la naturaleza, los colonizadores trajeron visiones europeas de “extractivismo”, refiriéndose al proceso de extracción del medio ambiente y contribuyendo poco o nada a cambio. A la larga, las economías extractivas están condenadas al fracaso cuando ignoran la necesidad de reponer o equilibrar las pérdidas que causan.

Cuando los indígenas americanos fueron asesinados en gran número, no solo masacramos a sus guerreros, mujeres y niños; también nos perjudicamos a nosotros mismos mientras nos librábamos alegremente de los “nativos primitivos e incivilizados”.

Pero los nativos americanos que encontraron no eran ni primitivos ni incivilizados. Durante milenios, los pueblos indígenas habían adquirido una gran sabiduría al aprender a vivir en armonía y reciprocidad con la naturaleza. Rechazaron la idea de simplemente sacar los bienes de la tierra y explotar imprudentemente sus generosos dones. El mundo moderno, por el contrario, ha estado tratando de sacar provecho de la naturaleza durante cientos de años. Esta es la razón por la que estamos en el lío climático actual que nos tiene luchando para salvar nuestro planeta. Las civilizaciones nativas americanas que evolucionaron durante eones en América del Norte nunca se preocuparon por “salvar el planeta”—hasta que llegaron los europeos. Para empezar, los indígenas estadounidenses sabían cómo evitar que el mundo llegara a este precipicio. Respetaron y honraron a la Madre Tierra.

Para nuestra gran desgracia, decidimos eliminar los conocimientos que pudieran haber salvado al mundo de una miseria casi segura en las próximas décadas. Los nativos americanos supieron desarrollar una conexión espiritual con el agua y el fuego, dos elementos que están destruyendo el paraíso que creíamos haber construido en el Sudoeste de nuestro país. Desafortunadamente, desarrollar una “conexión espiritual” con la naturaleza—o con cualquier otra cosa—parecía demasiado “idólatra” para los europeos conquistadores y fue rechazado sumariamente.

La filosofía y la civilización occidentales dividen la naturaleza y la humanidad en dos entidades distintas. Los nativos americanos rechazan ese concepto. Desde su perspectiva, la naturaleza y la humanidad no pueden separarse, y hacerlo es rogar por dolorosas dificultades planetarias—como apenas estamos comenzando a experimentar.

– – Servicios de escritura se ofrecen en mi sitio web, David Magallanes Writing ServicesDavid Magallanes es un profesor de matemáticas jubilado.

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