Bilingual commentary: Digital Natives and Immigrants

David Magallanes

By David Magallanes / Guest contributor

I am an immigrant. This world in which I find myself seems so strange sometimes. It’s nothing like the land from which I hail, where I grew up, and where I used to feel so comfortable. The natives, relatively speaking, are very comfortable and content in this environment that I share with them. Sometimes I feel so awkward, while they seem to handle the tools of daily life with such ease.

I am not speaking of the “natives and immigrants” in the usual sense of the words, but rather of digital natives and immigrants. It has been very difficult for me to cross over to the other side, but I must if I want to survive in this economy. My grandson, Angel, is an example of a “digital native.” He was born into a world that was already digitized, and I was not. Since he was very little, he knew how to handle the electronic games with an alarming dexterity. At times he would try to explain to me, when he was just beginning to express himself, how to control the buttons and levers and equipment to win the game. Many times he became exasperated because his grandfather (I, the “immigrant”) simply did not get it and could not win anything to save my soul. Angel knows how to navigate, very naturally, the labyrinth of a computer system until he reaches his destination or desired result. This is his interconnected world and he goes on digitally evolving at a rate that I don’t even dream of approaching, as much as I might try.

It’s like the difference between a person who starts to dance at age four and a person (like me) who starts at age forty. We late-starters will never demonstrate the same agility of those who launched their efforts at such a young age.

It seems to me that we, the citizens of the U.S., the most democratized country in the world and in which the people enjoy liberty and power unheard of in the rest of the world, don’t appreciate the gift that has been granted to us on a silver platter. This is more obvious when we note the shamefully low percentage of the population that deigns to vote during elections.

In the same manner, as an outsider, I observe that the digital citizens — and much less the outsiders like me — don’t realize the enormous power that they carry in their hands. It’s as if we were playing with and abusing nuclear sources of energy without understanding neither the implications nor the potential of this gift — a gift that the gods have freely granted us — to change our lives in a very positive manner. In fact, so positively that we don’t even dare imagine how, or how much.

Instead of getting ourselves to scrutinize the possibilities to construct an abundant life founded on the new technology, we are, truthfully, playing with these extremely powerful tools as if they were toys; we dedicate ourselves to sending texts, using Facebook to share photos of our travels and families, announcing what we had for lunch or to declare that we’re “bored”…all of which is fine. It connects us as never before in the history of the world with a community of friends or people that share our interests and ideas, and through these activities the concept of “socializing” is changing radically right before our eyes.

For us immigrants this all looks a bit strange, but we will go along and become accustomed, just as the immigrants in any distant land, and in many cases we are diving into these waters to participate in this new and different world. But we are playing, generally speaking. I am not judging — playing is also a very important component in enjoying a life that is worth living.

What I am proposing is that we explore the possibilities of a more abundant world for ourselves by using the tools of modern technology.  That abundance can take any form we choose — whether that be more spiritual abundance, more free time to dedicate ourselves more to our families (which is quite difficult working eight hours a day), or simply more monetary riches to enjoy life more fully and, of course, to share, whether that be with our churches or temples, or with the community, taking on the mantle of philanthropist.

[Next article: My Path Toward Digital Citizenship]

— David Magallanes is a writer, speaker and retired professor of mathematics.  You may contact him at adelantos@msn.com

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Nativos e Inmigrantes Digitales

Por David Magallanes / Columnista invitado

Soy inmigrante. Este mundo en el cual me encuentro me parece tan raro a veces. No es nada como la tierra donde yo crecí y en donde me sentía tan cómodo.  Los nativos, relativamente hablando, están muy a gusto y contentos en este ambiente que comparto con ellos. A veces me siento tan torpe, mientras ellos saben manejar las herramientas de la vida diaria con tanta facilidad.

