Bilingual commentary — The Big Lie and the Erosion of Democracy

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By David Magallanes • Guest contributor

When Donald Trump lost the 2020 election, there was some speculation that perhaps he would “go quietly into the night.” On the campaign trail, he himself said that if he were to lose the election, we’d never see him again. He also stated that he “might have to leave the country.” Looking back, we now realize that he was just joking.

Fast-forwarding two years, we know that not only did he not leave the country, but rather he is very possibly planning a vengeful return to the White House. We also know that he concocted a Big Lie that has had troubling implications for our democracy. His Big Lie, which is the claim that the election was “rigged” and that he had actually won the election, has spawned an entire industry of election deniers who refuse to believe hard, unequivocal evidence that the election was, in fact, the most secure in American history. 

But election deniers ignore the hard numbers. They “feel in their heart” that they are right, let the facts be damned.

Suddenly—not only here, but throughout the world—election denialism is all the rage (so to speak). Trump planted a seed that was fertilized by strategic misinformation. A plant grew from that seed, blossomed, and in turn nefariously spread its seeds far and wide.

In the 2022 gubernatorial election in Arizona, Republican Kari Lake went on a rampage when she lost narrowly to Arizona Secretary of State Katie Hobbs, a Democrat. Lake, who has pledged loyalty to Donald Trump, her election-denying mentor, lost the election by over 17,000 votes in what she referred to as a “botched election.” She also claimed that the election was “rigged.” Her refusal to concede stems from her declaration before the election that she would accept the results when she wins. 

In the October presidential elections in Brazil, the far-right president, Jair Balsonaro, was booted from office by a narrow margin. Like Trump, he refused to concede the loss. He did, nonetheless, authorize the transition to the new government.

His followers, however, would have none of it. Using our January 6, 2021, Insurrection as a template, Brazilian protesters stormed the presidential palace and other centers of government in Brasília on January 8, 2023. They refused to accept the election results, claiming that they were “rigged.” As in our own country, many of those protesters were arrested and face prosecution.

The ramifications of the Big Lie were frighteningly on display in the recent elections in New Mexico. A losing Republican candidate for the state legislature, Solomon Peña, would not accept his crushing defeat. His Democratic rival, Miguel Garcia, garnered 73.6% of the votes while Peña received the rest—only 26.4%. That lopsided result did not stop Peña from claiming that the election had been “rigged” (this sounds disquietingly familiar).

Mr. Peña was not about to accept the outcome without a fight—a deadly fight. He allegedly hired four men to take revenge. They shot into the homes of Democratic office-holders. A 10-year-old girl asleep in her bedroom could easily have lost her life in a spray of bullets, which fortunately missed her. 

In 2020, there was a plot to kidnap the Democratic governor of Michigan, Gretchen Whitmer. Late last year, the husband of the former Democratic Speaker of the House of Representatives, Nancy Pelosi, was brutally attacked by an extremist. The attacker was intent on holding Nancy “hostage” and “breaking her kneecaps” if she lied to him. Threats against election workers by violent extremists have accelerated over the past couple of years. This is to be expected, given the premise of the Big Lie.

Ironically, threats to election workers were encouraged by the former President of the United States, Donald Trump. More than once, he pathetically targeted two African American elections workers, a mother and daughter in Georgia. Trump repeatedly and baselessly accused them, by name, of fraudulently stuffing ballot boxes. It was a complete fabrication resulting in vile, racist death threats against the two women. 

We must stop and consider the long-term, deleterious effects of the deceptions, heated rhetoric, outright falsifications of the facts, and the refusal to even consider troves of evidence. Excellent candidates who dedicate their lives to service to the nation will hesitate before running for office. As gifted, talented, and devoted as they may be to the promise of America, they will think twice before exposing their families to the threat of political violence.  

When promising politicians are discouraged from seeking office because of the terrorism engendered by the Big Lie, then we are witnessing in real time the tragic erosion of our democracy. This is why it is so important that we become at least politically informed and do our part to help stop the darker forces in our country from imposing on us an antidemocratic, authoritarian, and manipulative government. 

— Writing services are offered at my website, David Magallanes Writing ServicesDavid Magallanes is a retired college math educator.

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La Gran Mentira y el Desgaste de la Democracia

Por David Magallanes • Columnista invitado

Cuando Donald Trump perdió las elecciones de 2020, se especuló que tal vez se desaparecería sigilosamente. En la campaña electoral, él mismo dijo que si perdía las elecciones, nunca lo volveríamos a ver. También afirmó que “podría tener que salir del país”. Mirando hacia atrás, ahora nos damos cuenta de que simplemente estaba bromeando.

