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By David Magallanes • Guest contributor
In chess, “checkmate” occurs when the “king” on the board is threatened with capture and has no way out. At that point, the game is, for all intents and purposes, over.
We in the United States are being checkmated by Donald Trump, the current GOP frontrunner for the presidential primary nomination. Rather than a checkmate of the king, the very foundation of our country is being threatened. Increasingly, it appears that there is no way out of the upcoming fraught battle for the very soul of the nation.
Over the past decades, many of us have been lamenting the intractable divisiveness that has torn the country in two. But that divisiveness, I’m afraid, is only a preview of the chaos that is bound to erupt, no matter which way the 2024 election plays out.
The key to understanding the historical challenge at our doorstep is the power of “perception.” Especially in today’s burning, white-hot political partition, the truth is becoming frighteningly nebulous and malleable.
In past decades, we all used to listen to the same handful of radio or TV news outlets that generally agreed on the facts. Now, however, we have all retreated to our respective camps to learn the “facts,” which may or may not be based on truth. Some of the dispensers of “news” have outright staked their authority on “alternative facts” that play to their respective bases of voters.
Former president Trump, for all his extreme dysfunction, narcissism, and hypocrisy, has been a master at backing the country into a corner and has, in effect, shamefully declared “checkmate.” We have practically no way out of ensuing chaos next year during an election season that will prove to be the most decisive in our history.
The 2024 presidential election will determine our destiny, whether that be a lawful nation that dispenses justice fairly and equally or a nation that spirals into autocracy with hints of theocracy and a serving of patriarchy. We are encountering the second major fork in the road since the founding of our country.
If the Department of Justice (DOJ) convicts Trump in courts of law and detains him in any form before the election, some hard-right Republicans are bound to declare “malicious election interference” (as Trump has already done). No matter what justice demands, no matter all the evidence that may incriminate Trump formally presented in the courts, the perception will determine the reaction of the Republican electorate. There will be a consensus that President Biden is maliciously targeting and eliminating his Republican rival in the presidential election.
For the army of Trump’s more extremist supporters, perception is everything. If their superstar is prosecuted or detained, they will seek vengeance regardless of mountains of incriminating evidence against the former president. If Trump is lawfully convicted of crimes, a warped perception of the truth will ignite a portion of his followers who won’t care what the facts are. They will feel justified in seeking a “reckoning.”
If Trump loses the election, the MAGA masses will angrily blame President Biden, the DOJ, and the FBI and declare that the election had been “fraudulent” and “rigged.” They may decide to take matters into their own hands and make January 6 look like a mere rehearsal for the “real” insurrection.
If Trump wins the election, he will render himself legally untouchable (which is more than likely his motivation for winning the presidency again at any cost). Then we can all brace ourselves for an administration hell-bent on vengeance and the destruction of democratic norms. It could well be the end of democracy as we have known it.
There would be a continuing war on science. We would witness a gutting of the DOJ, the FBI, the Department of Education, the U.S. federal civil service, and the institutions that work tirelessly to keep us physically and mentally healthy. The government will wage war against women, minorities, the “establishment,” and the “deep state.”
It would seem to appear that no matter what happens, we are doomed in one form or another. There is a chance that, at the very least, our society will be even more divided than it is now. At worst, we will spiral downward into a war against each other.
Our country is about to be tested as never before. The destiny of the United States is in our hands. Whichever path we opt for, “we the people” will have chosen.
— David Magallanes offers information about healthy lifestyles on his website, Magallanes Wellness Information Center. He is also a retired college math educator.
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Jaque Mate Estadunidense, 2024
Por David Magallanes • Columnista invitado”
En ajedrez, el “jaque mate” ocurre cuando el “rey” sobre el tablero está amenazado de ser capturado y no tiene salida. En ese momento, el juego, a todos los efectos, ha terminado.
En los Estados Unidos, Donald Trump, el actual favorito del Partido Republicano para la nominación primaria presidencial, nos está haciendo jaque mate. En lugar de un jaque mate del rey, los cimientos mismos de nuestro país están siendo amenazados. Cada vez más, parece que no hay forma de salir de la próxima batalla tensa por el alma misma de la nación.
