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By David Magallanes /Guest contributor
The cost of a textbook of mathematics for our college students has gone through the roof at more than $300. Besides, it weighs as much as a giant brick, due to being good for three semesters of advanced mathematics. The book is so heavy that the students have the habit of “forgetting” to bring their books to class.
And to make matters worse, today’s very expensive books often cannot be sold to subsequent users because the publishers change them for newer versions.
Still … three hundred dollars! Back in the day, when I went to the university taking advanced courses, the books for my classes cost me about seven dollars each. Seven, period! Nowadays, that’s the price of a sweetened coffee with enough calories to kill a horse. And within these books of somewhat abstract concepts, there weren’t even any colors or complicated drawings or figures like there are now. And as I tell my students raised in a highly technological society, we, the unfortunate ones of my generation, didn’t even have a calculator at hand to perform computations, and that for that reason, they can do in seconds what used to take us hours to do. It’s my “we-walked-to-school-in-the-snow” story. Never mind that I walked around the neighborhoods of Los Angeles, where there is hardly ever any snow. But anyway…
One of my newest colleagues, a young lady professor of mathematics, was showing me in her office the wonders of virtual textbooks and their supplementary materials; that is, books and materials on line, on the Internet. I sat there with my mouth open in awe when she showed me how a student could spend hours practicing math exercises, checking their answers and asking for help (that they actually do all this is quite another thing), and how we professors can, in an instant, project dynamically on a screen in the classroom the concepts that took so long for me to grasp because in those days we could only imagine in our minds what today’s computers are capable of creating live and in color. The new math teachers and professors being hired today are so much more technologically advanced than those of us who used to calculate on slide rules and ride dinosaurs.
Today’s students can’t imagine the advantages they have, thanks to this technology all around them. They don’t appreciate it, but they can’t be blamed because for them, this is all very normal. For the professors of my generation, seeing all this technology is like watching the Greek god Prometheus bring the gift of fire to mankind.
— David Magallanes is a writer, speaker and retired professor of mathematics. You may contact him at adelantos@msn.com
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¿El ein de los libros de texto?
Por David Magallanes / Columnista invitado
El costo de un libro de texto de matemáticas para nuestros estudiantes en el colegio está por las nubes a más de $300. Además, tiene el peso de un ladrillo gigantesco, debido a que es para tres semestres de matemáticas avanzadas. El libro es tan pesado que los estudiantes tienen la costumbre de “olvidarse” de traer sus libros a clase.
Y para colmo, estos carísimos libros de hoy en día muchas veces no se pueden vender a los usuarios siguientes porque los editoriales los cambian por otras versiones más nuevas.
No obstante…¡trescientos dólares! En mis tiempos, cuando fui a la universidad tomando cursos avanzados, los libros para mis clases de ingeniería me costaban aproximadamente siete dólares cada uno. ¡Siete, y punto! Hoy día, ese es el precio de un café endulzado con las calorías suficientes como para matar a un caballo. Y en esos libros de conceptos algo abstractos, no había ni colores ni dibujos bonitos como ahora. Y como les cuento a mis estudiantes criados en una sociedad altamente tecnológica, los desafortunados de mi generación no teníamos ni calculadoras a la mano para computar, y que es por eso que ellos pueden hacer en segundos lo que a nosotros nos llevaba horas. Es mi cuento de “yo caminaba en la nieve para llegar a la escuela”. Ni modo que yo andaba por las vecindades de Los Ángeles, en donde no hay nieve, casi nunca…
Una de mis colegas más nuevas, una joven profesora de matemáticas, me estaba enseñando en su oficina las maravillas de los libros de texto y sus suplementos virtuales; o sea, libros y materiales en línea, en el Internet. Me quedé con la boca abierta cuando ella me enseñó como un estudiante podría pasar horas ensayando ejercicios de matemáticas, verificando sus respuestas y pidiendo ayuda (que de verdad hagan todo esto es otro costal de harina), y como nosotros, los profesores, podemos, en un instante, proyectar en una pantalla en un salón de clase y en forma dinámica los conceptos que a mí me costaban tanto trabajo captar porque en esos tiempos solo podíamos imaginar en nuestras mentes lo que las computadoras de hoy son capaces de crear en color y en vivo. Los maestros y profesores ahora empezando sus carreras son mucho más tecnológicamente avanzados que nosotros que computábamos con reglas de cálculo y montábamos en dinosaurios.
Los estudiantes de hoy no se imaginan las ventajas que tienen, gracias a toda esta tecnología a su alrededor. No la aprecian, pero no se les puede echar en cara porque para ellos, es cosa de todos los días. Para los profesores de mi generación, viendo toda esta tecnología es como observar al dios griego Prometeo traer el fuego a la humanidad.
— David Magallanes es un escritor, orador y profesor jubilado de matemáticas. Se puede comunicar con él por e-mail a: adelantos@msn.com.