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By David Magallanes / Guest contributor
As a child, I heard a wide variety of music in the family home: classical, jazz, traditional and contemporary Mexican singers, movie songs and film scores, folk music, romantic ballads, swing music, and even Negro spiritual songs. As we four children became teens, rock ‘n’ roll became more prevalent, despite our traditional parents’ obvious consternation.
My mother would often speak of her love for the Andrews Sisters, who were exceedingly popular not only for their harmonious singing, but also for their support of American troops during World War II. I remember the sisters appearing on the Ed Sullivan show in the 1960s. Indeed, their combined voices were mellifluously melodious.
I often listen to the Singers and Swing digital music station on my TV cable service. I enjoy listening to the songs that were popular as my parents were growing up. It’s my way of connecting with them, somehow. I admire their generation in so many ways, despite the changes that had yet to be made in the social fabric at that time. And now (finally!) that I can dance foxtrot, waltz, cha-cha and swing, I can turn or travel with a lady in my arms around the dance floor to these songs that got our parents’ generation (or, in the case of younger women, their grandparents’ generation) through the Great Depression and World War II. I feel that dancing to this music, as did the people who went through so many difficulties in the 30s and 40s, is a tribute to the Americans that made this country a world power.
— David Magallanes is a writer, speaker and retired professor of mathematics. You may contact him at adelantos@msn.com. You may visit his web site for better health at www.wellness4families.myshaklee.com.
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Un homenaje bailable a la Generación Más Grande
Por David Magallanes / Columnista invitado
De niño, escuchaba una amplia variedad de música en la casa familiar: clásica, jazz, cantantes mexicanos tradicionales y contemporáneos, canciones y música para las películas, baladas románticas, música del swing, y hasta himnos espirituales de los primeros Afroamericanos. Cuando los cuatro hijos nos volvimos adolescentes, el rock se volvió más dominante, a pesar de la obvia consternación de nuestros padres tradicionales.
Mi madre seguido nos platicaba de su admiración por las Hermanas Andrews, quienes eran extremadamente populares no solo por sus canciones harmoniosas, sino también por su apoyo para los soldados americanos durante la Segunda Guerra Mundial. Me acuerdo haber visto a las hermanas en el programa de Ed Sullivan (el equivalente americano de Don Francisco en Sábado Gigante) durante los años 60. De hecho, sus combinadas voces sonaban tan dulce como la mera miel.
Muchas veces me encuentro escuchando al canal de música digital Cantantes y Swing en el servicio de cable para la televisión. Me encanta escuchar las canciones que fueron populares cuando mis padres crecían. Es mi modo de conectar con ellos, de algún modo. Admiro tanto a su generación por una variedad de razones, a pesar de los cambios en la estructura de la sociedad que eran necesarios en aquellos tiempos. Y ahora (¡por fin!) que puedo bailar el foxtrot, waltz, cha-cha y siwng, estoy capacitado para dar unas vueltas o recorrer la pista de baile con una dama en mis brazos mientras escuchamos estas canciones que formaban parte de la generación de nuestros padres (o, en el caso de mujeres más jóvenes, la generación de sus abuelos) durante la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial. Siento que bailar a esta música, como lo hacía la gente que pasaron tantas dificultades en los años 30 y 40 de este siglo, es un homenaje a los americanos que hicieron de este país una superpotencia mundial.
— David Magallanes es un escritor, orador y profesor jubilado de matemáticas. Se puede comunicar con él por e-mail a: adelantos@msn.com. Usted puede visitar su sitio cibernético para la salud en www.wellness4families.myshaklee.com.
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