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By David Magallanes • Guest contributor
There once was a time when we Americans didn’t seek shelter in our echo chambers where we soak in the news that corresponds to our world view and ideology. We weren’t a nation of Fox News vs. CNN viewers, scorning each other and inhabiting very different but parallel universes. We didn’t accuse each other of subscribing to conspiracy theories. We didn’t have leaders at the very top rungs of government actively promoting some of the vilest, most unimaginably preposterous and downright quirky fabrications that we hear today, every day, everywhere and all the time.
We weren’t always subjected to a non-stop 24-hour news cycle. In the 1960s, as we were all getting used to television as an indispensable fixture in our homes, many of us tuned into the 6 p.m. CBS Evening News with Walter Cronkite to catch up with the world. Mr. Cronkite was considered a “father figure,” or a “benevolent uncle” who always declared at the end of his broadcasts, “And that’s the way it is.” And we believed him because we trusted him to tell us the truth. No one seemed to be accusing him of “lying,” or even “exaggerating.” No one reviled him or insulted him publicly. There was no president or other national leader calling him “weak” or “low-energy” or slamming his “low ratings.” Social media, that modern perverter of truth, did not exist to circulate rumors about his supposed “allegiances” or “sinister motives.” This was Walter Cronkite, an individual that Americans, both Democrats and Republicans, respected and admired.
News anchors today assiduously avoid the potentially career-ending display of emotion while on the air. Yet on one of the saddest days of our history in this land of spacious skies and amber waves of grain, November 22, 1963, Mr. Cronkite demonstrated to us, on live television, that he had deep emotions. There were reports that President Kennedy had been shot. Rumors and ominous speculation were swirling about. But soon after announcing that the president had been given last rites by a Catholic priest, and after scrutinizing the veracity of rapidly evolving news reports, “Uncle Walter” informed us that Kennedy, a president revered by many, had indeed died. It was like our hearts had been pierced by a dagger. Mr. Cronkite’s eyes visibly watered.
And we wept with him.
— David Magallanes is a retired college math educator.
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Era un Mundo Diferente: Y Así Fue
Por David Magallanes • Columnista invitado
Hubo un tiempo en que los estadounidenses no buscábamos refugio en nuestras cajas de resonancia donde nos empapamos de las noticias que corresponden a nuestra ideología y forma de ver la vida. No éramos una nación de espectadores de Fox News contra CNN, despreciándonos unos a otros y habitando universos muy diferentes y al mismo tiempo paralelos. No nos acusamos mutuamente de suscribir a las teorías de la conspiración. No teníamos líderes en los niveles más altos del gobierno que promovieran activamente algunas de las fabricaciones más viles, inimaginablemente absurdas y francamente bien raras que escuchamos hoy, todos los días, en todas partes y todo el tiempo.
No siempre estuvimos sujetos a un ciclo de noticias ininterrumpido las 24 horas. En la década de 1960, cuando todos nos estábamos acostumbrando a la televisión como un accesorio indispensable en nuestros hogares, muchos de nosotros sintonizamos las noticias de las 6:00 de la tarde, el programa “CBS Evening News” (“Noticiero Vespertino”) con Walter Cronkite para ponernos al día con el mundo. El Sr. Cronkite fue considerado una “figura paterna” o un “tío benevolente” que siempre declaraba al final de sus transmisiones: “Y así es”. Y le creímos porque confiamos en que él nos diría la verdad. Nadie parecía acusarlo de “mentir” ni siquiera de “exagerar”. Nadie lo injurió ni lo insultó públicamente. No hubo presidente u otro líder nacional tachándolo de “débil” o de “baja energía” o criticando sus “bajos índices de audiencia”. Las redes sociales, ese moderno pervertidor de la verdad, no existían para hacer circular rumores sobre sus supuestos “lealtades” o “motivos siniestros”. Este era Walter Cronkite, un individuo que los estadounidenses, tanto demócratas como republicanos, respetaban y admiraban.
Hoy en día, los presentadores de noticias evitan asiduamente la demostración de emoción que puede acabar con su carrera mientras están en el aire. Sin embargo, en uno de los días más tristes de nuestra historia en este terreno de cielos espaciosos y olas ambarinas de grano, el 22 de noviembre de 1963, el Sr. Cronkite nos demostró, por televisión y en vivo, que tenía emociones profundas. Hubo informes de que el presidente Kennedy había recibido un disparo. Circulaban rumores y especulaciones siniestras. Pero poco después de anunciar que el presidente había recibido los últimos ritos de un sacerdote católico, y después de analizar la veracidad de los informes noticiosos en rápida evolución, “Tío Walter” nos informó que Kennedy, un presidente venerado por muchos, había fallecido. Era como si nuestro corazón hubiera sido atravesado por una daga. Los ojos del Sr. Cronkite se humedecieron visiblemente.
Y lloramos con él.
– – David Magallanes es un profesor de matemáticas jubilado.
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