Bilingual commentary: The Mystery of the Father-Daughter Dance

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David Magallanes

By David Magallanes / Guest contributor

In recent news*, 6-year-old Gracie was looking forward to attending the father-daughter dance at her school. Her mother, Amy Peterson, had filled out the requisite papers the month before the dance, informing the elementary school in Georgia that Gracie would be attending with her—the mother—and not with a father. That male role had been assumed by Amy since Gracie did not have a father in her life. So everything had seemed to be in order for the big evening.

But not to the school’s credit, the principal called an hour before the dance, informing Amy that she and Gracie would not be allowed to attend the dance. The principal was adamant. The school administration had spoken.

Mom, understandably, was upset. Daughter Gracie’s anticipation had been building, and suddenly she and her mother were being barred from the event as if they were both lepers. Amy was asking if it was fair that her daughter could not attend for lack of a male role model.

Couldn’t Amy have provided a male role model—a close friend or family member—who could have substituted for the traditional father? Shouldn’t the school have provided more notice if they were not going to allow the mother-daughter team to the father-daughter dance? Of course. Apart from that, family psychologists would have a field day with this dilemma. Should Amy have been teaching her daughter that she should feel welcome at any and all events, even if the spirit of the event is contrary to their particular situation? For example, should a man feel discriminated against if he’s not welcome at an event designated for “women only”? Is this just more blurring of the lines that traditionally separated the genders?

The principal said that there were other family events at which Amy and her daughter would be welcome. Is it possible that some of these events would bar others due to the nature of those events?

I can see the reason for the principal’s conviction, disregarding for a moment the late, disruptive decision. It cannot be denied that there is something mystical about the father-daughter, man-to-girl relationship that by its very nature does not exist in the mother-daughter, woman-to-girl bond.

Whether we are consciously aware of it or not, it’s this ethereal bond between a male father-figure and a girl that is being celebrated at the father-daughter dance.

— David Magallanes is a writer, speaker and professor of mathematics. 

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El Misterio del Baile Padre-Hija

Por David Magallanes / Columnista invitado

En noticias recientes*, Gracie, de 6 años, deseaba asistir al baile de padre e hija en su escuela. Su madre, Amy Peterson, había llenado los papeles necesarios el mes antes del baile, informando a la escuela elemental en el estado de Georgia que Gracie estaría asistiendo con ella—la madre—y no con su padre. Ese papel masculino había sido asumido por Amy, puesto que Gracie no tenía a su padre en su vida. Así que todo parecía estar en orden para la gran noche.

Pero, no al favor de la escuela, el director llamó una hora antes del baile, informando a Amy que ni a ella ni a Gracie se les permitiría asistir al baile. El director fue inflexible. La administración de la escuela había firmemente declarado su decisión.

La madre, comprensiblemente, estuvo molesta. Su hija Gracie andaba más y más entusiasmada por asistir, y de repente ella y su madre estaban siendo excluidas del evento como si ambas fueran leprosas. Amy estaba preguntando si era justo que su hija no pudiera asistir por falta de un modelo masculino.

¿No podría Amy haber proporcionado un modelo masculino a seguir—un amigo cercano o miembro de la familia—que podría haber sustituido al padre tradicional? ¿No debería la escuela haberles avisado con más tiempo si no iban a permitir que el equipo madre-hija asistiera al baile padre-hija? Por supuesto que sí. Aparte de eso, los psicólogos familiares habrían aprovechado al máximo la discusión sobre este dilema. ¿Debería Amy haberle enseñado a su hija que ella tenía el derecho de sentirse bien recibida en todos los eventos, incluso si el espíritu del evento sea contrario a su situación particular? Por ejemplo, ¿debería un hombre sentirse discriminado si no es bienvenido en un evento designado “para mujeres solamente”? ¿Es esto un caso en el cual se borran aun más las líneas que tradicionalmente separaban a los hombres de las mujeres?

El director dijo que había otros eventos familiares en los cuales Amy y su hija serían bienvenidas. ¿Es posible que algunos de estos eventos prohíban a otros debido a la naturaleza de esos eventos?

Puedo comprender las razones por la decisión del director, sin tomar en cuenta por un momento la decisión tardía y perturbadora. No se puede negar que hay algo místico en la relación entre padre e hija, entre este hombre y esta muchacha, que en virtud de su misma naturaleza, no existe en el vínculo madre-hija.

Ya sea que conscientemente reconozcamos el hecho o no, es este vínculo etéreo entre una figura paterna y una niña que se celebra en el baile padre-hija.

— David Magallanes es un escritor, orador y profesor de matemáticas.

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