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By David Magallanes • Guest contributor
Unlike so much of my family and circle of friends, I am not a fan of the Los Angeles Dodgers. In fact, I’m not a fan of any sports team. This lack of loyalty and enthusiasm for team sports has its downside. I’m unable to participate in animated conversations about the teams. This leaves me feeling a bit like an “outsider” at parties and other gatherings. But I do have fond memories of one of my uncles taking me and my cousins to a Dodger game in the early 1960s, soon after the famed Dodger Stadium at Chávez Ravine was opened.
Before delving into the sordid past that allowed the creation of this magnificent stadium, let’s set the stage by mentioning an event from the past that evokes some of the characteristics of the acquisition and development of Chávez Ravine.
Over the past few weeks, news media have related the story about a Black couple, Willa and Charles Bruce, who bought a parcel of land down the coast from us in Manhattan Beach in 1912. They converted it into a beach resort as a haven for Black people, who at the time were not allowed on other beaches because of racial enmity. They withstood occasional harassment and violence from local white folks, but the resort, known as Bruce’s Beach, thrived. That is, it thrived until, in the 1920s, the city paid the Bruces a paltry compensatory amount to essentially take the land on which the resort was built under the guise of eminent domain. The heirs in the family would have been millionaires by now, but the racial hatred that prevailed at the time prevented this. Early this month, however, Governor Newsom apologized and announced during a ceremony, with several descendants of Charles and Willa present, that the land was to be transferred back to the family.
More locally, we need not look further than Los Angeles for another blatant, and relatively unknown, example of “eminent domain” and outright seizure of land. Along with clever efforts to convert hard feelings into an ardent fan base, the L.A. Dodgers have succeeded in capitalizing on a land seizure that allowed the construction of Dodger Stadium.
We see in the Zinn Education Project (“Teaching People’s History”) that prior to 1949, Mexican American families were thriving, relatively speaking, in three communities that existed in Chávez Ravine near downtown Los Angeles: Palo Verde, La Loma, and Bishop. These families had been living quietly, cohesively, and independently. Their land was seized, supposedly for a housing development, and they received little or no compensation in return—again denying families of color a shot at generational wealth.
The housing project became mired in controversy. It never got off the ground. But in 1958, after a series of political firestorms, the land was handed over to the Brooklyn Dodgers in a trade deal. Subsequently, the Dodgers arrived in their new hometown and played at the Los Angeles Memorial Coliseum until Dodger Stadium opened at Chávez Ravine in 1962.
To win the favor of Mexican Americans who might have felt bitter about the treatment of the ousted families, the L.A. Dodgers started broadcasting games in Spanish and signed on luminaries such as pitcher Fernando Valenzuela, a Mexican Dodger superstar.
The strategy worked. Latinos are now a major segment of the Dodger fan base. But today, few Latino fans are aware of the sad legacy of the land on which their baseball heroes display their prowess. Until this past week, I too was ignorant of this story that has been, unfortunately, played and replayed, in one form or another, over the centuries in our country. Mexican Americans, Native Americans, Asian Americans, and Black Americans have borne the brunt of “land acquisitions” that in too many cases have left them bereft of potential wealth.
A fascinating three-minute clip of the film “Chávez Ravine” may be seen by clicking here.
American history, from our country’s early days to its recent past, is rife with examples of land being seized from people of color. These “acquisitions” stole from them not only their dignity, but also—more importantly—the opportunity to institute generational wealth, which is how families thrive over the long term.
— Writing services are offered at my website, David Magallanes Writing Services. David Magallanes is a retired college math educator.
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La Historia del Barranco de Chávez
Por David Magallanes • Columnista invitado
A diferencia de gran parte de mi familia y mi círculo de amigos, no soy fanático de los Dodgers de Los Ángeles. De hecho, no soy fanático de ningún equipo deportivo. Esta falta de lealtad y entusiasmo por los deportes de equipo tiene sus desventajas. No puedo participar en conversaciones animadas sobre los equipos. Esto me hace sentir un poco como un “fuereño” en las fiestas y otras reuniones. Pero sí tengo buenos recuerdos de cuando uno de mis tíos nos llevó a mí y a mis primos a un juego de los Dodgers a principios de la década de 1960, poco después de que se abriera el famoso Dodger Stadium en el Barranco de Chávez (Chávez Ravine) en Los Ángeles.
