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By David Magallanes • Guest contributor
I’m still grieving the departure of my daughter from the house when she decided it was time to leave the nest. I had enjoyed her company, and suddenly she wasn’t there. The “circle of life” was turning inexorably, and at some point, for her own good, she had to leave. Fortunately for me, she didn’t leave the country, the state, the county, or even the city. She remained geographically close, within a short drive that didn’t require more than a few minutes. She finished her university studies and is now working professionally. After listening to other parents’ tales of “abandonment” and grief, I consider myself blessed.
But recently I’ve been realizing that the wheel of life had trundled through yet another rotation. Now my first grandson is well into adolescence. It seems that just yesterday (or last week, at least), I had gotten down on the floor with him and played with action figures and dinosaurs. But suddenly he is looking more and more like the young man that he is becoming. He no longer holds my hand as we cross the street. He no longer freely shares with me the details of his day. He no longer runs to me when I visit or pick him up from school. But he still greets me with a hug, he respects me and even laughs at my jokes. Well, most of them, anyway.
But as things are with most teens, I find myself competing with his friends for his time. Getting news about his life is like trying to pry open a steel can with my bare hands. He’s more serious with me and a bit more aloof, though I’ve been told that eventually we get these teenagers to “come back,” usually before age 18. I look forward to that, though I love him all the same even as he grows through the necessary and difficult stages that lead to young adulthood.
Meanwhile, there are two younger grandsons (his brothers) in the pipeline. All three boys are about six years apart. These younger ones still light up when they see me and run over to me when I go visit them (the one-year-old is still working on his “running”).
We grieve when our loved ones die and leave us behind, but we also sometimes grieve their transitions in life. And so we learn that we must let go and let life do whatever it has to do to fulfill its purposes.
— David Magallanesis an entrepreneurial guide for those interested in exploring the opportunities afforded by an Internet business: http://www.facebook.com/ProfessorDavidMagallanes.
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Llorando las Etapas Naturales de la Vida
Por David Magallanes • Columnista invitado
Todavía lamento la salida de mi hija de la casa cuando decidió que ya era hora de abandonar el nido. Yo había disfrutado de su compañía, y de repente no estuvo allí. El “círculo de la vida” giraba inexorablemente, y en algún momento, por su propio bien, tenía que irse. Afortunadamente para mí, ella no abandonó el país, el estado, el condado ni incluso la ciudad. Se mantuvo cerca geográficamente, a un corto trayecto en coche que no requería más de unos pocos minutos. Ella terminó sus estudios universitarios y ahora está trabajando profesionalmente. Después de escuchar las historias de “abandono” y dolor de otros padres, me considero bendecido.
Pero recientemente me he dado cuenta de que la rueda de la vida había dado otra vuelta. Ahora mi primer nieto está en la adolescencia. Parece que justo ayer (o la semana pasada, al menos), yo me había aplastado en el suelo con él y jugaba con figuras de acción y dinosaurios. Pero de repente se parece cada vez más al hombre joven en el que se está convirtiendo. Ya no toma mi mano cuando cruzamos la calle. Ya no comparte libremente conmigo los detalles de su día. Ya no corre hacia mí cuando lo visito o lo recojo de la escuela. Pero todavía me saluda con un abrazo, me respeta e incluso se ríe de mis bromas. Bueno, al menos la mayoría de ellas.
Pero como son las cosas con la mayoría de los adolescentes, me encuentro compitiendo con sus amigos por su tiempo. Pedirle que me cuente los detalles sobre su vida es como tratar de abrir una lata de acero con mis propias manos. Él es más serio conmigo y un poco más distante, aunque me han dicho por ahí que eventualmente logramos que estos adolescentes “regresen”, generalmente antes de sus 18 años. Eso espero, aunque lo amo de todas maneras, aun cuando está atravesando las etapas necesarias y difíciles que conducen a la edad de adulto joven.
Mientras tanto, hay dos nietos más jóvenes (sus hermanos) en desarrollo. Hay unos seis años entre cada uno de los tres muchachos. Los más jóvenes todavía se alegran cuando me ven y vienen corriendo hacia mí cuando los visito (el niño de un solo añito sigue mejorando su “carrera”).
Nos lamentamos cuando nuestros seres queridos se mueren y nos dejan atrás, pero también sufrimos a veces sus transiciones en la vida. Y así aprendemos que tenemos que soltarlos y dejar que la vida haga lo que tenga que hacer para cumplir sus propósitos.
— David Magallanes es una guía empresarial para aquellos interesados en explorar las oportunidades que ofrece un negocio en Internet: http://www.facebook.com/ProfessorDavidMagallanes.
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