Bilingual commentary: Making America Great Again

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By David Magallanes / Guest contributor

David Magallanes

“Make America Great Again”—it’s a phrase we see on red hats, a slogan that captured the hearts of millions as Donald Trump, during the presidential election, insulted his way across the purple mountain majesties and fruited plains of these United States, from sea to shining sea. Now, as president, whether or not he’s making headway toward that lofty goal is debatable.

But we will never be “great” as a nation if we don’t learn to place the burden for our greatness where it belongs, on our shoulders—not on the shoulders of one man who promises, along with so many other things that don’t seem at all plausible, to single-handedly infuse our country with greatness. We’re creating too much of a messiah figure if we depend on him to bring back manufacturing jobs that no longer exist anywhere, due to automation and technical progress. We block our own path to greatness when we dismantle delicate trade agreements that had been providing a livelihood for our farmers and that had provided solid jobs throughout the economy. We lose our greatness when we unnecessarily erect walls to keep out problems that don’t exist while we avidly create our own greater problems through our drug dependencies—at the same time that our budget priorities cut funding that would address the issue. We mistakenly believe we’re on the path to greatness when we snatch away health insurance from the poor while we grant tax relief to the rich. We like to believe in our future greatness at the same time that we demonize public education, that bedrock of prosperity for the boomer generation.

We’ll never be great as long as we won’t allow the other side to speak, or when we threaten, insult and curse at our lawmakers during their town hall meetings simply because we don’t agree with them.

The key to America’s greatness lies within our American souls. We exercise our greatness when we respect others’ perspectives, when we volunteer in our communities, when we keep ourselves as healthy as possible, when we commit ourselves to guiding our youth and showing, by example, how a civil society treats its members.

Indeed, we should all strive to “make America great again”—but not by simply electing someone and then depending on him to do what only we can do: recreate among ourselves that unique blend of wisdom and knowledge, a willingness to compromise and mutual esteem that is at the root of the creation of these United States.

David Magallanes is a writer, speaker and professor of mathematics.

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Hagamos Estados Unidos Grande de Nuevo

Por David Magallanes / Columnista invitado

“Make America Great Again” (“Hagamos Estados Unidos Grande de Nuevo”)—es una frase que vemos en cachuchas rojas, un lema que arrebató los corazones de millones mientras Donald Trump andaba insultando a otros a lo largo de su camino durante la campaña presidencial, a través de la majestad de las montañas púrpuras y las llanuras frutales de estos Estados Unidos, de mar a brillante mar. Ahora, como presidente, que él nos está avanzando hacia esa noble meta es discutible.

Pero nunca seremos una gran nación si no aprendemos a colocar la carga de nuestra grandeza donde pertenece, sobre nuestros hombros, y no sobre los hombros de un solo hombre que promete, junto con tantas otras promesas que no parecen plausibles, infundir a nuestro país con grandeza. Estamos creando equivocadamente un mesías si dependemos de él para regresar los trabajos de manufactura que ya no existen en ninguna parte, debido a la automatización y al progreso técnico. Obstruimos nuestro propio camino hacia la grandeza cuando desmantelamos los delicados acuerdos comerciales que han estado proporcionando un medio de vida a nuestros agricultores y que han proporcionado empleos sólidos por toda la economía. Perdemos nuestra grandeza cuando innecesariamente levantamos muros para mantener fuera problemas que no existen mientras creamos ávidamente nuestros propios problemas debido a nuestra dependencia en las drogas, al mismo tiempo que nuestras prioridades presupuestarias reducen el financiamiento que ayudarían a resolver el problema. Creemos erróneamente que estamos en el camino hacia la grandeza cuando arrebatamos el seguro de salud para la gente pobre mientras que concedemos alivio fiscal a los ricos. Nos gusta creer en nuestra grandeza futura al mismo tiempo que demonizamos la educación pública, esa base de la prosperidad para la generación de los “boomers” que crecieron durante los años cincuenta.

Nunca seremos grandes siempre y cuando no permitamos que la otra parte hable, o cuando amenazamos, insultamos y maldecimos a nuestros legisladores durante sus reuniones en el ayuntamiento, simplemente porque no estamos de acuerdo con ellos.
La clave de la grandeza americana queda en nuestras almas americanas. Ejercemos nuestra grandeza cuando respetamos las perspectivas de los demás, cuando nos ofrecemos como voluntarios en nuestras comunidades, cuando nos esforzamos por mantener nuestra salud lo más posible, cuando nos comprometemos a guiar a nuestra juventud y demostrar, predicando con el ejemplo, cómo una sociedad civil trata a sus miembros.

De hecho, todos debemos esforzarnos por “hacer grande a América una vez más”—pero no simplemente eligiendo a alguien y luego dependiendo de él para que haga lo que sólo nosotros podemos hacer: recrear entre nosotros ese deseo de llegar a acuerdos mutuos y resucitar esa mezcla única de sabiduría, conocimiento y aprecio mutuo que formaron la raíz de los Estados Unidos.

— David Magallanes es un escritor, orador y profesor de matemáticas.

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