Bilingual commentary — Our Calm Sea and Prosperous Voyage

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By David Magallanes • Guest contributor

Ludwig van Beethoven, one of the greatest classical musicians of all time, composed a musical piece entitled (in translation) “Calm Sea and Prosperous Voyage, Opus 112.”  Beethoven was inspired by the eternally stirring poetry of the renowned philosopher Johann Wolfgang von Goethe, whom he had met and to whom he dedicated this work.

Beethoven’s composition was a metaphor for the contrasting vicissitudes that direct our journey over the ocean of life.  The title of the work might lead us to think that a calm sea is an opportunity to find prosperity and a realization of our dreams.  In fact, what Goethe had in mind was the “deathly stillness” of a calm ocean, which would never allow a ship to sail toward its destination.  Beethoven masterfully depicted this alarming calmness in the first part of this melodic cantata.

The second part of this masterpiece conjures images of the wind, first stirring, then joyously breathing life over the vast ocean into the sails as the ship obediently responds to the life force that pushes it toward its intended goal: the port of destination.

Goethe wouldn’t have written poetry that did not have profound, practical meaning for our lives. Likewise, Beethoven wouldn’t have written music to which he could not relate.  He completed this work in 1815. This date coincides with the “late period” of his life, during which he was forced to come to terms with his deafness, which by this time had plunged him into an emotionally painful, silent world. Prior to this, during the “middle period,” he had written the 5th Symphony with its famous four introductory notes that seem to evoke the dreaded hand of destiny knocking on Beethoven’s door to announce his inescapable fate as a deaf musician.

Despite the enormous challenges that Beethoven faced in his later years, including numerous health issues, he created some of his richest, most intellectually profound works in the final years of his life.

Western civilization owes much to Beethoven, a gift to humanity. His last symphony (the ninth), composed in the silence of total deafness, was a huge success in 1824.  It celebrates our shared humanity and urges us to look to heaven for joy and peace, two emotions that the imagined sailors of his earlier work must have felt as they arrived on land after their “prosperous voyage.”

Certainly there are lessons for us here. It would seem that we are to beware the “calm sea” that takes us nowhere.  After all, only the forceful winds on the seas of our life journeys can propel us to our destiny, however we define that, or however life defines that for us.

— David Magallanes is a retired college math educator.

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Nuestro Mar Tranquilo y Viaje Próspero

Por David Magallanes • Columnista invitado

Ludwig van Beethoven, uno de los más grandes músicos clásicos de todos los tiempos, compuso una pieza musical titulada (en traducción) “Calm Sea and Prosperous Voyage (Mar Tranquilo y Viaje Próspero), Opus 112”. Beethoven se inspiró en la poesía eternamente conmovedora del reconocido filósofo Johann Wolfgang von Goethe, a quien había conocido y a quien dedicó esta obra.

La composición de Beethoven fue una metáfora de las contrastantes vicisitudes que dirigen nuestro viaje por el océano de la vida. El título de la obra puede llevarnos a pensar que un mar en calma es una oportunidad para encontrar la prosperidad y la realización de nuestros sueños. De hecho, lo que Goethe tenía en mente era la “quietud letal” de un océano en calma, que nunca permitiría que un barco navegara hacia su destino. Beethoven representó magistralmente esta calma alarmante en la primera parte de esta cantata melódica.

La segunda parte de esta obra maestra evoca imágenes del viento, primero agitando y luego soplando alegremente sobre el vasto océano en las velas mientras el barco responde obedientemente a la fuerza vital que lo empuja hacia su objetivo previsto: el puerto del destino.

Goethe no habría escrito poesía que no tuviera un significado profundo y práctico para nuestras vidas. Del mismo modo, Beethoven no habría escrito música con la que él mismo no pudiera identificarse. Completó esta obra en 1815. Esta fecha coincide con el “período tardío” de su vida, durante el cual se vio obligado a aceptar su sordera, que para entonces lo había sumido en un mundo emocionalmente doloroso y silencioso. Previamente, durante el “período medio”, había escrito la Quinta Sinfonía con sus famosas cuatro notas introductorias que parecen evocar la temida mano del destino que golpea la puerta de Beethoven para anunciar su ineludible destino como músico sordo.

A pesar de los enormes desafíos que enfrentó Beethoven en sus últimos años, incluidos numerosos problemas de salud, creó algunas de sus obras más ricas e intelectualmente profundas en los últimos años de su vida.

La civilización occidental le debe mucho a Beethoven, un regalo a la humanidad. Su última sinfonía (la novena), compuesta en el silencio de la sordera total, fue un gran éxito en 1824. Celebra nuestra humanidad compartida y nos insta a mirar hacia el cielo en busca de alegría y paz, dos emociones que los marineros de su obra anterior se han de haber sentido cuando llegaron a tierra después de su “próspero viaje”.

Ciertamente hay lecciones aquí para nosotros. Parece que deberíamos andar con cuidado ante el “mar en calma” que no nos lleva a ninguna parte. Después de todo, solo los fuertes vientos en los mares de nuestros viajes de la vida pueden impulsarnos hacia nuestro destino, como sea que definamos ese destino, o como la vida lo defina para nosotros.

– – David Magallanes es un profesor de matemáticas jubilado.

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