Bilingual commentary — The Closure of Camarillo State Hospital

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By David Magallanes • Guest contributor

One of our most vexing social problems throughout the country—and particularly in California—is that of homelessness. This phenomenon affects all of us. We are all aware of the homelessness crisis. Some of the people on the streets and/or living in vehicles are victims of the astronomically high cost of housing; others are mentally unstable, delusional, or violent. 

I’ve often wondered why homelessness did not seem to be a problem as I grew up in a suburb of Los Angeles during the 1950s and 60s. But then it seemed to explode into view over the past decade. I don’t recall ever seeing homeless encampments or men and women sleeping on city streets outside of businesses. There were no people staking out locations at shopping center parking lots begging for handouts. Homeless folks were rarely, if ever, seen in libraries. It was a very different world.

I concluded that one of the reasons for the increase in homelessness in our area must have been the closure of the Camarillo State Hospital (CSH), an institution dedicated to the care of patients suffering from various mental illnesses. Today, the original site and many of the buildings are occupied by California State University, Channel Islands.

As I began to research for answers, I stumbled upon a thoroughly referenced student thesis by Tatum Louise Koval, a former history major at the University of Houston. The title of her opus is “This Could Be Heaven or This Could Be Hell: A History of the Camarillo State Hospital.” Upon perusing this fascinating paper dated May 2020, I was introduced to a world of highly unethical and prejudicial practices that began over a century ago in California as well as the rest of the country. 

This was a world in which “vagrants” (who were often immigrants), the mentally disabled, and “racially undesirable” individuals were eliminated from “genteel” (i.e., white Anglo-Saxon) society. Over 100 years ago, jails in Los Angeles were bursting at the seams with “vagrants.” It was an easy way to rid society of the “mentally feeble” and undesirable migrants, who were characterized as “burdens and evils,” words that have been ominously echoed in public discourse over the past several years.

Innumerable unscrupulous practices were carried out on patients throughout the existence of CSH, especially in its early years. Eugenics, the science of controlling human reproduction, was practiced widely throughout California during the first half of the 20th century. Sterilization of patients was rampant. Obviously, this practice had strong racial undercurrents. Eugenics was an element of treatment at CSH during this period. However, to give the hospital a dubious measure of credit, the number of sterilizations at the hospital was lower than that at any of the other state mental asylums. 

Attitudes toward mental illness and treatment began shifting after World War II. During Ronald Reagan’s governorship from 1967 to 1975, funding for state hospitals in California began to decrease. This forced hospitals to treat and release patients rather than retain them for long periods. Eventually, this led to economic anguish for these institutions, leading to closures in some cases, as in that of CSH in 1997. 

However, to make a very long story very short, upon closing, the surrounding community was simply not prepared to take up where CSH had left off. It could not offer a proper response to the vast number of people who required mental health services now that CSH had closed.

Apparently, the local mental health community has been scrambling ever since to do what it can to treat those who are afflicted by mental challenges. Now let’s layer on the cost of housing, the pandemic, and possibly a recession. Mix and stir. And voilà! 

Unfortunately, with this recipe, we cannot proudly hold up the resulting mess we’ve created.

— Writing services are offered at my website, David Magallanes Writing ServicesDavid Magallanes is a retired college math educator.

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El Cierre del Hospital Estatal de Camarillo

Por David Magallanes • Columnista invitado

Uno de nuestros problemas sociales más problemáticos en todo el país, y particularmente en California, es el de la falta de vivienda. Este fenómeno nos afecta a todos. Todos somos conscientes de la crisis de las personas sin hogar. Algunas de las personas en la calle y/o que viven en vehículos son víctimas del costo astronómicamente alto de la vivienda; otros son mentalmente inestables, delirantes o violentos.

