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By David Magallanes • Guest contributor
A considerable number of children of immigrants decide to “do their family proud.” They decide to commit to studying medicine to become a doctor or dentist. Some of them are first-generation college students who become first-generation professionals.
Although their ambition and successes are admirable, the backgrounds of immigrants’ children may not thoroughly prepare them for the financial jolts they will receive along the way as medical professionals. It is entirely possible that no one in their family ever sat down with them and talked about that traditionally taboo topic: money. It is entirely conceivable that no one talked with them about financial planning because the parents and other relatives themselves had little money with which to plan much of anything.
In some immigrant families, living paycheck-to-paycheck in a cash economy is the norm. The usual discussions in some families about stocks, bonds, investing, and vacation homes is very likely quite absent in most families who are new to this country and of the labor class.
Most students of medicine are not exposed to a solid education in personal finance. They are far too focused on the task of graduating successfully with a degree that bestows upon them the coveted title of “Doctor,” along with the social prestige and the adoration that emanates from their families and friends. Becoming a doctor (or dentist, or any other such status) also confers heavy responsibilities and risks.
These responsibilities and risks of doctors’ lives must be managed, but medical professionals are often simply not sufficiently prepared to deal successfully with them. The outcome is sometimes troubling, and in more extreme cases it can be devastating.
Because of the level of education and experience that are required of doctors, they often begin to earn their high salaries some 10 years after their peers start earning well. Their high school classmates with higher ambitions had pursued other fields of study but were able to begin working in their professions immediately after graduation. And whereas these peers began accumulating wealth, let’s say, in their mid-20s, their friends studying medicine continued to accumulate far heavier burdens of debt that would encumber them for decades into the future—assuming they could even pay off that debt within their lifetime, even with their presumably high salaries.
Doctors often feel the pressures of maintaining an ostensibly affluent lifestyle, which can prove to be challenging if their lives have been devoid of sufficient financial planning. Retirement can be especially daunting for the same reason, which might explain why medical professionals do not retire any earlier than the typical American worker.
Due to a number of factors, doctors are particularly prone to burnout. They must deal with patients who refuse to do their part to care for themselves. They face the pressures of potential litigation. The insurance companies and the government strive to reimburse doctors with as little money as possible. There is a growing shortage of physicians in this country, which only serves to throttle the joy of working in a noble profession that is suffering from overwork.
Despite all the foregoing, I have known doctors who thrived in their profession and who derived a great deal of satisfaction knowing that they served, or are serving, humanity to the best of their abilities. We should be very grateful to doctors who, by the very nature of their choices, have given up years of their lives to prepare to serve the rest of us.
— Writing services are offered at my website, David Magallanes Writing Services. David Magallanes is a retired college math educator.
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La Decisión de Volverse un Médico
Por David Magallanes • Columnista invitado
Un número considerable de hijos de inmigrantes deciden “enorgullecer a su familia”. Deciden comprometerse a estudiar medicina para convertirse en médicos o dentistas. Algunos de ellos son estudiantes universitarios de primera generación que se convierten en profesionales de primera generación.
Aunque su ambición y sus éxitos son admirables, es posible que los antecedentes de los hijos de inmigrantes no los preparen completamente para las sacudidas financieras que recibirán en el camino como profesionales médicos. Es muy posible que nadie en su familia se haya sentado nunca con ellos a hablar sobre ese tema tradicionalmente tabú: el dinero. Es totalmente concebible que nadie hablara con ellos sobre la planificación financiera porque los padres y otros parientes mismos tenían poco dinero para planificar casi nada.
En algunas familias inmigrantes, vivir de cheque en cheque en una economía de dinero en efectivo es la norma. Las discusiones habituales en algunas familias sobre acciones, bonos, inversiones y casas de vacaciones probablemente estén bastante ausentes en la mayoría de las familias que son nuevas en este país y de la clase trabajadora.
La mayoría de los estudiantes de medicina no están expuestos a una educación sólida en finanzas personales. Están demasiado enfocados en la tarea de graduarse exitosamente con un título que les otorgue el codiciado título de “Doctor”, junto con el prestigio social y la adoración que emana de sus familiares y amistades. Convertirse en médico (o dentista, o cualquier otro estatus similar) también confiere grandes responsabilidades y riesgos.
Estas responsabilidades y riesgos de la vida de los médicos deberían ser manejados con cuidado. Pero los profesionales médicos a menudo simplemente no están lo suficientemente preparados para afrontar con éxito estos retos. El resultado a veces es preocupante y, en casos más extremos, puede ser devastador.
Debido al nivel de educación y experiencia que se requiere de los médicos, a menudo comienzan a ganar sus altos salarios unos 10 años después que sus pares empiecen a ganar buen dinero. Sus compañeros de secundaria con mayores ambiciones se habrán dedicado a otros campos de estudio, pero pudieron comenzar a trabajar en sus profesiones inmediatamente después de graduarse. Y mientras que estos pares comenzaran a acumular riqueza, digamos, a mediados de los 20, sus amigos que estudiaban medicina continuaron acumulando cargas de deuda mucho más pesadas que los agobiarían durante décadas en el futuro, suponiendo que incluso pudieran pagar esa deuda en el transcurso de su vida, incluso con sus presumiblemente altos salarios.
Los médicos a menudo sienten la presión de mantener un estilo de vida ostensiblemente acomodado, lo que puede resultar un desafío si sus vidas han estado desprovistas de suficiente planificación financiera. La jubilación puede ser especialmente desalentadora por la misma razón, lo que podría explicar por qué los profesionales médicos no se jubilan antes que el trabajador estadounidense típico.
Debido a una serie de factores, los médicos son particularmente propensos al agotamiento. Deben tratar con pacientes que se niegan a hacer su parte para cuidar de sí mismos. Se enfrentan a las presiones de posibles litigios. Las compañías de seguros y el gobierno se esfuerzan por reembolsar a los médicos con la menor cantidad de dinero posible. Hay una creciente escasez de médicos en este país, lo que sólo sirve para estrangular la alegría de trabajar en una noble profesión que sufre de exceso de trabajo.
A pesar de todo lo anterior, he conocido médicos que prosperaron en su profesión y que se sintieron muy satisfechos al saber que sirvieron o están sirviendo a la humanidad lo mejor que pueden. Deberíamos estar muy agradecidos con los médicos que, por la naturaleza misma de sus elecciones, han sacrificado años de sus vidas para prepararse para servir al resto de nosotros.
– – Servicios de escritura se ofrecen en mi sitio web, David Magallanes Writing Services. David Magallanes es un profesor de matemáticas jubilado.
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