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By David Magallanes • Guest contributor
The news last week about the fire at Notre Dame in Paris had an emotional impact on me because of the cathedral’s connection with my father. Growing up, I used listen to him talking about his journeys through France after landing on the beach in Normandy for the allied assault on the Nazis who had occupied French territory. He said that on his journey through France, on the way to Germany and Belgium for the momentous Battle of the Bulge, he had time to stop at the church in Sainte Mère Église (Holy Mother Church), a little church in northern Normandy where he had attended Mass to give thanks for surviving the landing on the beachhead. He also saw La Catedral de Notre Dame (the Cathedral of Our Lady, which we saw in flames last week) and the La Basilique Sacré Coeur (Sacred Heart Basilica), also in Paris. My dad, raised in a Mexican Catholic family, felt a strong connection with the Catholicism in France, but this was during time of war and his interactions with the French were not always pleasant, depending on how they viewed Americans in their midst.
I visited all three places of worship on a “pilgrimage” I made to France in 2004 in an attempt to follow some of my father’s footsteps that he had taken during a crucial moment for Western civilization. I went to Mass at Sainte Mère Église the day before I visited the beaches of Normandy where dad said that he had landed during the allied invasion. I also visited the art museums of Paris to celebrate the memory of an uncle, my mother’s brother, who had an exposition of his art in Paris sometime before the war.
The images of the burning cathedral in the news reminded me of the impermanence of people and places that are so important to us. Fortunately, the structure was not completely destroyed and will be rebuilt, possibly even in my lifetime. And so one day I may return one last time to the city that awed my father when he was a teenager fearing the battles ahead (which he survived), but grateful to have the opportunity to fight for the country that had opened its doors for his parents and siblings who were fleeing the religious wars of Mexico at the time.
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La Catedral en Llamas
Por David Magallanes • Columnista invitado
La noticia de la semana pasada sobre el incendio de Notre Dame en París tuvo un impacto emocional en mí debido a la conexión de la catedral con mi padre. Mientras crecía, lo escuchaba hablar sobre sus viajes a través de Francia después de aterrizar en la playa de Normandía para el asalto aliado contra los nazis que habían ocupado el territorio francés. Dijo que en su camino a través de Francia, rumbo a Alemania y Bélgica para la Batalla del Bulge, tuvo tiempo para detenerse en la iglesia en Sainte Mère Église (Iglesia de la Santa Madre), una pequeña iglesia en el norte de Normandía, donde él había asistido a misa para dar gracias por sobrevivir al desembarco en la playa. También vio La Catedral de Notre Dame (La Catedral de Nuestra Señora, la que vimos ardiendo la semana pasada) y la Basílica Sacré Coeur(Sagrado Corazón), también en París. Mi padre, criado en una familia católica mexicana, sintió una fuerte conexión con el catolicismo en Francia, pero esto fue durante tiempo de guerra y sus interacciones con los franceses no siempre fueron agradables, dependiendo de cómo veían a los estadounidenses a su alrededor.
Visité los tres lugares sagrados en una “peregrinación” que hice a Francia en 2004 en un intento por seguir algunos de los pasos de mi padre que él había dado durante un momento crucial para la civilización occidental. Asistí a la misa en Sainte Mère Église el día anterior a mi visita a las playas de Normandía, donde mi padre dijo que había aterrizado durante la invasión aliada. También visité los museos de arte de París para celebrar la memoria de un tío, el hermano de mi madre, que tuvo una exposición de su arte en París en algún momento antes de la guerra.
Las imágenes de la catedral en llamas en las noticias me recordaron la impermanencia de personas y lugares que son tan importantes para nosotros. Afortunadamente, la estructura no fue completamente destruida y será reconstruida, posiblemente incluso en mi vida. Entonces, puede que algún día yo pueda regresar por última vez a la ciudad que impresionó a mi padre cuando él era un adolescente sintiendo cierto temor a las batallas que se avecinaban (y las cuales sobrevivió), pero también sintiendo agradecimiento por tener la oportunidad de luchar por el país que abrió sus puertas a sus padres y hermanos que estaban huyendo las guerras religiosas de México durante esos tiempos.
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