Durante las últimas décadas, muchos de nosotros hemos estado lamentando la división intratable que ha partido al país en dos. Pero esa división, me temo, es solo un anticipo del caos que está destinado a estallar, sin importar cómo resultan las elecciones de 2024.
La clave para comprender el desafío histórico que se nos presenta es el poder de la “percepción”. Especialmente en la ardiente y candente partición política actual, la verdad se está volviendo terriblemente nebulosa y maleable.
En décadas pasadas, todos solíamos escuchar el mismo puñado de noticieros de radio o televisión que generalmente coincidían en los hechos. Ahora, sin embargo, todos nos hemos retirado a nuestras respectivas cohortes para conocer los “hechos”, que pueden o no estar basados en la verdad. Algunos de los dispensadores de “noticias” han apostado abiertamente su autoridad en “hechos alternativos” con los cuales sus respectivas bases de votantes están de acuerdo.
El expresidente Trump, a pesar de toda su disfunción, narcisismo e hipocresía extremas, ha sido un maestro en arrinconar al país y, en efecto, ha declarado vergonzosamente “jaque mate”. Prácticamente no tenemos salida al caos que se nos avecina el próximo año durante una temporada electoral que resultará ser la más decisiva de nuestra historia.
Las elecciones presidenciales de 2024 determinarán nuestro destino, ya sea una nación legal que administre justicia de manera justa y equitativa o una nación que se convierta en una espiral de autocracia con toques de teocracia y una porción de patriarcado. Nos encontramos con la segunda gran bifurcación en el camino desde la fundación de nuestro país.
Si el Departamento de Justicia (DOJ) condena a Trump en los tribunales de justicia y lo detiene de cualquier forma antes de las elecciones, algunos republicanos de extrema derecha se sentirán obligados a declarar la “interferencia electoral maliciosa” (como ya lo ha hecho Trump). No importa lo que exija la justicia, no importan todas las pruebas que puedan incriminar a Trump presentadas formalmente en los tribunales, la percepción determinará la reacción del electorado republicano. Habrá consenso en que el presidente Biden está atacando y eliminando maliciosamente a su rival republicano en las elecciones presidenciales.
Para el ejército de seguidores más extremistas de Trump, la percepción lo es todo. Si su superestrella es procesada o detenida, buscarán venganza a pesar de las montañas de evidencia incriminatoria contra el expresidente. Si Trump es condenado legalmente por delitos, una percepción distorsionada de la verdad encenderá a una parte de sus seguidores a quienes no les importará cuáles son los hechos. Se sentirán justificados al buscar un “ajuste de cuentas”.
Si Trump pierde las elecciones, los más extremistas culparán airadamente al presidente Biden, al Departamento de Justicia y al FBI y declararán que las elecciones fueron “fraudulentas” y “amañadas”. Pueden decidir tomar el asunto en sus propias manos y hacer que el 6 de enero parezca un mero ensayo para la insurrección “real”.
Si Trump gana las elecciones, se volverá legalmente intocable (lo que probablemente sea su motivación para volver a ganar la presidencia a cualquier precio). Entonces todos podemos prepararnos para una administración empeñada en la venganza y la destrucción de las normas democráticas. Bien podría ser el fin de la democracia tal como la hemos conocido.
Habría una guerra continua contra la ciencia. Seríamos testigos de la destrucción del DOJ, el FBI, el Departamento de Educación, el servicio civil federal de los EE. UU. y las instituciones que trabajan incansablemente para mantenernos física y mentalmente saludables. El gobierno hará la guerra contra las mujeres, las minorías y el “establecimiento”.
Parecería que pase lo que pase, estamos condenados de una forma u otra. Existe la posibilidad de que, como mínimo, nuestra sociedad esté aún más dividida de lo que está ahora. En el peor de los casos, descenderemos en espiral hacia una guerra unos contra otros.
Nuestro país está a punto de ser probado como nunca. El destino de los Estados Unidos está en nuestras manos. Cualquiera que sea el camino que elijamos, “nosotros, el pueblo” lo habremos elegido.
– – David Magallanes ofrece información sobre un estilo de vida saludable en su sitio web, Magallanes Wellness Information Center. También es profesor de matemáticas jubilado.
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