Bilingual commentary: Reflections on Math Education—Part III

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David Magallanes

By David Magallanes • Guest contributor

In this current series of articles, I’ve been exploring the roots of the turbulence in math education in our country.  This was going to be the last in the series.  But the topic is so vast and so vital, I’ve decided to finish this series of four articles next week—not this week as I had planned.

Some history is in order.  The Soviet Union, that vast sweep of territory that comprised parts of Northern and Eastern Europe, as well as Northern and Central Asia (including Russia) between 1922 and 1991, launched the first orbiting satellite, Sputnik, in 1957.  I still remember the shock waves that this news about the Soviets’ momentous feat sent throughout our society—a feeling consisting of an odd mix of angst, surprise, fear and fascination.  The fear—real or imagined—of Communist domination of space played a part in our trepidation and instantly spurred the U.S. to “kick things into gear” and strive to catch up to, and surpass, our erstwhile enemy.

Suddenly, math and science became supremely important to educational institutions that were compelled to supply the U.S. with a generation of college graduates that was strong in math and technical skills.  Low-interest loans were proffered to math and science majors in the colleges because of the intense demand for professional workers who could supply the talent necessary to “step up to the plate” and take control of our national destiny.  It was a supreme call to action, culminating in President John F. Kennedy’s inspiring oratory at Rice University in Houston, Texas, in 1962, exhorting our nation to commit to landing a man on the moon before 1970.  It was a bold challenge—one that we met very much on schedule in 1969.

The schools responded.  Now, not only were they to teach standard academic mathematics to their charges; rather, they were directed to respond to the challenges of the incipient Space Age, a heady, exciting era that saw Americans united in ways that we have not seen since.

Until recently, schools were teaching courses in arithmetic, geometry and algebra that were designed for the Space Age, which predated the age of computers.  Just as we saw in the recent movie, “Hidden Figures” (2016), onerous mathematical calculations in the frantic first years of the Age of Space were carried out by hand.  The younger generation today is unaware that we “boomers” grew up without the computers and calculators that are taken for granted today.

But remnants of that era persist in our math curricula.  Attempts to seriously reform math education began in earnest at the beginning of this century.  The purpose of these efforts is to align math education with the Digital Age, emphasizing “data fluency” as opposed to memorizing rules, facts and formulas (now considered “quaint”).

In the last article of this series next week, we’ll look at ways in which schools are transforming math education for a generation of students that has access to calculators and computers whose power we couldn’t even imagine when I was in school, including when I was in college.

— David Magallanes is a retired college math educator.

 

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Reflexiones Sobre Capacitación en Matemáticas—3ª Parte

Por David Magallanes • Columnista invitado

En esta serie actual de artículos, he estado explorando las raíces de la turbulencia en la educación matemática en nuestro país. Este iba a ser el último de la serie. Pero el tema es tan vasto y fundamental que decidí terminar esta serie de cuatro artículos la próxima semana y no esta semana como había planeado.

Valdría la pena repasar un poco de historia. La Unión Soviética, ese vasto territorio que comprendía partes del norte y este de Europa, así como el norte y el centro de Asia (incluida Rusia) entre 1922 y 1991, lanzó el primer satélite en órbita, el Sputnik, en 1957. Todavía recuerdo la conmoción que esta noticia sobre la hazaña trascendental de los soviéticos causó en nuestra sociedad, un sentimiento que consistía en una extraña mezcla de angustia, sorpresa, miedo y fascinación. El miedo, real o imaginado, a la dominación comunista del espacio formó una parte de nuestra inquietud e instantáneamente instó a los Estados Unidos a “poner las cosas en marcha” y esforzarse por alcanzar y superar a nuestro astuto enemigo.

De repente, las matemáticas y las ciencias se volvieron sumamente importantes para las instituciones educativas que se vieron obligadas a proporcionar a los EE. UU. una generación de graduados universitarios con un alto nivel de matemáticas y habilidades técnicas. Préstamos a bajo interés se otorgaron a estudiantes de matemáticas y ciencias en las universidades debido a la intensa demanda para trabajadores profesionales que pudieran suministrar el talento necesario para “pasar al frente” y tomar el control de nuestro destino nacional. Fue un llamado supremo a la acción, el cual culminó en la inspiradora oratoria del presidente John F. Kennedy en la Universidad de Rice en Houston, Texas, en 1962, exhortando a nuestra nación a comprometerse a alunizar a un hombre sobre la faz de la luna antes de 1970. Fue un desafío audaz, pero cumplimos con la misión antes de lo programado en 1969.

Las escuelas respondieron. Ahora, no solo debían enseñar las matemáticas académicas común y corrientes a sus alumnos; más bien, fueron dirigidos a responder a los desafíos de la incipiente Era Espacial, una era embriagadora y emocionante que vio a los estadounidenses unidos en formas que no hemos visto desde entonces.

Hasta hace poco, las escuelas impartían cursos de aritmética, geometría y álgebra diseñados para la era espacial, la cual fue anterior a la era de las computadoras. Tal como vimos en la película reciente, “Hidden Figures” (“Cifras Escondidas”) (2016), se realizaron cálculos matemáticos onerosos a mano en los frenéticos primeros años de la Era del Espacio. La generación más joven de hoy desconoce que nosotros, los “boomers”, crecimos sin las computadoras y las calculadoras que hoy se dan por sentadas.

Pero los restos de esa época persisten en nuestros planes de estudio de matemáticas. Los intentos de reformar seriamente la educación matemática comenzaron a principios de este siglo. El propósito de estos esfuerzos es alinear la educación matemática con la Era Digital, enfatizando la “fluidez con los datos” en lugar de memorizar reglas, hechos y fórmulas (lo cual ahora es considerado algo “pintoresco”).

En el último artículo de esta serie la próxima semana, veremos las formas en que las escuelas están transformando la educación matemática para una generación de estudiantes que tiene acceso a calculadoras y computadoras cuya potencia ni siquiera podíamos imaginar cuando yo estaba en la escuela, incluyendo cuando me encontraba en la universidad.

– – David Magallanes es un profesor de matemáticas jubilado.

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