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By David Magallanes • Guest contributor
For the past half-dozen years or so, there have been two warring governments in Libya. The resulting disorganization and chaos had led to a power vacuum that terrorists were only too happy to fill.
Venezuela’s presidential elections in 2018 resulted in two presidents claiming victory. The United States was quick to condemn the strongman who refused to concede, despite a vote count that was deeply flawed.
In Belarus, the current president violently crushed protests earlier this year when an obviously rigged election giving him a win with 80% of the vote was declared.
In the Papal Schism, between the years 1378 and 1417, there were three popes, all claiming to be legitimate.
Could these scenarios presage our fate here in the United States, where only months ago we’d said, “Oh, that could never happen here”?
Over the past years, we’ve seen too often that something that “would never happen here,” or that “doesn’t happen anymore” actually comes to pass. The return to racial violence. The blatant attempts to suppress the vote. The rise of neo-Nazi groups. Innocent people massacred by explosions of xenophobic hatred. The decimation of decades of progress toward environmental harmony. A massive denial of climate change and its imminent dangers. A culture that despises scientists and academics.
And then there we were a few weeks ago, seriously wondering if we were going to end up with an internationally recognized government, as well as a “shadow government” that operates from a gaudy resort in Florida with daily flurries of tweets that mobilize a base of tens of millions of Americans. We thought we might well become one of “those” governments that we despise for their murder of democracy and that make a mockery of free and fair elections.
Our election system, the very bedrock of our democracy, was seriously strained. Fortunately, it didn’t break—this time. But dangerous precedents have been set. We’ll have to revamp, repair and replace parts of the machinery of voting that flexed under the weight of conspiracy theories and bogus litigation. Not since the Civil War had our democracy threatened to implode as it did last month.
Next time we may not be so fortunate.
— David Magallanes is a retired college math educator.
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No Desde la Guerra Civil
Por David Magallanes • Columnista invitado
Durante los últimos años, ha habido dos gobiernos, luchando uno contra el otro, en Libia. La desorganización y el caos resultantes habían llevado a un vacío de poder que los terroristas estaban felices de llenar.
Las elecciones presidenciales de Venezuela en 2018 resultaron en dos presidentes declarando la victoria. Estados Unidos se apresuró a condenar al hombre fuerte que se negó a ceder, a pesar de un recuento de votos que tenía graves defectos.
En Bielorrusia, el actual presidente aplastó violentamente las protestas a principios de este año cuando se declaró una elección obviamente amañada que le dio una victoria con el 80% de los votos.
En el cisma papal, entre los años 1378 y 1417, hubo tres papas, todos proclamando ser legítimos.
¿Podrían estos escenarios presagiar nuestro destino aquí en los Estados Unidos, donde hace solo unos meses dijimos: “Oh, eso nunca podría suceder aquí”?
En los últimos años, hemos visto con demasiada frecuencia que algo que “nunca sucedería aquí” o que “ya no sucederá” en realidad sucede. El regreso a la violencia racial. Los descarados intentos de reprimir el voto. El auge de los grupos neonazis. Personas inocentes masacradas en explosiones de odio xenófobo. La aniquilación de décadas de progreso hacia la armonía ambiental. Una negación masiva del cambio climático y sus peligros inminentes. Una cultura que desprecia a los científicos y académicos.
Y ahí estábamos hace unas semanas, preguntándonos seriamente si íbamos a terminar con un gobierno reconocido internacionalmente, así como también un “gobierno en la sombra” que opera desde un llamativo centro turístico en la Florida con ráfagas diarias de tweets que movilizan una base de decenas de millones de estadounidenses. Pensamos que bien podíamos habernos convertido en uno de “esos” gobiernos que despreciamos por su asesinato de la democracia y que se burlan de las elecciones libres y justas.
Nuestro sistema electoral, la base misma de nuestra democracia, se vio seriamente afectado. Afortunadamente, esta vez no fue destruido. Pero se han sentado precedentes peligrosos. Tendremos que renovar, reparar y reemplazar partes de la maquinaria de votación que se flexionó bajo el peso de las teorías de la conspiración y los litigios falsos. Desde la Guerra Civil, nuestra democracia no había amenazado con implosionar como lo hizo el mes pasado.
La próxima vez puede que no seamos tan afortunados.
– – David Magallanes es un profesor de matemáticas jubilado.
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