A menudo me he preguntado por qué la falta de vivienda no parecía ser un problema cuando crecí en un suburbio de Los Ángeles durante las décadas de 1950 y 1960. Pero luego pareció estallar a la vista durante la última década. No recuerdo haber visto campamentos para personas sin hogar u hombres y mujeres durmiendo en las calles de la ciudad fuera de los negocios. No había personas de pie, o hasta recostados, en los estacionamientos de los centros comerciales pidiendo limosna. Las personas sin hogar rara vez, si es que alguna vez, se veían en las bibliotecas. Era un mundo muy diferente.

Concluí que una de las razones del aumento de personas sin hogar en nuestra zona debe haber sido el cierre del Hospital Estatal de Camarillo (HEC), institución dedicada a la atención de pacientes que padecen diversas enfermedades mentales. Hoy, el sitio original y muchos de los edificios están ocupados por la California State University, Channel Islands.

Cuando comencé a buscar respuestas, me topé con una tesis de una alumna universitaria, Tatum Louise Koval, ex estudiante de historia en la Universidad de Houston. El título de su obra ampliamente referenciada (traducido al inglés) es “Esto Podría Ser el cielo o Esto Podría Ser el Infierno: Una Historia del Hospital Estatal de Camarillo”. Al leer detenidamente partes de este fascinante documento con fecha de mayo de 2020, se me presentó un mundo de prácticas altamente poco éticas y perjudiciales que comenzaron hace más de un siglo en California y en el resto del país.

Este era un mundo en el que los “vagabundos” (que a menudo eran inmigrantes), los discapacitados mentales y los individuos “racialmente indeseables” fueron eliminados de la sociedad “gentil” (es decir, anglosajona blanca). Hace más de 100 años, las cárceles de Los Ángeles estaban repletas de “vagabundos”. Fue una manera fácil de librar a la sociedad de los “débiles mentales” y los migrantes indeseables, a quienes se caracterizaba como “cargas y males”, palabras que se han repetido siniestramente en el discurso público durante los últimos años.

A lo largo de la existencia de la HEC, especialmente en sus primeros años, se llevaron a cabo innumerables prácticas sin escrúpulos sobre los pacientes. La eugenesia, la ciencia de controlar la reproducción humana, se practicó ampliamente en California durante la primera mitad del siglo XX. La esterilización de los pacientes era descontrolada. Obviamente, esta práctica tenía fuertes trasfondos raciales. La eugenesia fue un elemento de tratamiento en HEC durante este período. Sin embargo, para darle al hospital una dudosa medida de crédito, el número de esterilizaciones en el hospital fue menor que en cualquier otro de los demás asilos mentales del estado.

Las actitudes hacia las enfermedades mentales y su tratamiento comenzaron a cambiar después de la Segunda Guerra Mundial. Durante el reino del gobernador Ronald Reagan de 1967 a 1975, la financiación de los hospitales estatales de California comenzó a disminuir. Esto obligó a los hospitales a tratar y dar de alta a los pacientes en lugar de retenerlos durante largos períodos. Eventualmente, esto llevó a la angustia económica de estas instituciones, lo que llevó al cierre en algunos casos, como en el caso de HEC en 1997.

Sin embargo, para resumir una historia muy larga, al momento del cierre, la comunidad circundante simplemente no estaba preparada para continuar donde HEC había terminado su trabajo. La comunidad no podía ofrecer una respuesta adecuada a la gran cantidad de personas que requerían servicios de salud mental ahora que HEC había cerrado.

Aparentemente, la comunidad local dedicada a la salud mental ha estado luchando desde entonces para hacer todo lo posible por tratar a las personas que padecen problemas mentales. Ahora agreguemos el costo de la vivienda, la pandemia y posiblemente una recesión. Mezclar y revolver. ¡Y voilà!

Desafortunadamente, con esta receta, no podemos mostrar con orgullo el revoltijo resultante que hemos creado.

– – Servicios de escritura se ofrecen en mi sitio web, David Magallanes Writing ServicesDavid Magallanes es un profesor de matemáticas jubilado.

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