No estoy hablando de nativos e inmigrantes en el sentido común y corriente, sino de nativos e inmigrantes digitales.   Se me ha hecho muy difícil cruzar al otro lado para mezclar con los nativos—los indígenas, podría decirse—pero tengo que si quiero sobrevivir en esta economía.  Mi nieto, Ángel, es un ejemplo de un “nativo digital”.  Él nació en un mundo ya digitalizado y yo, no.  Desde muy chico, él sabía manejar los juegos electrónicos con una destreza alarmante.  Varias veces él trataba de explicarme, cuando apenas empezaba a expresarse, cómo controlar los botones y las manijas y los equipos para ganar un juego.  Muchas veces se exasperaba porque su abuelo (yo, el “inmigrante”) simplemente no agarraba la onda y no podía ganar nada ni para salvar su alma.  Ángel sabe cómo navegar, de un modo muy natural, el laberinto del sistema de una computadora hasta llegar a su destino o resultado deseado.  Este es su mundo interconectado y él va evolucionando digitalmente a tal paso que yo ni sueño alcanzar por más que trate.

Es como la diferencia entre una persona que comienza a bailar a la edad de cuatro años y una persona (como yo) que empieza a los cuarenta.  Los atrasados jamás demostraremos la misma agilidad que tienen los que lanzaron su trayectoria a tan temprana edad.

Me parece que nosotros, los ciudadanos de Estados Unidos, el país más democratizado del mundo y en donde la gente goza de una libertad y poder inauditos en el resto del mundo, no apreciamos el regalo que se nos entrega en charola de plata.  Eso es más que obvio cuando notamos el porcentaje vergonzoso de la población que se molesta a votar a las urnas durante las temporadas de las elecciones.

De igual manera, como fuereño, observo que los ciudadanos digitales—y mucho menos los inmigrantes como yo—no se dan cuenta del enorme poder que traen en sus manos.  Es como si estuviéramos jugando con y abusando de fuentes de energía nucleares sin que captáramos ni las implicaciones ni el potencial de este regalo, que tan libremente nos han otorgado los dioses, para cambiar nuestras vidas de una manera muy positiva.  De hecho, tan positivamente que ni nos atrevemos a imaginar ni cómo ni cuánto.

En lugar de ponernos a escrudiñar las posibilidades para construir una vida abundante a base de la nueva tecnología, estamos de verdad jugando con estas poderosísimas herramientas como si fueran juguetes; nos dedicamos a textear, a usar Facebook para compartir fotos de nuestros viajes y nuestras familias, a anunciar lo que estamos comiendo para el almuerzo o a declarar que estamos “aburridos”…todo lo cual está muy bien.  Nos conecta como nunca antes en la historia del mundo con una comunidad de amigos o con gente que comparte nuestros intereses y nuestras ideas, y a través de estas actividades el concepto de “socializar” está cambiando radicalmente ante nuestros ojos.

Para nosotros los inmigrantes todo esto nos parece un tanto raro, pero nos iremos acostumbrando, como los inmigrantes en cualquier tierra lejana, y en muchos casos nos estamos clavando en estas aguas para participar en este mundo nuevo y distinto.  Pero estamos jugando, generalmente hablando.  Tampoco estoy juzgando—jugar  también es un componente muy importante para gozar de una vida que valga la pena.

Lo que estoy proponiendo es que exploremos las posibilidades un mundo más abundante por el uso de las herramientas de la tecnología moderna.  Esa abundancia puede tomar la forma que escojamos—sea más abundancia espiritual, más tiempo libre para dedicarnos a la familia (lo cual es bastante difícil trabajando ocho horas a diario), o simplemente más riquezas monetarias para gozar más plenamente de la vida y, por supuesto, compartir, sea con nuestras iglesias y templos, o con la comunidad, tomando el papel de filántropo.

[Próximo artículo: Mi Camino Hacia la Ciudadanía  Digital]

-David Magallanes es un escritor, orador y profesor jubilado de matemáticas.  Se puede comunicar con él por e-mail a: adelantos@msn.com