Bilingual commentary: The Vegetarian Decision

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By David Magallanes Guest contributor

David Magallanes

David Magallanes

Vegetarianism is not everyone’s “cup of tea,” so to speak. And contrary to the declarations of the more militant vegetarians, there is no such thing as “you’re either a vegetarian or you’re not.” There are gradations in the meaning of vegetarianism in individual diets. We who wish to limit or eliminate meat in our diets must choose where we are on the wide spectrum of vegetarianism.

And hence my quandary. Some 40 years ago when I was a young man, I read several books on the vegetarian lifestyle, including two iconic paperbacks of that time, Diet for a Small Planet and Recipes for a Small Planet, by Frances Moore Lappé and Ellen Buchman Ewald, respectively. Those two works must have had a profound impact on my explorations in search of a better way to live and eat: I became a vegetarian in my mid-20s, more toward the restrictive vegan end of the spectrum. Eventually my body told me that I really did need dairy in my diet. So I threw that in, as well as fish (though possibly not enough). If fish was good enough for Jesus, it was good enough for me. I lived with this diet until I was well into my “more mature” years (I just can’t get myself to use the word “senior”).

But then as my body began manifesting the first hints of older age, it told me something else: I was not getting enough protein. My skin was becoming frighteningly thin; it would tear and bleed with any little scrape against a door, for example. A doctor suggested that I start eating meat, including red meat. That’s where I drew the line of ketchup on the tabletop. I steadfastly refuse to eat the flesh of animals at the higher end of the hierarchy. No beef, pork, ham or carnitas for this Latino lad.

But perhaps I should reconsider some things. After all, people throughout the world follow healthy, delightful diets rich in variety and nutrients, including lean animal proteins such as fish, turkey and chicken, most preferably without any antibiotics or growth hormones in their system.

As I ponder my choices, I can’t help but think about all the foods I’ve been refusing all these years, all the times I’ve politely told my hosts that “I can’t eat that,” all the times I settled for a plate of lettuce when there was nothing else available for me.

A part of me wants to remain dietetically different, with a self-imposed restricted diet. But there’s that other side of me that can’t wait to partake of the foods in, for example, the highly-touted Mediterranean diet, and to share meals more fully and harmoniously with my family and the people that are very special to me.

— David Magallanes is a writer, speaker and network marketer consultant. You may visit his web site, dedicated to honoring daughters and keeping them healthy, at www.roses4daughters.com. You may contact him through e-mail at dmagallanes@roses4daughters.com.

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La Decisión Vegetariana

Por David Magallanes / Columnista invitado

El vegetarianismo no es del agrado de todo el mundo. Y al contrario de las declaraciones de los vegetarianos más combativos, no existe lo de “o eres vegetariano, o no lo eres”. Hay gradaciones en el significado de vegetarianismo en las dietas individuales. Todos quienes desean limitar o eliminar la carne en sus dietas tienen que escoger su posición en el espectro ancho del vegetarianismo.

Y por eso mi dilema. Hace algunos 40 años cuando de joven leí varios libros sobre el tema del estilo de vida vegetariano, incluyendo dos libros en rústica icónicos durante aquella época: Dieta para un Planeta Pequeño y Recetas para un Planeta Pequeño, por Frances Moore Lappé y Ellen Buchman Ewald, respectivamente. Estas dos obras han de haberme impactado profundamente en mis exploraciones en busca de una mejor manera de vivir y comer: me volví un vegetariano a la mitad de mis años veinte, más hacia el lado vegano y restrictivo del espectro. Eventualmente, mi cuerpo me dijo que de verdad necesitaba productos lácteos en mi dieta. Así que los metí en mi plan dietético, y también el pescado (aunque a la mejor no lo suficiente). Si el pescado le bastó a Jesús, también me bastaría a mí. Yo vivía con esta dieta hasta llegar a mis años “más maduros” (no puedo convencerme a usar la frase “de la tercera edad”).

Pero luego, cuando mi cuerpo empezó a manifestar los primeros indicios de la edad más avanzada, me dijo algo más: yo no ingería una cantidad suficiente de proteína. Mi piel se volvía espantosamente delgada; se desgarraba y sangraba al toparme ligeramente con la puerta, por ejemplo. Un médico me recomendó que empezara a comer carne, incluyendo la carne roja. Es allí en donde pinto mi raya de salsa sobre la mesa. Resueltamente me niego a comer la carne de animales que se encuentran en los rangos más altos de la jerarquía. ¡No habrá ni carne de res, ni jamón, ni puerco, ni carnitas en la dieta de este chavo latino!

Pero tal vez debería reconsiderar algunas cosas. Al cabo que hay gentes a través del mundo que tienen dietas saludables y deliciosas, ricamente variadas y nutritivas, incluyendo proteínas animales y de poca grasa, tales como el pescado, el pavo y el pollo, preferiblemente sin antibióticos y hormonas para el crecimiento en sus sistemas.

Mientras reflexiono sobre mis decisiones, no puedo evitar el pensar en todos los alimentos que me he estado negando todos estos años, todas las veces que les he dicho cortésmente a mis anfitriones que “no puedo comer eso”, las veces que me conformaba con un plato de lechuga cuando no había nada más disponible para mí.

Una parte de mí quiere quedarse dietéticamente diferente, con una dieta restringida que yo me impongo a mí mismo. Pero existe ese otro lado de mí que no puede esperar a participar, por ejemplo, en las comidas de la muy elogiada dieta mediterránea, y compartir comidas con más plenitud y armonía junto con mi familia y las personas que me son muy especiales.

— David Magallanes es un escritor, orador y consultor de mercadeo por las redes sociales. Usted puede visitar su sitio cibernético, dedicado a la honra y la salud de nuestras hijas, en www.roses4daughters.com. Se puede comunicar con él por e-mail a: dmagallanes@roses4daughters.com.

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