By David Magallanes / Guest contributor
Over 70 years ago, my father was fighting against the Nazis as an American infantryman on French and German soil. Never in his wildest dreams did he ever imagine that I, his son, would find himself also in combat with them—on American soil. But whereas he used antiaircraft guns in an effort to destroy the aerial missions of the German army, I use the building blocks, tools and weapons that he gave me: words and language and an appreciation of their power.
What motivated the U.S. to enter the European arena during World War II was our determination to destroy the evil perpetrated by Hitler and his army. Freedom was disappearing throughout the continent. Groups of people were being suppressed. Masses of people were being rounded-up and hideously executed, not because they did anything wrong, but rather because of their religion—that is, because of who they were. England was being bombed on a regular basis by Germany. The marks of deadly German projectiles on the sides of buildings are still visible in London. Nazism was indeed an evil force spreading like a dark, ominous cloud enveloping Europe.
We and our allies decisively won that war, but lo and behold, we apparently didn’t rip out all of the roots of this wicked entity. It has returned and is apparently growing here in the country that, ironically, had sent troops overseas to fight it. Many of those American fighters lost their lives in their quest to eradicate the Nazi perversion. But now a new generation of Nazis is showing its ugly face, in Charlottesville and other American cities today, and will appear like a vile disease where they’re least expected tomorrow. It is imperative that we who understand the clear and present danger to the fabric of our society speak out and denounce their behavior. The neo-Nazis are antithetical to the American values that we claim to cherish. They have the same instincts as those Germans who considered themselves “supreme” and sought to “purify” and dominate their country and other countries by force. The implications of their philosophy are ominous and frightening for us as a nation founded on the principal of equality.
No, there are no “very fine people” among the supporters of Hitler’s murderous rants, as one of our current leaders would have us believe, apparently due to an abysmal ignorance of history. To everything there is a season, and this is the season to fight, lest we find ourselves mourning the loss of our country.
— David Magallanes is a writer, speaker and professor of mathematics.
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Luchando Contra los Nazis
Por David Magallanes / Columnista invitado
Hace más de 70 años, mi padre luchaba contra los nazis como soldado estadounidense en suelo francés y alemán. Jamás imaginó en sus peores pesadillas que yo, su hijo, se encontraría también en combate con ellos, en suelo americano. Pero mientras él manejaba las armas antiaéreas en un esfuerzo por destruir las misiones aéreas del ejército alemán, yo utilizo las herramientas y las armas que él me dio: palabras y lenguaje y un reconocimiento de su poder.
Lo que motivó a los Estados Unidos a entrar en el campo europeo durante la Segunda Guerra Mundial fue nuestra resolución de destruir el mal perpetrado por Hitler y su ejército. La libertad estaba desapareciendo en todo el continente. Grupos de personas estaban siendo suprimidos. Grandes cantidades de personas fueron agarradas y ejecutadas horriblemente, no porque hicieran algo malo, sino más bien por su religión—o sea, por quiénes eran. Inglaterra fue bombardeada rutinariamente por Alemania. Las marcas de los mortíferos proyectiles alemanes en los lados de los edificios son todavía visibles en Londres. El nazismo era de hecho una fuerza maligna que se extendía como una oscura y ominosa nube envolviendo a Europa.
Nosotros y nuestros aliados ganamos decisivamente esa guerra, pero he aquí que aparentemente no arrancamos todas las raíces de esta inicua entidad. Ha vuelto y parece que crece aquí en el país que, irónicamente, había enviado tropas al extranjero para combatirla. Muchos de esos combatientes estadounidenses perdieron la vida en su afán por erradicar la perversión nazi. Pero ahora una nueva generación de nazis está mostrando su cara fea, hoy en Charlottesville y otras ciudades americanas, y mañana aparecerá como una enfermedad vil donde menos se espera. Es preciso que nosotros, quienes comprendamos el peligro claro y presente para la estructura de nuestra sociedad, hablemos y denunciemos su comportamiento. Los neo-Nazis son antitéticas a los valores americanos que declaramos ser nuestros. Tienen los mismos instintos que los alemanes que se consideraron “supremos” y buscaron la “purificación” y el dominio sobre su país y otros países por la fuerza. Las posibles consecuencias de su filosofía son amenazadoras y espantosas para nosotros en una nación fundada sobre los cimientos de la igualdad.
No, no hay “personas muy finas” entre los partidarios de las diatribas asesinas de Hitler, como uno de nuestros líderes actuales nos haría creer, posiblemente debido a una ignorancia abismal de la historia. Hay una temporada para toda cosa, y esta es la temporada para luchar, para que no nos encontremos de luto por la pérdida de nuestro país.
— David Magallanes es un escritor, orador y profesor de matemáticas.
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