Bilingual commentary: Little white lies: Do they cause harm?

David Magallanes

By David Magallanes / Guest contributor

I enjoy watching Mexican, Spanish, Chinese, Japanese and French films. If we watch them focused on their content and message and, even more importantly, if we reflect on them after seeing them, we gain another cultural perspective, which in turn helps us to understand more deeply the people who are operating under the laws, customs and norms of these cultures.

Yesterday I felt like seeing a French movie that was being shown at a local theatre that specializes in artistic and foreign movies. I’ve noted that the great majority of those attending these movies are seniors. We must pretty much all be eligible for the senior discount. And it’s about time that I admit my membership in this group. I don’t think I’ve ever seen a teenager sitting in the dark watching these films.

It’s that there’s not much “action” in these films — not that we miss it. No super-heroes flying through the air, nor cars exploding every five minutes, nor floods covering the planet, nor general destruction of the world. On the other hand, there is much to observe and about which to think. And for the people of my generation at least, this is worth much more than gratuitous calamities with all of their digital effects in living color.

Returning to my French film, its official title is “Les Petits Mouchois” — which can be translated as “Little White Lies.” It was about a group of friends, mature men and women, some of them with small children, who would go on vacation every year to a cabin with several rooms and right on the beach. Their communal friendship almost unravels during this particular year’s vacation, but fortunately and at the same time unfortunately, their friendship was renewed for the long term because of the unexpected death of one of them.

“Little White Lies” refers to the lies that these good friends would tell each other, as well as the most difficult lies to detect — those that they would tell themselves during their quietest and most solitary moments.

Upon leaving the theatre that afternoon, I began thinking, as is my custom after a film of this kind. I asked myself, “What are the lies we’re telling every day?”

And, point-blank, “What are the lies that I’m telling myself?”

I think we should all ask ourselves this question. Is it possible that we’re telling ourselves that everything is rainbows and sunlight and pretty clouds when in fact it’s not true? Or that our lives are in ruins, when in fact we live as kings and queens? To what extent are we believing the lies that we tell ourselves?

Careful with the lies. The subject is complex. They are a double-edged sword. We have the tendency to believe them, especially if we are the author of these lies. This can work in our favor, or to our downfall. The most dangerous — and at the same time, the most favorable — thing about believed lies is that they tend to become our reality. If we lie convincing ourselves that we are less than the greatness that we inherit as children of the stars, there will be damaging consequences. Just ask the therapists who treat daily those adults who as children were called “stupid” and who grew up believing this monstrous lie.

And then again, if we lie to ourselves positively, convincing ourselves on purpose that we are already what we desire to be in the future, then this constructive lie has the same power as one that is damaging. It’s a matter, then, of knowing how to lie to ourselves, how to manage the power of those lies to better our lives and, as a result, those of the people we love.

— David Magallanes is a writer, speaker and retired professor of mathematics.  You may contact him at adelantos@msn.com

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Las Mentirillas: ¿Hacen Daño?

Por David Magallanes / Columnista invitado

A mí me encantan las películas mexicanas, españolas, chinas, japonesas y francesas.  Si las vemos enfocados en su contenido y mensaje, y, aún más importante, si reflexionamos después de verlas, ganaremos otra perspectiva cultural que a su vez nos ayuda a comprender con más profundidad a las personas operando bajo las leyes, costumbres y normas de dichas culturas.

Ayer se me antojó ver una película francesa que proyectaban en un teatro local que se especializa en películas artísticas y extranjeras.  He notado que la gran mayoría de los asistentes a estas películas son mayor de edad.  Y ya era hora de que yo admitiera que formo parte de este grupo.  Creo que jamás haya visto a un adolescente sentado en la obscuridad viendo estos films.  Se me hace que la edad de la clientela de este teatro tiene un promedio de 60 años.  Casi todos son elegibles para su “senior discount.”

Es que a estas películas le faltan acción—cosa que ni extrañamos.  No hay super-héroes volando por el aire, ni muchos carros explotando cada cinco minutos, ni inundaciones cubriendo el planeta, ni destrucción general del mundo.  En cambio, hay mucho que observar y en qué pensar.  Y por lo menos para la gente de mi generación, eso vale mucho más que cataclismos gratuitos con todos sus efectos digitales a todo color.

Volviendo a mi película francesa, su título oficial era “Les Petits Mouchoir”, lo cual se traduce como “Las Mentirillas”.  Se trataba de un grupo de amigos, hombres y mujeres ya maduras, algunos con hijos pequeños, quienes pasaban juntos unas vacaciones cada año en una cabaña de varias habitaciones al lado de una playa.  Su amistad comunitaria por poco se desbarata durante las vacaciones de este año particular, pero afortunada y a la vez desafortunadamente, su amistad se renovó a largo plazo debido a la muerte inesperada de uno de ellos.

“Las mentirillas” se refiere a las mentiras que estos buenos amigos estaban contando entre sí, tanto como a las mentiras más difíciles de detectar—los que ellos contaban a sí mismos durante sus momentos más callados y más solitarios.

Al salir del teatro aquella tarde, me puse a reflexionar, como es mi costumbre después de una película de esta naturaleza.  Me preguntaba, “¿Cuáles son las mentiras que nosotros nos estamos contando a diario?”

Y, directo al corazón…”¿Cuáles son las mentiras que yo me estoy contando a mí mismo?”

Se me hace que todos deberíamos hacernos esta pregunta.  ¿Será que nos estamos diciendo que todo consiste en arcos iris y luz solar y nubes pintorescas cuando de hecho no es cierto?  ¿O que la vida está por los suelos, cuando de hecho vivimos como reyes y reinas?  ¿Hasta qué punto estamos creyendo las mentiras que nos contamos?

Ojo con las mentiras.  El tema es complejo.  Son una espada de dos filos.  Tenemos la tendencia de creerlas, sobre todo si nosotros mismos son los autores de estas.  Esto puede funcionar a nuestro favor, o a nuestra desgracia.  Lo más peligroso—y al mismo tiempo, lo más favorable—de mentiras creídas es que tienen la tendencia de volverse nuestra realidad.  Si nos mentimos convenciéndonos que somos menos que la grandeza que heredamos como hijos de las estrellas, habrá consecuencias dañinas.  Pregúnteselo a los terapistas quienes tratan todos los días a los adultos quienes de niño les decían “estúpido” y quienes crecieron creyendo esta monstruosa mentira.

Por otra parte, si nos mentimos positivamente, convenciéndonos a propósito que ya somos lo que deseamos ser en el futuro, esta mentira constructiva tiene el mismo poder que una mentira dañina.  Es cuestión, entonces, de saber cómo mentirnos a nosotros mismos, cómo manejar la potencia de esas mentiras para mejorar nuestras vidas y por ende las de las personas queridas en nuestras vidas.

 –David Magallanes es un escritor, orador y profesor jubilado de matemáticas.  Se puede comunicar con él por e-mail a: adelantos@msn.com.