Avanzando dos años, sabemos que no solo no abandonó el país, sino que está planeando un regreso posiblemente vengativo a la Casa Blanca. También sabemos que inventó una Gran Mentira que ha tenido implicaciones preocupantes para nuestra democracia. Su Gran Mentira, que es la afirmación de que las elecciones fueron “amañadas” y que en realidad él las había ganado, ha generado toda una industria de negadores de las elecciones que se niegan a creer en pruebas sólidas e inequívocas de que las elecciones fueron, de hecho, las más seguras en la historia de nuestro país.

Pero los que niegan las elecciones ignoran las cifras concretas. Ellos “sienten en su corazón” que tienen razón, al diablo con los hechos.

De repente, no solo aquí, sino en todo el mundo, la negación de las elecciones está de moda. Trump plantó una semilla que fue fertilizada por desinformación estratégica. Una planta creció a partir de esa semilla, floreció y, a su vez, esparció nefastamente sus semillas por todas partes.

En las elecciones para gobernador de 2022 en Arizona, la republicana Kari Lake se enfureció cuando perdió por poco ante la secretaria de Estado de Arizona, Katie Hobbs, una demócrata. Lake, quien afirmó su lealtad a Donald Trump (su mentor, el gran negador de elecciones), perdió las elecciones por más de 17,000 votos en lo que denominó una “elección fallida”. También afirmó que la elección fue “amañada”. Su negativa a ceder se deriva de su declaración antes de las elecciones de que aceptaría los resultados cuando gane.

En las elecciones presidenciales de octubre en Brasil, el presidente de extrema derecha, Jair Balsonaro, fue destituido de su cargo por un margen estrecho. Al igual que Trump, se negó a reconocer su derrota. No obstante, autorizó la transición al nuevo gobierno.

Sus seguidores, sin embargo, no aceptarían nada de eso. Usando nuestra insurrección del 6 de enero de 2021 como modelo, los manifestantes brasileños irrumpieron en el palacio presidencial y otros centros de gobierno en Brasilia el 8 de enero de 2023. Se negaron a aceptar los resultados de las elecciones, alegando que estaban “amañados”. Como en nuestro propio país, muchos de esos manifestantes fueron arrestados y enfrentan procesamiento.

Las ramificaciones de la Gran Mentira quedaron aterradoramente expuestas en las recientes elecciones en Nuevo México. Un candidato republicano perdedor a la legislatura estatal, Solomon Peña, no aceptaría su aplastante derrota. Su rival demócrata, Miguel García, obtuvo el 73.6 % de los votos, mientras que Peña recibió el resto, solo el 26.4 %. Ese resultado desigual no impidió que Peña afirmara que las elecciones habían sido “amañadas” (esto suena inquietantemente familiar).

El Sr. Peña no estaba dispuesto a aceptar el resultado sin pelear—de hecho, quiso una pelea a muerte. Presuntamente contrató a cuatro hombres para vengarse. Dispararon contra las casas de los funcionarios demócratas. Una niña de 10 años dormida en su dormitorio podría haber perdido fácilmente la vida en una lluvia de balas, que afortunadamente no la alcanzaron.

En 2020, hubo un complot para secuestrar a la gobernadora demócrata de Michigan, Gretchen Whitmer. A fines del año pasado, el esposo de la expresidenta demócrata de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, fue atacado brutalmente por un extremista. El atacante tenía la intención de mantener a Nancy como “rehén” y “romperle las rótulas” si le mentía. Las amenazas contra los trabajadores electorales por parte de extremistas violentos se han acelerado en los últimos dos años. Esto es de esperar, dada la premisa de la Gran Mentira.

Irónicamente, las amenazas a los trabajadores electorales fueron alentadas por el expresidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Más de una vez, señaló patéticamente a dos trabajadoras electorales afroamericanas, una madre y su hija en Georgia. Trump las acusó repetidamente, sin fundamento, por sus nombres. Las acusó de rellenar, de modo fraudulento, las urnas. Fue una fabricación completa que resultó en amenazas de muerte viles y racistas contra las dos mujeres.

Debemos detenernos y considerar los efectos nocivos a largo plazo de los engaños, la retórica acalorada, las falsificaciones absolutas de los hechos y la negativa a siquiera sopesar las pruebas. Los candidatos excelentes que dedican su vida al servicio de la nación dudarán antes de postularse para un cargo. Por muy dotados, talentosos y devotos que sean a las promesas de esta gran nación, lo pensarán dos veces antes de exponer a sus familias a la amenaza de la violencia política.

Cuando los políticos prometedores se desaniman de buscar cargos públicos debido al terrorismo engendrado por la Gran Mentira, entonces estamos presenciando en tiempo real el trágico desgaste de nuestra democracia. Por eso es tan importante que al menos nos informemos políticamente y hagamos nuestra parte para ayudar a evitar que las fuerzas más oscuras de nuestro país nos impongan un gobierno antidemocrático, autoritario y manipulador.

– – Servicios de escritura se ofrecen en mi sitio web, David Magallanes Writing ServicesDavid Magallanes es un profesor de matemáticas jubilado.

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