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By David Magallanes / Guest contributor
Perceptions, and their subsequent judgments, are interesting things. Sometimes, our instincts guide our perceptions and provide more accurate information than we could possibly acquire with our “rational” minds. Other times, our perceptions are so misleading, and our judgments so skewed, that when we find out how unfortunate or hilarious those perceptions are, we wonder if we even have a functioning brain.
We’ve all had those experiences of severely misjudging a person or situation and either forming unwarranted, damning judgments or developing trust when we later wished we hadn’t. There have been times that I’ve had students in my classes whom I misjudged in terms of their mathematical abilities, either because of initial impressions based on their style of clothing, or their speech and gestures, only to find myself in awe of their impressive talents as they finished the semester at the top of the class. I’ve also had the opposite experience.
One summer I was meeting with family at a hotel complex in Los Angeles. I was talking with a male cousin as we strolled through the area of the pool. A gentleman lounging by the water politely asked us if we could get him some towels. I didn’t know whether to become irate or laugh. My cousin and I gently informed him that we were guests, not employees. To his credit, he was extremely embarrassed and apologized.
I couldn’t blame the man. We’re used to seeing that “the help” at our hotels and restaurants consists almost exclusively of Latinos struggling to make an honorable living, and we were two brown faces “con el nopal en la frente” (Mexican slang, literally “with a cactus on our foreheads,” meaning “obviously Mexican”), fully clothed in the pool section. It was an honest mistake.
It’s a good habit to always question the legitimacy of our perceptions.
— David Magallanes is a writer, speaker and retired professor of mathematics. You may contact him at adelantos@msn.com. You may visit his web site for better health at www.wellness4families.myshaklee.com.
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Percepciones y el juicio
Por David Magallanes / Columnista invitado
A veces escojo al azar un libro en la biblioteca de mi oficina y lo hojeo hasta llegar a una página cualquiera
Percepciones, y la formación de nuestras opiniones subsecuentes, son cosas interesantes. A veces, nuestros instintos guían nuestras percepciones y proveen información más exacta de lo que podríamos adquirir con nuestras mentes “racionales”. Otras veces, nuestras percepciones nos despistan tanto, y nuestras opiniones son tan trenzadas, que cuando nos damos cuenta de que tan desafortunadas o risibles son esas percepciones, nos preguntamos que si de verdad seamos dueños de un cerebro funcional.
Todos hemos tenido esas experiencias de juzgar muy mal a una persona o situación y hacemos una de dos cosas: formamos una opinión dura y no merecida, o confiamos de más y luego lo lamentamos. Ha habido veces que he tenido en mis clases estudiantes a quienes yo había juzgado indebidamente a base de mis primeras impresiones por su modo de vestir, o su forma de hablar y sus ademanes, no más para luego después encontrarme asombrado por sus impresionantes talentos mientras terminaran el semestre por encima de todos los demás en la clase. También he experimentado todo lo opuesto.
En el verano hace varios años, me reunía con la familia en un gran hotel en Los Ángeles. Platicaba con un primo mientras caminábamos por el área de la alberca. Un señor descansando bajo el sol amablemente nos preguntó que si podríamos traerle unas toallas. Yo no sabía si debiera enchilarme de coraje, o reírme. Mi primo y yo suavemente le informamos al señor que no éramos empleados, sino huéspedes. A su crédito, estuvo muy apenado y nos pidió disculpas.
No le podía echar la culpa. Estamos acostumbrados a que la mano de obra en nuestros hoteles y restaurantes se trata de casi puros latinos, macheteándole para ganarse la vida honorablemente, y nosotros éramos dos morenos y, como dicen, “con el nopal en la frente” y vestidos por completo. Fue un error honesto.
Es un buen hábito siempre cuestionar la legitimidad de nuestras percepciones.
-– David Magallanes es un escritor, orador y profesor jubilado de matemáticas. Se puede comunicar con él por e-mail a: adelantos@msn.com. Usted puede visitar su sitio cibernético para la salud en www.wellness4families.myshaklee.com.
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