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By David Magallanes • Guest contributor
If we have any ambition at all, we will want to make a difference, leave our mark on the world, and know that our existence, once it’s over, meant something. But how should we approach this daunting task?
Let’s consider a few ideas about how we can go about this sacred mission.
First and foremost, we need to discover our passion, or passions. Our healthy obsessions are fundamentally unique because we are, in essence, supremely unique. Whether we pursue science, music, art, writing, creating movies or work as an acrobat in the circus, we enrich our lives according to our natural talents and interests. Likewise, we enhance the lives of others who are inspired by our dedication or who see a reflection of something profound in our passionate approach to life.
Leaving a mark on the world does not necessarily mean becoming a star on the world stage or becoming a philanthropist or professional in one field or another. Our legacy might consist of volunteerism or continual acts of kindness.
Consider the late former president, Jimmy Carter. Even if he had not been president, his work with Habitat for Humanity and his great achievements that contributed to the eradication of Guinea worm disease throughout the world would be sufficient to declare his life a stunning success.
We will never live in a perfect world. There will always be something that we feel must change. We might consider the possibility that we can act as an agent of the change that we feel is right, just, and necessary. In other words, we can advocate for change so that our country or the world becomes safer, happier, and more prosperous.
Some people start early in life. Consider Greta Thunberg, the young woman who has been advocating passionately for the environment since age 15. Others may decide to make their retirement meaningful rather than relax at home and watch television or play golf all day. We get to decide when to flip the switch and begin leaving our mark on the world.
Many among us choose to leave our impact on the world through our careers, whether that be office work, playing music, building houses, or any other career choice that aligns with our values and interests. Choosing a field of work about which we are passionate is an excellent way to leave our mark and earn a living at the same time.
A nontangible but very effective way to leave an imprint on the world is to teach or mentor others. Our influence could easily ripple down through generations as our energy emanates into the world and indeed outlives us. For example, I used to humbly feel great satisfaction when my older college students told me that they would convey to their children their love of mathematics, which they said I had inspired in them.
Finally, exercising our creativity, which I’m convinced is divinely inspired, is one of the highest forms of leaving our mark on the world. Our creativity contributes to inspiration, service, and innovation. “Creativity” encompasses a wide range of diverse endeavors, such as developing an art form or starting a business. Because we possess highly unique personal gifts, histories, and interests, we are uniquely positioned to generate those “new ideas” that could, potentially, revolutionize our national culture and communities—if not the world.
— David Magallanes is a retired professor of mathematics.
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Dejando Nuestra Huella en el Mundo
Por David Magallanes • Columnista invitado”
Si tenemos alguna ambición, querremos marcar una diferencia, dejar nuestra huella en el mundo y saber que nuestra existencia, una vez que haya terminado, significó algo. Pero ¿cómo deberíamos abordar esta abrumadora tarea?
Consideremos algunas ideas sobre cómo podemos llevar a cabo esta sagrada misión.
En primer lugar, debemos descubrir nuestra pasión, o nuestras pasiones. Nuestras obsesiones saludables son fundamentalmente únicas porque, en esencia, somos supremamente únicos. Ya sea que nos dediquemos a la ciencia, la música, el arte, la escritura, la creación de películas o trabajemos como acróbatas en el circo, enriquecemos nuestras vidas de acuerdo con nuestros talentos e intereses naturales. Del mismo modo, mejoramos las vidas de otras personas que se inspiran en nuestra dedicación o que ven un reflejo de algo profundo en nuestra apasionada actitud ante la vida.
Dejar una huella en el mundo no significa necesariamente convertirse en una estrella en el escenario mundial o convertirse en un filántropo o profesional en un campo u otro. Nuestro legado puede consistir en el voluntariado o en continuos actos de bondad.
Pensemos en el difunto expresidente Jimmy Carter. Incluso si no hubiera sido presidente, su trabajo con Hábitat para la Humanidad y sus grandes logros que contribuyeron a la erradicación de la enfermedad del gusano de Guinea en todo el mundo serían suficientes para declarar que su vida fue un éxito asombroso.
Nunca viviremos en un mundo perfecto. Siempre habrá algo que sintamos que debe cambiar. Podríamos considerar la posibilidad de actuar como agente del cambio que consideremos correcto, justo y necesario. En otras palabras, podemos abogar por el cambio para que nuestro país o el mundo se vuelvan más seguros, más felices y más prósperos.
Algunas personas comienzan temprano en la vida. Pensemos en Greta Thunberg, la joven que ha defendido apasionadamente el medio ambiente desde los 15 años. Otros pueden decidir hacer que su jubilación sea significativa en lugar de relajarse en casa y mirar televisión o jugar al golf todo el día. Somos nosotros quienes decidimos cuándo encender el interruptor y comenzar a dejar nuestra huella en el mundo.
Muchos de nosotros elegimos dejar nuestro impacto en el mundo a través de nuestras carreras, ya sea trabajando en la oficina, tocando música, construyendo casas o cualquier otra elección profesional que se alinee con nuestros valores e intereses. Elegir un campo de trabajo que nos apasione es una excelente manera de dejar nuestra huella y ganarnos la vida al mismo tiempo.
Una manera intangible pero muy eficaz de dejar una huella en el mundo es enseñar o ser mentor de otros. Nuestra influencia podría fácilmente transmitirse a través de generaciones a medida que nuestra energía emana hacia el mundo y, de hecho, nos sobrevive. Por ejemplo, solía sentir humildemente una gran satisfacción cuando mis estudiantes universitarios mayores me decían que transmitirían a sus hijos su amor por las matemáticas, que decían que yo había inspirado en ellos.
Por último, ejercitar nuestra creatividad, que estoy convencido de que es de inspiración divina, es una de las formas más elevadas de dejar nuestra huella en el mundo. Nuestra creatividad contribuye a la inspiración, el servicio y la innovación. La “creatividad” abarca una amplia gama de esfuerzos diversos, como desarrollar una forma de arte o iniciar un negocio. Debido a que poseemos dones, historias e intereses personales sumamente únicos, estamos en una posición única para generar esas “nuevas ideas” que podrían, potencialmente, revolucionar nuestra cultura nacional y nuestras comunidades, si no el mundo.
– – David Magallanes es un profesor jubilado de matemáticas.
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