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By David Magallanes / Guest contributor
Americans spend tens of billions of dollars annually to provide comfortable lives for their pets. But that in itself doesn’t prevent the pathologically pathetic individuals in our society from abusing these creatures. Many of us have seen the evidence: the animals that exhibit avoidance of human contact and the sheer terror in their eyes when someone approaches.
I recalled this phenomenon recently as I was cooling down from my early morning run, walking along a street near one of the beaches here in Oxnard. As part of my routine, to avoid walking along the entire length of the street, I take a shortcut through some bushes into a large open parking lot. Just as I was exiting the bushes, I surprised a young woman who was walking toward me. So here I am, a complete stranger in running shorts, coming literally out of the bushes in her direction, and no one else is around. She didn’t scream and run, but she seemed about to do just that. I tried to smile, but she eyed me with intense suspicion, circled away from me as she continued walking, and didn’t say a word. She was scared, though I’m not by any means a large person.
I note with interest the varied reactions of women as I approach them while I’m running or walking. Some are very friendly and return my greeting, while others go out of their way to completely ignore me, either looking straight ahead, or casting their eyes down — apparently hoping I go away, which of course I do, since I’m out there to exercise, not to socialize, and certainly not to harass anyone.
Have the women in this latter category had dreadful experiences with men in public or private areas, which would explain their aloofness and their often barely disguised anxiety in these circumstances? Considering how some men treat women, I don’t blame them.
I suppose it’s also entirely possible that these women’s mothers, possibly for their own good reasons, warned them about men on the street: “Don’t look them in the eye, don’t respond to them in any way, just ignore them.”
And so they do. That would explain what I encounter on my path sometimes.
— David Magallanes is a writer, speaker and retired professor of mathematics. You may contact him at adelantos@msn.com. You may visit his website for better health at www.wellness4families.myshaklee.com.
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¿Los hombres asustan a las mujeres?
Por David Magallanes / Columnista invitado
Los americanos gastamos decenas de mil millones de dólares anualmente para proveer una vida de lujo a nuestras mascotas. Pero eso en sí no impide a los individuos patológicamente patéticos de abusar estas criaturas. Muchos hemos visto la evidencia, los animales que exhiben el evitar el contacto humano y el terror absoluto en sus ojos cuando alguien se les acerque.
Me acordaba de este fenómeno recientemente mientras terminaba mi carrera de costumbre por la mañana, caminando a lo largo de una calle cerca de una de las playas aquí en Oxnard. Como parte de mi rutina, para evitar una caminata a lo largo de la calle entera, corto camino por unos arbustos que dan a un amplio estacionamiento. En el momento en que yo me salí de entre los arbustos, sorprendí a una joven que caminaba hacia mí. Así que imagínense alguien como yo, un hombre desconocido por ella, en pantalones cortos, saliendo literalmente de los arbustos hacia ella, y no hay nadie a nuestro alrededor. Ella no gritó ni se echó a correr, pero se me hacía que estuvo a punto de hacer precisamente eso. Intenté sonreír, pero me dirigió una mirada de intensa sospecha, se me alejó mientras seguía caminando, y no me dirigió ni una palabra. Estuvo asustada, y no soy una persona grande, ni mucho menos.
Me fijo con interés en la variadas reacciones de las mujeres cuando voy acercándome a ellas mientras voy corriendo o caminando. Algunas son muy amables y responden mi saludo, mientras otras se desviven por ignorarme completamente, o miran hacia adelante, o echan la mirada hacia el suelo—aparentemente esperando que yo siga por mi camino, lo cual, por supuesto, yo hago, puesto que estoy allá fuera para ejercitarme y no para socializarme con los demás, y por supuesto no para acosar a nadie. ¿Será que las mujeres en esta última categoría hayan tenido espantosas experiencias con los hombres en lugares públicos o privados, lo cual explicaría su afán por apartarse y su obvia ansiedad en estas circunstancias? Tomando en cuenta cómo algunos hombres tratan a las mujeres, no les echo la culpa.
Supongo que también es completamente posible que las madres de estas mujeres, por sus propias razones posiblemente muy buenas, les advirtió sobre los hombres en la calle: “No los mires a los ojos, no les respondas en ninguna forma, simplemente no les hagas caso”.
Y así lo hacen. Eso explicaría lo que encuentro a veces en mi camino.
-– David Magallanes es un escritor, orador y profesor jubilado de matemáticas. Se puede comunicar con él por e-mail a: adelantos@msn.com. Usted puede visitar su sitio cibernético para la salud en www.wellness4families.myshaklee.com.
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