By David Magallanes / Guest contributor
I look across the political landscape outside the window of my experience and I sometimes see a country I don’t even recognize anymore. I see a nation roiling like boiling water, a nation not at peace with itself, a great nation in pain, challenged by the very bedrock of its own democracy. But what we’re experiencing are the seismic shifts that occur naturally, geologically as well as politically. Both the earth and our enviable political system always settle down after the quakes that are necessary to bring the equilibrium that allows us to thrive and flourish. The swings of the pendulum of change do bring pain, but they are both necessary and eternal.
We are currently experiencing a seismic shift of the political earth beneath our feet, on our very foundations. The astonishing rise of Trumpism and all that it implies was, and continues to be, a shock to our system, with the Republican Party now in disarray and the Democrats still stunned and dazed by the startling and unanticipated results of last year’s election. The rise of the Era of Trump instilled awe, admiration, respect, anger, hatred, fright and disbelief—all at the same time, to varying degrees, in unstable ratios—in the hearts of Americans.
For many of us, this past year has been a nightmare into which we awake every morning as we contemplated the direction of what was seeming to become the former leader of the free world. “America First” has become “every nation for itself.” The era of cooperation that had accomplished so much over the decades since World War II seemed to be unraveling before our eyes.
As we absorbed the new reality, many of us saw the handwriting on the wall and where this country was headed. We didn’t like what this country that we love was becoming: a home and haven for Nazi sympathizers, bigots, misogynists and promoters of outrageous conspiracies. Many voters in some states last week decided to do something about it. Not faced by the impossible choice of two hopelessly polarizing figures, their better angels guided them to reject the dark road upon which we as a blessed nation were beginning to walk and routed the candidates who had preached the philosophy of the Trump-Bannon axis. “Enough is enough, we want our country back!” they seemed to say through their votes.
We men can only imagine how painful childbirth is. Women know. They must understand more profoundly than we men that as painful as birth might be, it is necessary for the continuation of the human race. And so it is with the birth of America of the 21st century. It is painful, but necessary for our evolution as the hallowed nation that we are.
— David Magallanes is a writer, speaker and professor of mathematics.
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Retomando Nuestro País
Por David Magallanes / Columnista invitado
Miro a través del paisaje político fuera de la ventana de mi experiencia y a veces veo un país que ni siquiera reconozco. Veo a una nación tan agitada como agua hirviente, una nación que no está en paz consigo misma, una gran nación con dolor, desafiada por la mera base de su propia democracia. Pero lo que estamos experimentando son cambios sísmicos que ocurren naturalmente, geológica y políticamente. Tanto la tierra como nuestro sistema político envidiable siempre se restablecen después de los terremotos que son necesarios para traer el equilibrio que nos permite prosperar y florecer. Las oscilaciones del péndulo del cambio traen dolor, pero son necesarias y eternas.
Actualmente estamos experimentando un cambio sísmico del terreno político bajo nuestros pies, sobre nuestros propios cimientos. La asombrosa apariencia del Trumpismo y todo lo que implica fue, y continúa siendo, un shock para nuestro sistema, con el Partido Republicano ahora a la desbanda y los Demócratas todavía aturdidos y confundidos por los resultados sorprendentes e imprevistos de las elecciones del año pasado. El surgimiento de la Era de Trump infundió temor, admiración, respeto, ira, odio, espanto e incredulidad—todo al mismo tiempo, en diversos grados, en proporciones inestables—en los corazones de los estadounidenses.
Para muchos de nosotros, este año pasado ha sido una pesadilla en la que nos despertamos todas las mañanas mientras contemplamos el rumbo de lo que parecía convertirse en el líder anterior del mundo libre. “America Primero” se estaba convirtiendo en “sálvese quien pueda”. La era de la cooperación que había logrado tanto durante las décadas después de la Segunda Guerra Mundial parecía desmoronarse ante nuestros ojos.
Al absorber la nueva realidad, muchos de nosotros nos dimos cuenta de las señales y hacia dónde se dirigía este país. No nos gustaba en lo que este país que tanto apreciamos se estaba convirtiendo: un hogar y refugio para simpatizantes nazis, fanáticos, misóginos y promotores de conspiraciones escandalosas. La semana pasada, muchos votantes en algunos estados decidieron hacer algo al respecto. Esta vez, no enfrentados por la imposible selección de dos figuras irremediablemente polarizadas, sus mejores ángeles los guiaron a rechazar el oscuro camino sobre el cual nosotros, como nación bendecida, empezamos a lanzarnos y aplastaron a los candidatos que habían predicado la filosofía del eje Trump-Bannon. “¡Ya basta! ¡Queremos recuperar a nuestro país!”, parecían decir a través de sus votos.
Nosotros los hombres solo podemos imaginar cuán doloroso es el parto. Las mujeres lo saben. Por supuesto que ellas comprenden más profundamente que nosotros los hombres que por doloroso que sea el nacimiento de un hijo, es necesario para la continuación de la raza humana. Y así es con el nacimiento de América del siglo XXI. Es doloroso, pero es necesario para nuestra evolución como la nación sagrada que somos.
— David Magallanes es un escritor, orador y profesor de matemáticas.
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