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By David Magallanes / Guest contributor
On that darkest of days in modern American history, as I saw the images of the Twin Towers burning, I urgently exclaimed to my teenage daughter, “We’re under attack!”
I sometimes can’t help but wonder sometimes if half of life is about being under attack. If we stop to think about it, there are many forms in which we are continually defending ourselves against something that is determined to “get us,” to “do us in,” to hurt our feelings, our bodies, to rob us of our very souls. In the worst cases, something lurks with the purpose of seeking the opportunity to take away the gift of our lives.
If we value our health and that of our children, we protect ourselves and our families with a variety of antiviral and antibacterial vaccines. There are entire armies of seemingly “well-trained” viruses and bacteria that have the ability to attack and disable us, and quickly do so if the proper fortifications are not in place.
Our technology, as wondrous and useful as it is, only opens more doors for attack. If we’re wise, we install “anti-virus” software on our computers to defend not only the machines, but also our privacy and safety. Setting up a website, such as a commercial site or a blog, without costly protection is akin to opening the door and welcoming the hackers.
Our very reputations and honor are open to gratuitous attack. Social media has inured an entire generation to behaviors that in the past were considered repulsive and unacceptable.
If we are Muslim or Jewish in this country, we run the risk being victims of attack. If we are African American, or Latino, or Christian, or atheist, young or old (especially female), Republican or Democrat — or just about anything — we are practically sitting ducks for attack by one entity or another, for one twisted reason or another.
The only reason our country has not been attacked more than it already has been is that we have mounted strong defenses. We may criticize the military sometimes, but even if we as a country were to do only good and honorable things in the world, something would want to attack and devastate our very existence and the way of life that we cherish.
On the political stage, we see candidates gleefully attacking each other with vinegar and vigor. Some spectators cheer because that’s what people do on reality shows, which our culture has shamefully embraced. Sometimes it seems as if the more vulgar, distasteful and disgusting the attacks are, the higher the ratings.
Whereas each day we must take prudent measures to protect ourselves, we don’t want to do so at the expense of not declaring who we are, of not living the life for which we were destined. In the end, all we can do beyond these precautions is place ourselves trustingly in the arms of life.
— David Magallanes is a writer, speaker and professor of mathematics. You may visit his web site, dedicated to honoring daughters and keeping them healthy, at www.roses4daughters.com. You may contact him through e-mail at dmagallanes@roses4daughters.com.
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Bajo Ataque
Por David Magallanes / Columnista invitado
Aquel día de lo más oscuro en la historia moderna de Estados Unidos, mientras yo observaba las imágenes de las Torres Gemelas quemándose, le exclamé con urgencia a mi hija adolescente, “¡Estamos bajo ataque!”
A veces, no puedo más que preguntarme si la mitad del arte de vivir se trata de estar bajo ataque. Si reflexionamos lo suficiente, hay muchas formas en las cuales nos estamos continuamente defendiendo contra algo muy decidido a “agarrarnos”, a “hundirnos”, a lastimarnos sentimental o corporalmente, a robarnos la mismita alma. En los peores casos, algo está al acecho con el propósito de quitarnos el regalo de nuestras vidas.
Si valoramos nuestra salud y la de nuestros hijos, nos protegemos a nosotros mismos y a nuestras familias por medio de una variedad de vacunas antivirales y antibacteriales. Existen ejércitos enteros de virus y bacterias que hasta parecen “bien entrenados” y con la habilidad de atacar e incapacitarnos, y así lo hacen con rapidez si las fortificaciones adecuadas no están en su lugar.
Nuestra tecnología, por maravillosa y útil que sea, solo abre más puertas para ataques. Si aplicamos nuestra inteligencia, instalamos programas “antivirus” en nuestras computadoras para defender no solamente las máquinas, sino también nuestra privacidad y seguridad. Armar un sitio cibernético, por ejemplo un sitio comercial o blog, sin protección costosa es como si abriéramos la puerta y que diéramos la bienvenida a los malhechores cibernéticos.
Nuestro honor y hasta nuestras propias reputaciones están expuestas a ataques caprichosos. Los medios de comunicación social han habituado a una generación entera a comportamientos que en el pasado se consideraban repulsivos e inaceptables.
Seamos islámico o judío en este país, corremos el riesgo de ser víctimas de un ataque. Seamos afroamericano, o latino, o cristiano, o ateo, joven o ancianito (especialmente las mujeres), republicano o demócrata—o prácticamente lo que sea—somos de verdad presa fácil para un ataque de parte de una que otra entidad, por alguna u otra razón trastornada.
La única razón por la cual nuestro país no ha sido víctima más allá de lo que ya lo ha estado es que hemos armado fuertes defensas. Puede que critiquemos a veces el establecimiento militar, pero aún si este país hiciera ni nada más ni nada menos que labores honorables y buenas por todo el mundo, algo querría atacarnos y devastar nuestra misma existencia y el modo de vivir que abrigamos.
En el escenario político, vemos que los candidatos se atacan maliciosamente con vinagre y vigor. Algunos de los espectadores aplauden y dan vivas porque eso es lo que hace la gente en los programas de telerrealidad, la cual nuestra sociedad ha llegado a aceptar sin ni una chispa de vergüenza. A veces parece que por más grosero, desagradable y repugnante que sean los ataques, más altas las índices de audiencia.
Mientras que cada día hemos de tomar medidas prudentes para protegernos, no queremos tomarlas a costa de negar quién somos, o de evitar la vida que es nuestro destino. Al fin y al cabo, todo lo que podemos hacer más allá de tomar estas precauciones es encargarnos a los brazos de la vida.
-– David Magallanes es un escritor, orador y profesor de matemáticas. Usted puede visitar su sitio cibernético, dedicado a la honra y la salud de nuestras hijas, en www.roses4daughters.com. Se puede comunicar con él por e-mail a: dmagallanes@roses4daughters.com.
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