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By David Magallanes / Guest contributor
One night back when I was about 7 years old, I was sitting next to my tío (uncle) Salvador. We were looking out through a window in my home at the night sky. He was talking with me about the stars and planets. Something in that night sky caught my attention. It was a bright red object. I pointed toward it and asked him “Tío, is that a planet or is that a star?”
He looked down at me and smiled. He placed his hand on my shoulder in a way that made me feel special. But I looked up and very distinctly noticed a tear in his eye. I was perplexed. I didn’t understand that tear until some thirty-two years later.
But meanwhile, he did answer my question. He explained to me that what we were seeing was the planet Mars; that someday soon, mankind would land on the moon and that possibly in my lifetime, we would set foot on distant planets. His answer to my question ignited my curiosity. Little did I realize the tremendous impact of that moment in my life.
As a child, I would spend hours looking up at the night sky, learning the names of stars, constellations and planets with the help of my star maps. I didn’t understand until years later what an intimate relationship we all share with those thousands of points of light.
Fast-forwarding more than two decades, I would often find myself talking with my then-four-year-old daughter about the cosmos. Sometimes we would look up at the moon and sing songs to it. I’ll never forget one particular starry night when I was holding her in my arms as I took her out of the house to walk over to the car on the street. Suddenly, I distinctly felt the hand of my tío Salvador resting reassuringly on my shoulder. I almost looked up to greet him, but then remembered that he was no longer with us. Then…I finally understood that tear in his eye some thirty-two years earlier, only now the tear was in my eye. It was a tear of joy—the joy of watching a child take those first, brave, halting steps on their lifetime quest for answers, driven by curiosity. I experienced that overwhelming sense of happiness that my uncle must have felt, but this time as my child thrust her little finger toward the heavens and asked me in her little-girl voice, “Daddy, are those planets or are those stars?”
— David Magallanes is a writer, speaker and professor of mathematics.
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¿Son Esos Planetas, o Son Estrellas?
Por David Magallanes / Columnista invitado
Una noche cuando yo tenía unos 7 años, estaba sentado junto a mi tío Salvador. Estábamos mirando el cielo nocturno a través de una ventana en mi casa. Hablaba conmigo sobre las estrellas y los planetas. Algo en ese cielo nocturno me llamó la atención. Era un objeto rojo y brillante. Señalé hacia él con el dedo y le pregunté: “Tío, ¿es eso un planeta o es una estrella?”
Me miró y sonrió. Colocó su mano en mi hombro de una manera que me hizo sentir especial. Pero levanté la vista y noté claramente una lágrima en su ojo. Me quedé perplejo. No entendí esa lágrima hasta treinta y dos años después.
Pero mientras tanto, él respondió a mi pregunta. Me explicó que lo que estábamos observando era el planeta Marte, y que algún día pronto, la humanidad aterrizaría en la luna y que posiblemente en mi vida, pondríamos el pie en planetas distantes. Su respuesta a mi pregunta encendió mi curiosidad. No me di plena cuenta del impacto tremendo de ese momento en mi vida.
De niño, yo pasaba horas mirando el cielo nocturno, aprendiendo los nombres de las estrellas, las constelaciones y los planetas con la ayuda de mis mapas estelares. No entendí hasta años después la relación íntima que todos compartimos con esos miles de puntos de luz.
Adelantando rápidamente más de dos décadas, me encontraba a menudo hablando con mi hija, en ese entonces de cuatro años de edad, sobre el cosmos. A veces mirábamos la luna y le cantamos canciones. Nunca olvidaré una noche estrellada en particular cuando la estaba sosteniendo en mis brazos mientras la llevaba fuera de la casa caminando hacia el coche en la calle. De repente, sentí claramente la mano de mi tío Salvador descansando suavemente sobre mi hombro. Casi levanté la mirada para saludarlo, pero luego recordé que ya no estaba con nosotros. Entonces…finalmente entendí esa lágrima en su ojo unos treinta y dos años antes, sólo que ahora esa lágrima se encontraba en mi ojo. Era una lágrima de alegría: la alegría de ver a un niño tomar esos primeros pasos, valientes y titubeantes en su búsqueda de respuestas a lo largo de sus vidas, impulsados ??por la curiosidad. Experimenté esa sensación abrumadora de felicidad que mi tío debió de sentir, pero esta vez fue cuando mi hijita de repente señaló con su dedo meñique hacia el cielo y me preguntó con su voz de niña: “Papi, ¿son esos planetas, o son estrellas?”
— David Magallanes es un escritor, orador y profesor de matemáticas.
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