Bilingual commentary — Emerging Into a New World

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David Magallanes

By David Magallanes • Guest contributor

It’s happened throughout history: a catastrophic event occurs, whether that be war, pestilence, a sudden attack or a pandemic, and then the people who are impacted emerge into a very different world.  Think of a destroyed Europe immediately after World War II, the people of New York City after 9/11, the survivors of the 1906 San Francisco earthquake and fires that destroyed the city, the surviving dazed and severely injured citizens of Hiroshima and Nagasaki after the only atomic bombings in history and the people who had the good fortune of surviving the Spanish Flu pandemic of 1917 – 1918.

They all had to face a highly uncertain future after devastating loss, much as we must do now while we begin “reopening the economy” and start the arduous journey back to some semblance of normality.  To one degree or another, we all have experienced loss and possibly hardship, or will do so at some point down the road.  We are like the fictional characters who seek refuge in a bomb shelter during a nuclear attack, only to eventually emerge and confront a world that is unknown to them and that presents unfamiliar challenges.  At this time, the usual predictability on which we based the clocks of our lives has ceased to exist.  We want to jump on our horses and head out at a fast gallop, but don’t even know in which direction to lead them as we attempt to navigate the transformed landscape.

The gut-wrenching uncertainty that haunts us at this time invades every aspect of our lives.  What will our jobs look like, assuming we even have a job when the smoke clears?  What will be the state of our finances and our livelihoods after this thunderous blow of the hammer that changed our world forever and without our permission? Will our children be returning to school in the fall, and if so, on what kind of schedule?  As we speak, colleges and universities are agonizing over literal life-and-death decisions that will greatly impact their students’ lives for years to come.  What will our lives look like as we begin to emerge from our bunkers—our homes—and crawl our way out of this “covidian” cataclysm we’re currently experiencing?

The only consolation we may be feeling is that we are certainly not alone in the midst of the devastation around us.  Everyone in the world has been affected—some more, some less than us.  No one ever said that character-building was easy, but here’s our chance to do just that, as painfully unwelcome as that golden opportunity may be.

Like forcing down bitter medicine, something “good for us” will happen.  When finally this virus is eliminated or under control, we’ll appreciate more the company of others.  We’ll feel the magic of the mysterious movements of clouds and symphonies, or of the songs of birds or of a sunset, or sunrise, or the appearance of the stars at night.  We’ll fall in love with life itself because we’ll know that we successfully fled from the jaws of death in some of the most threatening days of our collective memory.

— David Magallanes is a retired college math educator.

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Emergiendo a un Mundo Nuevo

Por David Magallanes • Columnista invitado

Ha sucedido a lo largo de la historia: se produce un evento catastrófico, ya sea guerra, pestilencia, un ataque repentino o una pandemia, y luego las personas afectadas emergen en un mundo muy diferente. Póngase a pensar en una Europa destruida inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, la gente de la ciudad de Nueva York después del 11 de septiembre, los sobrevivientes del terremoto de 1906 en San Francisco y los incendios que destruyeron la ciudad, los ciudadanos sobrevivientes aturdidos y gravemente heridos de Hiroshima y Nagasaki después de los únicos bombardeos atómicos en la historia y las personas que tuvieron la suerte de sobrevivir a la gripe española de 1917-1918.

Todos tuvieron que enfrentar un futuro altamente incierto después de una pérdida devastadora, como debemos hacer ahora mientras comenzamos a “reabrir la economía” y comenzamos el arduo camino de regreso a una apariencia de normalidad. En un grado u otro, todos hemos experimentado pérdidas y posiblemente dificultades, o lo haremos en algún momento en el futuro. Somos como los personajes ficticios que buscan amparo en un refugio antiaéreo durante un ataque nuclear, solo para eventualmente emerger y enfrentar un mundo desconocido para ellos y que presenta desafíos desconocidos. En este momento, la predictibilidad habitual en la que basamos los relojes de nuestras vidas ha dejado de existir. Queremos montar nuestros caballos y salir en un galope rápido, pero ni siquiera sabemos en qué dirección conducirlos mientras intentamos navegar por el paisaje transformado.

La incertidumbre desgarradora que nos atormenta en este momento invade todos los aspectos de nuestras vidas. ¿Cómo serán nuestros trabajos, suponiendo que incluso tengamos un trabajo cuando el humo desaparezca? ¿Cuál será el estado de nuestras finanzas y nuestros medios de vida después de este atronador golpe de martillo que cambió nuestro mundo para siempre y sin nuestro permiso? ¿Volverán nuestros hijos a la escuela en otoño y, si es así, en qué tipo de horario?  Actualmente, los colegios y universidades quedan angustiados por las decisiones literalmente de vida o muerte que impactarán en gran medida las vidas de su personal y de sus estudiantes en los próximos años. ¿Cómo serán nuestras vidas cuando comencemos a salir de nuestros refugios—o sea, nuestros hogares—y salgamos a gatas de este cataclismo “covidiano” que estamos experimentando en la actualidad?

Nuestro único consuelo es que ciertamente no estamos solos en medio de la devastación que nos rodea. Todos en este mundo se han visto afectados, algunos más, otros menos que nosotros. Nadie dijo que reforzar nuestro carácter fuera fácil, pero esta es nuestra oportunidad de hacerlo, a pesar del dolor presentado por este regalo que se nos presenta.

Como la necesidad de tomar una medicina amarga, sucederá algo “bueno para nosotros”. Cuando finalmente este virus sea eliminado o esté bajo control, apreciaremos más la compañía de los demás. Sentiremos la magia de los misteriosos movimientos de las nubes y las sinfonías, o de los cantos de los pájaros o de un atardecer, o un amanecer, o la aparición de las estrellas en la noche. Nos enamoraremos de la vida misma porque sabremos que huimos con éxito de las fauces de la muerte en algunos de los días más amenazadores de nuestra memoria colectiva.

– – David Magallanes es un profesor de matemáticas jubilado.

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