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By David Magallanes / Guest contributor
I just love taking my grandson to see movies for children. Not only does this allow me to spend some time with him, but I also get the opportunity to see the latest computerized action. Upon seeing these modern cyber-cartoons designed for children, I sit there in wonder and awe with my mouth open as I think about how simple cartoons were when I was Angel’s age (8 years old). At that time, there were no computers that allowed so many simultaneous details, so many vivid and varied colors, so many sound and visual effects that lend other dimensions to these stories. It fills me with joy knowing that my grandson is growing during this technological era that is so vibrant and promising for his future.
On this particular occasion, I invited him to see the movie, “The Rise of the Guardians,” a film of the cinematic company DreamWorks Animation. It had me laughing, rolling in the aisles at times, but likewise there were times that a tear or two escaped from my eyes — without my grandson’s awareness, of course. What fascinates me about these supposedly children’s films is the degree of wisdom conveyed to the adults in the audience. Of course, it’s there too for the small ones, but they don’t have the life experience that we their elders possess. These messages of inestimable value serve to “plant the seed” in the child’s mind at a subliminal level. And then we hope that these seeds take deep root in the conscience of the child so as to serve one day as a guide, apart from the lessons that his parents would have imparted, assuming that said parents have imparted something good.
The “guardians” were Santa Claus, the Easter bunny and a whole host of other beloved creatures. One of the boys in the story was feeling sad because toward the end, his guardians were leaving and he did not know if he was ever going to see them again. They explained that although he could not see them, they would still be present, just as the sun is present when it’s cloudy. “Oh my God,” I thought, “What a great way to explain to a child such a profound concept.”
And as if to wrap it all up and place a bow on it, the guardian told the young man that since they would not be visible, then it was up to him to behave as a guardian of the hopes, wishes and dreams of all children.
“Wow,” I said to myself. “The deep lessons of fables, fairy tales, children’s programs and films like this one are capable of giving a children an entire toolkit into which they can reach for wisdom the rest of their lives.”
— David Magallanes is a writer, speaker and retired professor of mathematics. You may contact him at adelantos@msn.com
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Los Guardianes
Por David Magallanes / Columnista invitado
A mí me encanta llevar a mi nieto a ver las películas para niños. No solamente me permite pasar un rato precioso con él, sino que me da la oportunidad de ver lo último en acción computadorizada. Al mirar estas ciber-caricaturas modernas diseñadas para los niños, me quedo asombrado y con la boca abierta pensando en lo sencillitas que eran las caricaturas cuando yo tenía la edad de Ángel (8 años). En ese entonces, no había computadoras que permitieran tantos detalles simultáneos, tantos colores tan vívidos y variados, tantos efectos sonoros y visuales que prestan otras dimensiones a estos cuentos. Me llena con alegría saber que mi nieto está creciendo durante una época tecnológica tan vibrante y prometedora para su futuro.
En esta ocasión, yo lo invité a acompañarme a ver la película “El Ascenso de los Guardianes”, un film de la compañía cinemática DreamWorks Animation. A veces me hizo reír a carcajadas, pero también se me escapó una que otra lágrima—sin que mi nieto se diera cuenta, por supuesto. Lo que me fascina en estas películas supuestamente infantiles es el grado de sabiduría que expresan para los adultos en la audiencia. Claro, ahí está también para los chicos, pero no tienen la experiencia que poseemos sus mayores. Estos mensajes de valor sin precio sirven para “sembrar la semilla” en la mente del niño a nivel subliminal. Y luego esperamos que esas semillas se arraiguen profundamente en la consciencia del niño para servirle algún día como guía, aparte de las lecciones que le hubieran impartido sus padres, dando por hecho que dichos padres hayan impartido algo bueno.
Los “guardianes” eran Santa Claus, el conejo de Pascua y toda una colección de otras criaturas queridas. Uno de los muchachos del cuento se sentía triste porque hacia el final sus guardianes se marchaban y él no sabía si volvería a verlos o no. Le explicaron que aunque él no los viera, ellos estarían presentes, tal y como el sol está presente cuando está nublado. “Dios mío”, pensé, “que buena manera de explicarle a un niño un concepto tan profundo”.
Y como para cerrar con broche de oro, el guardián le dijo al joven que como ellos no estarían visibles, entonces le corresponde a él comportarse como un guardián de las esperanzas, los deseos y los sueños de todos los niños.
Órale, me dije, las enseñanzas profundas de las fábulas, los cuentos de hadas, los programas infantiles y las películas como esta son capaces de darles a los niños todo un estuche de sabiduría en el cual pueden echar mano el resto de sus días por delante.
–David Magallanes es un escritor, orador y profesor jubilado de matemáticas. Se puede comunicar con él por e-mail a: adelantos@msn.com.