Antes de adentrarnos en el sórdido pasado que permitió la creación de este magnífico estadio, preparemos el escenario mencionando un hecho del pasado que evoca algunas de las características de la adquisición y desarrollo del Barranco de Chávez.
Durante las últimas semanas, los medios de comunicación han relatado la historia de una pareja afroamericana, Willa y Charles Bruce, quienes compraron una parcela de tierra en la costa en Manhattan Beach en 1912. La convirtieron en un complejo vacacional de playa como refugio para la gente de la raza negra, que en ese momento no estaba permitida en otras playas debido a la enemistad racial. Soportaron el acoso y la violencia ocasionales de los blancos locales, pero el complejo, conocido como Bruce’s Beach, prosperó. Es decir, prosperó hasta que, en la década de 1920, la ciudad pagó a los Bruces una miserable cantidad compensatoria para esencialmente tomar la tierra en la que se construyó el complejo bajo la apariencia de lo que se llama “derecho de expropiación”. Los herederos de la familia ya habrían sido millonarios, pero el odio racial que prevalecía en ese momento lo impidió. Sin embargo, a principios de este mes, el gobernador Newsom pidió disculpas y anunció durante una ceremonia, con la presencia de varios descendientes de Charles y Willa, que los terrenos se devolverían a la familia.
Más a nivel local, no necesitamos mirar más allá de Los Ángeles en busca de otro ejemplo flagrante y relativamente desconocido de “derecho de expropiación”. Junto con los ingeniosos esfuerzos para convertir los resentimientos en una base de fanáticos ardientes, los Dodgers de Los Ángeles han logrado sacar jugo de una confiscación de tierras que permitió la construcción del Estadio de los Dodgers.
Vemos en el Proyecto de Educación Zinn (“Enseñando la historia de la gente”) que antes de 1949, familias mexicoamericanas estaban prosperando, relativamente hablando, en tres comunidades que existían en el Barranco de Chávez cerca del centro de Los Ángeles: Palo Verde, La Loma y Bishop. Estas familias habían estado viviendo de forma tranquila, cohesionada e independiente. Su tierra fue confiscada, supuestamente para un desarrollo de viviendas, y recibieron poca o ninguna compensación a cambio — nuevamente negándoles a las familias de color la oportunidad de ganar la riqueza generacional.
El proyecto de vivienda se vio envuelto en una controversia. Nunca despegó del suelo. Pero en 1958, después de una serie de tormentas políticas, los terrenos fueron entregados a los Brooklyn Dodgers en un acuerdo comercial. Posteriormente, los Dodgers llegaron a su nueva ciudad de residencia y jugaron en el Los Ángeles Memorial Coliseum hasta que el Dodger Stadium abrió en el Barranco de Chávez en 1962.
Para ganarse el favor de los mexicoamericanos que podrían haberse sentido amargados por el trato hacia las familias expulsadas, los Dodgers de Los Ángeles comenzaron a transmitir juegos en español y contrataron a celebridades como el lanzador Fernando Valenzuela, mexicano y superestrella de los Dodgers.
La estrategia funcionó. Los latinos son ahora un segmento importante de la base de fanáticos de los Dodgers. Pero hoy, pocos fanáticos latinos son conscientes del triste legado de los terrenos en los que sus héroes del béisbol muestran su destreza. Hasta la semana pasada, yo también ignoraba esta historia que, lamentablemente, se ha repetido, de una forma u otra, una y otra vez, a lo largo de los siglos en nuestro país. Los mexicoamericanos, nativos americanos, asiáticos americanos y afroamericanos han sido los más afectados por las “adquisiciones de tierras” que en demasiados casos los han dejado privados de riqueza potencial.
Un fascinante clip de tres minutos de la película “Barranco de Chávez” se puede ver haciendo clic aquí.
La historia de Estados Unidos, desde los primeros días de nuestro país hasta su pasado reciente, está plagada de ejemplos de tierras arrebatadas a personas de color. Estas “adquisiciones” les robaron no solo su dignidad, sino también, lo que es más importante, la oportunidad de instituir la riqueza generacional, que es la forma en que las familias prosperan a largo plazo.
– – Servicios de escritura se ofrecen en mi sitio web, David Magallanes Writing Services. David Magallanes es un profesor de matemáticas jubilado.
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