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By David Magallanes / Guest contributor
We grandparents often hear the adage about loving to care for our grandchildren because we know that we can “give them back at the end of the visit.” We may feel just a little bit smug about having our “grandparent license,” which allows us to be only an occasional parent so that we can get back to doing “grandparent” things without the worries and headaches we may have endured as parents. And indeed, part of the privilege of being a grandparent is our ability to reject, with society’s blessing, the full-time demands of parenthood.
But being a grandparent also has its responsibilities. Sometimes grandparents volunteer for service out of sense of responsibility to our communities or our country. Nonetheless, we can’t deny that we likewise have a profound responsibility to our grandchildren to provide for them the things that their parents cannot by dint of their substantial work and family responsibilities.
We grandparents have extensive experience simply because of the number of years we have under our belt, and we possess at least a semblance of hard-earned wisdom, part of which we gained by being the parents of our grandchildren’s parents. Because of the lighter demands on us, now that we’ve retired or cut down our work hours if we’re fortunate enough to have done so, duty calls. To whom more time is available, more is expected, in terms of that which is dedicated to our grandchildren. Children naturally gravitate toward grandparents who demonstrate that they care and are willing to share the greatest gift of all: their time and their experience. Whether a grandparent shows them how to fish, build a cabinet, or solve equations doesn’t matter. Children acquire skills that last them a lifetime when a grandparent takes the time to show them how to draw a picture, fix a car, sew a dress, or write a letter. Consistently sharing something about which we grandparents are passionate is practically guaranteed to positively transform the lives of these descendants who have a unique ability to joyfully carry on the spirit of our life’s work, and to someday pass that spirit on to their grandchildren.
— David Magallanes is a writer, speaker and network marketer consultant. You may visit his web site, dedicated to honoring daughters and keeping them healthy, at www.roses4daughters.com. You may contact him through e-mail at dmagallanes@roses4daughters.com.
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Abuelos: Privilegios y Responsabilidades
Por David Magallanes / Columnista invitado
Muchas veces los abuelos oímos decir por ahí ese refrán popular que nos encanta cuidar a los nietos porque sabemos que podemos “regresarlos al terminar la visita”. Chance nos sentimos un poquito creído, gracias a nuestra “licencia de abuelo”, la cual nos permite ser nada más que padres poco frecuentes y así podemos volver a los supuestos “asuntos de abuelo” sin las preocupaciones y dolores de cabeza que a la mejor aguantamos cuando éramos padres. Y efectivamente, uno de los privilegios de ser abuelo es poder rechazar, con la bendición de la sociedad, las interminables exigencias de ser padre o madre.
Pero ser abuelo también nos otorga responsabilidades. A veces los abuelos ofrecen sus servicios voluntariamente por la responsabilidad que sentimos para con nuestra comunidad, o nuestro país. Sin embargo, no podemos negar que de igual manera tenemos la responsabilidad para con nuestros nietos de proveerles lo que sus padres no pueden, debido a sus responsabilidades de trabajo y familia.
Nosotros, los abuelos, tenemos una experiencia extensiva simplemente por los años que hemos sobrevivido, y también poseemos por lo menos un mínimo de sabiduría ganada con esfuerzo, una parte de la cual conseguimos al haber sido los padres de los padres de nuestros nietos. Debido a las exigencias más ligeras que gozamos ya, ahora que nos hayamos jubilado o reducido nuestras horas de trabajo, si tenemos esa suerte, el deber nos llama. A quién mucho tiempo se le da, mucho se le pedirá, en términos de esa parte que se le dedica a los nietos. Los niños naturalmente tienden hacia los abuelos que demuestren cariño y que estén dispuestos a compartir el regalo más grande: su tiempo y su experiencia. Que un abuelo o abuela le demuestre a un nieto o a una nieta cómo pescar, o construir un gabinete, o resolver una ecuación es lo de menos. Los niños adquieren facultades que les van a durar toda la vida cuando un abuelo toma el tiempo para enseñarle cómo hacer un dibujo, reparar un coche, coser un vestido o escribir una carta. Al compartir algo sobre lo cual nosotros los abuelos estamos apasionados es prácticamente una garantía de que las vidas de estos descendientes sean positivamente transformadas. Estos descendientes poseen una habilidad única para gozosamente continuar el espíritu del trabajo al que hemos dedicado nuestras vidas, y además para trasmitir ese espíritu a sus propios nietos.
— David Magallanes es un escritor, orador y consultor de mercadeo por las redes sociales. Usted puede visitar su sitio cibernético, dedicado a la honra y la salud de nuestras hijas, en www.roses4daughters.com. Se puede comunicar con él por e-mail a: dmagallanes@roses4daughters.com.
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